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  • El Presidente y Reggina, una historia de amor

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 13/10/2024 16:35

    n Tuvieron que lidiar con las normas sociales de la Buenos Aires de principio del siglo XX. La mujer, una exitosa cantante lírica portuguesa, había cometido el pecado de ser una artista, considerada por la elite porteña como de categoría inferior. Sería la esposa incondicional del presidente argentino y la fundadora de la Casa del Teatro, inaugurada un 4 de enero de 1938. Ella era Regina Pacini y él Marcelo Torcuato de Alvear, quien será presidente de 1.922 a 1928, uno de los exponentes de esa clase patricia porteña con antepasados que ya habían hecho historia cuando estas tierras eran virreinato. Los Alvear y Balbastro - María Josefa “Pepa” Balbastro Dávila (Mi tía chozna) nació en Buenos Aires el 18 de febrero de 1767 y se casa con Diego de Alvear (quien llega a Buenos Aires enviado por el Rey a realizar los trazados cartográficos y dirimir que le correspondía a Portugal y que a España). Se radican en Corrientes, en cercanías de lo que hoy es la ciudad de Alvear, y serán padres de Carlos María de Alvear, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata; por lo tanto abuelos de Torcuato de Alvear, primer Intendente de Buenos Aires en 1880 y bisabuelos de Marcelo Torcuato de Alvear, Presidente de la Nación en 1922, nuestro invitado de hoy a contar sus amores y casamiento. Ella, dos años menor, fue una de la protagonista de una historia de amor de película. Regina nació en Lisboa, Portugal, el 5 de enero de 1871. Su padre, el barítono italiano Pietro Pacini, era director del Teatro Real de Lisboa y autor de innumerables óperas. Siendo muy niña, la llevaron a un circo y quedó impresionada por un artista que, con un silbato, imitaba el canto de los pájaros. Ya en su casa, ella hizo lo mismo, pero con su voz. El padre vio el talento de su hija y la mandó a tomar clases de canto. Cuando se acercaba la gran gala en el Teatro Real de San Carlos de Lisboa, a la que asistiría la familia real, la cantante que debía interpretar la ópera La Sonámbula, de Vicenzo Bellini, se enfermó. Su maestro de canto la propuso como reemplazante. Esa noche, el día que cumplía 16 años, se lució como soprano ligera y se llevó todos los aplausos. Hasta la reina Amelia de Orleans, que dos años después sería reina de Portugal, le regaló su estola. Fue el inicio de una exitosa carrera - La llevó a cantar en los mejores teatros del mundo. En sus críticas y comentarios, los diarios europeos le daban el tratamiento de diva. Contaba con la asistencia de su madre andaluza, que la acompañaba a todas partes. Llega a Buenos Aires - El destino quiso que en 1889 viniese al Río de la Plata. Cantó primero en Montevideo y luego en el Teatro Politeama de Buenos Aires. Esa chica pequeña, delgada y rubia flechó al soltero más codiciado de Buenos Aires, que la miraba embelesado desde su palco. Alvear no se perdió ninguna función - Le mandaba descomunales ramos de flores y costosos regalos que ella, invariablemente, devolvía, como esa pulsera de oro y brillantes. Félix Luna, uno de los biógrafos de Alvear, contó que cuando ella cantaba alguna de sus “arias” (Procedente del italiano, “el aria” es uno de los elementos que forman parte dentro de la ópera. Se compone por tres secciones y se interpreta directamente por una sola voz sin la necesidad de la compañía de la orquesta. Una manera de disfrutar de las grandes cualidades del cantante) En ese momento Marcelo Torcuato se retiraba al antepalco y, entre el cortinado, lloraba dulcemente. Que cante para él solo - Cuando terminó la temporada en Buenos Aires, ella partió a San Petersburgo, a cumplir con otros compromisos artísticos. La sorpresa fue que él la siguió. Luego de Rusia, el periplo continuó por varios países europeos. Alvear asistía a los teatros y se veían en fiestas y recepciones en embajadas, donde comenzaron a conocerse. En cada una de las funciones, siguieron los ramos de flores y los regalos que ella devolvía. Hasta en una ocasión habría comprado todas las entradas de una función, para que cantase para él solo. Fueron ocho largos años en los que el pretendiente solo hacía cortos viajes a Buenos Aires a arreglar asuntos impostergables. La fortuna familiar se lo permitía. Casamiento y algo más - En 1901 Regina regresó a Buenos Aires en otra gira y en 1903 él le propuso matrimonio. La condición de Alvear era que si se casaban, ella debía dejar la carrera artística. Ella aceptó con la condición de cantar cuatro años más. Estuvieron de acuerdo, menos la futura suegra, que se oponía a que su hija dejase la carrera. Nunca serían buenas las relaciones entre ella y Alvear. La noticia cayó como una bomba en Buenos Aires. Fue un escándalo la noticia de que “un Alvear se casaría con una artista”. Su hermano, intendente de Buenos Aires por entonces, pidió a amigos comunes que lo ayudasen a disuadirlo. “¡Mire lo que ha hecho Marcelo! ¡Qué bárbaro!”, se lamentaba. “Desistí amigo” - El soltero más codiciado se casaba con una extranjera, que era artista, y lo haría en Europa y en contra de los deseos de su familia y de la elite porteña. Los diarios demoraron la publicación de la noticia a pedido de la propia familia. En la despedida de soltero, en París, el novio tuvo una amarga sorpresa. Recibió de Buenos Aires un telegrama firmado por quinientas personas para que recapacitase y que no se casara. La ceremonia se anunció para el 29 de abril de 1907 a las 9 de la mañana en la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación, que había sido construida en 1708 en pleno centro de Lisboa. Pero la gente que acudió se sorprendió al saber que se habían casado a las 7hs, cuando en la iglesia no había nadie, solo con una criada y un policía como testigos. La noche de bodas fue en el Royal Hotel, de Estoril y el regalo del novio fue sorprendente: el “Manoir de Coeur Volant”, una villa cercana a París, de estilo normando, con varias hectáreas de parque. Dicen que una noche de suerte en Montecarlo le ayudó a Alvear a cerrar la compra. Fue en el hall de esa casa, charlando con su esposa y con su suegra, que Alvear se enteró que había sido electo presidente del país. Allí vivió el matrimonio cuando iban a Francia. En la recepción había un órgano en el que a veces cantaba Regina. Además, ella tenía un espacio con un piano, donde cantaba para Marcelo y para algunos invitados. No tuvieron hijos. Ella siempre lo acompañó y, aunque no sabía de política, tenía una especial intuición y era buena consejera. Cuando Alvear estuvo preso en Martín García por cuestiones políticas en 1933, ella hizo innumerables viajes a la isla para llevarle ropa, comida y palabras de aliento. La Casa del Teatro - No había perdido esa sensibilidad artística, que la llevó a fundar la Casa del Teatro, una residencia para artistas sin recursos y sin vivienda. Paralelamente, comenzó a funcionar una sala teatral, el “Teatro Regina” y un museo. La casa se inauguró el 4 de enero de 1938. Aún funciona sobre avenida Santa Fe 1243. Cuando en 1942 murió su marido, ella ordenó sus papeles y pertenencias y fue clave en la fundación del Museo de la Casa Rosada, al donar muchos de los objetos del ex presidente. Remató todos sus bienes, se quedó con unas pocas alhajas y muebles. Vivía de una pensión. El ritual lo repetía todos los 23 de cada mes. Una mujer menuda, que había pasado los setenta años, iba al panteón de los Alvear, casi pegado a la entrada del cementerio de la Recoleta. Luego de colocar rosas blancas y rojas -colores característicos del Partido Radical- en la sillita plegable que llevaba se sentaba junto al féretro del que había sido su marido. Y le hablaba. Ella falleció el 18 de septiembre de 1965 a los 94 años en Villa Elvira en Don Torcuato, la casa que su marido había mandado a construir dos años antes de su muerte. La localidad de Villa Regina, en Río Negro, fue fundada en 1924 en su homenaje. Marcelo Torcuato de Alvear, sin duda el mejor Presidente que tuvimos los argentinos en el siglo XX. Asumió por el Partido Radical pero su impronta fue liberal. Era nieto del general Carlos María de Alvear, su padre y uno de sus hermanos habían sido intendentes porteños mientras que su mamá era la hija del general Ángel Pacheco. Su corazón había dicho basta el 23 de marzo de 1942. Tenía 73 años. Cuando fallece Reggina su féretro fue depositado en la bóveda de los Alvear. Pero antes de colocarlo junto al de su marido, estuvo un tiempo en el suelo. Habría sido por falta de espacio, aunque algunos lo interpretaron como un gesto de desprecio hacia esa artista que había osado conquistar el corazón del soltero más codiciado de Buenos Aires.

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