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  • Santa María, el buscado por la Justicia por la megaestafa – Entre Ríos Ahora

    Concordia » Entre Rios Ahora

    Fecha: 17/10/2024 13:54

    Lo que sigue es un adelanto de la nota que publicó José Amado en la revista Análisis, en su edición de papel, que ya está en los kioscos y que da cuenta de la envergadura de la estafa que encabezó Matías Santa María, el otrora kiosquero que mudó en megamillonario y a quien hoy la Justicia busca. El rol de los otros tres socios: Matías Santa María se encuentra escondido en Buenos Aires, aunque algunos lo imaginaban en México sin boleto de vuelta, y otros en Uruguay. Al cierre de esta edición de Análisis, la Justicia libró el pedido de captura. Hace varias semanas que muchas personas lo buscan: algunos, para pedirle que les devuelva las inversiones que hicieron en la mesa de dinero que manejaba, y otros para cobrarse de la forma que sea, eso que en la jerga policial se llama ajuste de cuentas. Sus socios, que dicen haber sido engañados por “el Gordo”, tampoco la están pasando bien: Cristian Javier Vital ya no anda por la ciudad de Paraná como antes; Andrés Gamarci debió abandonar su casa en el barrio privado Puerto Urquiza por los cada vez más airados reclamos de algunos de sus vecinos que invirtieron por su consejo; su hermano, Julio Gamarci, asesor legal del emprendimiento financiero, pone la cara ante algunos acreedores para salvar su nombre (aunque en estos días se encuentra en Puerto Rico en una capacitación de sóftbol). Los tres primeros se asociaron hace cuatro años para comprar el supermercado La Peruana, al tiempo que montaron el negocio financiero que incluía no sólo dinero, sino todo tipo de bienes, siempre con un mismo método de pagos: intereses mensuales y el capital total más adelante. En los últimos años tomaban el dinero, vehículos, viviendas o mercadería de personas con tasas de retorno mensuales demasiado tentadoras. Mientras, montaron una vida de lujos y derroche: “The Good Life”, como Santa María bautizó su barco que tiene escondido en Rosario. Armaron una burbuja que hace unas semanas explotó y dejaron sin nada a cientos de ahorristas que hoy quieren sus dólares y pesos. Entre ellos hay trabajadores, herencias de familias y empresarios, pero también varios narcotraficantes que quedaron sin nada. ¿Se trató de una estafa piramidal? Hay elementos para sospechar de un clásico esquema Ponzi, como por ejemplo la comisión para el que lleva a un inversor y las tasas de ganancia superiores a las del mercado negro. Pero no fue una experiencia efímera como RainbowEx o breve como Generación Zoe. La realidad es que durante unos años el sistema funcionó y la empresa logró ir pagando elevadas tasas de interés mensuales (2, 3, 4 o 5 por ciento). Se sospecha que habrían montado un sistema financiero con otras empresas, como el tradicional supermercado de avenida Ramírez, e inversiones en negocios y sociedades (algunas muy fantasmas) que les permitía hacer circular el dinero, mover los cheques e ir cumpliendo con los acreedores. De todos modos, los números no cierran: ¿de dónde salían esos excedentes para afrontar cada mes cientos de miles de dólares en una provincia y un país con sus economías agonizantes? ¿Sólo del efectivo de los nuevos inversionistas? ¿Dónde o con quién hacían “trabajar” el dinero? Públicamente está circulando la cifra de 55 millones de dólares como el dinero total que llegaron a recaudar. Estaban pagando intereses mensuales por 1,9 millones de la moneda estadounidense, aproximadamente. Con tasas que rondaban el 5%, aquel número suena posible. Sería una de las estafas de mayor volumen que se recuerde en la provincia. Ni siquiera la defraudación de la familia Waigel a unos 2.000 ahorristas de Crespo y alrededores alcanzó esa cifra, ya que se contabilizaron unos 40 millones de pesos cuando el dólar estaban, en 2009, a unos $3,60 en promedio. La mega estafa de Leonardo Cositorto, según algunas estimaciones, alcanzó los 250 millones de dólares y fue cometida en varios países de América Latina y España. Por lo cual, estos 55 millones solo en Paraná darían una idea del nivel de la estafa y de la cantidad de personas damnificadas. En estos días, entre las denuncias que se presentaron y las que se van a presentar entre la semana de esta publicación y la siguiente, podrían ser unas 40. Pero sería un mínimo porcentaje del total de estafados. La confianza es ciega “¿Cómo podés darles a estos tipos todos tus ahorros, los de tu familia o tu herencia?”, es la pregunta que hoy muchos se hacen al empezar a ver las cifras que la mesa de dinero manejaba mensualmente. Hay quienes pusieron la plata que juntaron con el esfuerzo del trabajo durante muchos años (15 o 20 mil dólares, 30 o 40 millones de pesos), con el objetivo de obtener una ganancia mensual o no perder con la inflación. Otros, quizás entusiasmados con el porcentaje que prometían, entregaron 100, 200 o 300 mil dólares. Hay casos como el de una familia entera que les dejó sobre la mesa 500.000 dólares. Y dicen que puede haber cifras mayores aún ¿Cómo pudieron arriesgarse así?, se preguntaría cualquiera. Una posible respuesta es que el negocio no se trataba de la mesa de un casino, donde se apuesta con conocimiento del riesgo de perder: ellos atendían en una oficina amplia que se encontraba en el primer piso de San Martín y Urquiza, arriba del tradicional bar Flamingo, donde de una pared sobresalían letras corpóreas que decían “Grupo Santa María” o “Santa María Holding”, “La Peruana” y “Terramat”, el corralón que le compraron a Nicolás Lonrezón, y debieron devolver. Luego mudaron las instalaciones al piso 13 del edificio de los Etchevehere en calle Urquiza, impecablemente puesto con cuatro escritorios donde atendían jóvenes empleados y una amplia oficina donde atendían personalmente los dueños. Aquí el cartel decía “San Mar financiera”. Daba la sensación de que había cierto respaldo a ese emprendimiento. Fuente: Análisis

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