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  • Milei, con amplio margen de maniobra

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 07/10/2024 10:16

    El gobierno de Javier Milei cumplirá 10 meses pronto, en medio de una fragmentación dicotómica que separa la torta de opiniones en varias tajadas. Están los fanáticos del león, que lo aplauden por devoción religiosa, y están los beneficiarios de sus decisiones económicas, favorecidos por la disminución de la presión fiscal y el achicamiento del Estado. También asoman los suscriptores de la administración mileista por opción comparativa, hartos de todo lo que hubo antes, a la vez que un cuarto grupo se integra con votantes arrepentidos que hoy se hacen notar mediante una caída en la imagen positiva del presidente. Completa el gráfico una minoría de indignados, abanderados de opiniones condenatorias y dispuestos a votar por opciones de izquierda con tal de frenar la embestida libertaria. Diseccionado el escenario político, individualizadas las distintas corrientes de opinión, puede aprehenderse la fuente de poder de un Milei que es aceptado o rechazado en partes iguales, pero que retoza en el cuadrilátero del poder gracias a la atomización de masas y la ausencia de nuevos liderazgos. Entre los extremos integrados por los aplaudidores y por los detractores del presidente, se observa un variopinto abanico de miradas que, por algún motivo a desentrañar, mantienen la calma más allá de su discrepancia (o no) con el estilo irreverente de los libertarios, capaces de insultar a coro a quien piense diferente y de militar desde el odio que los cachafaces informáticos siembran mediante posteos de lectura simplista, binaria y contradictoria. Personajes como el Gordo Dan, un referente de los nuevos canales dispersadores del mensaje oficialista, hacen que resulte muy simple instalar como ciertas versiones incomprobables emitidas por las usinas satélites del Gobierno, de forma tal que los convencidos de que todo marcha bien continúen en esa tesitura y, si es posible, se erijan en captadores o reclutadores del ideario mileista a través de consignas tan breves como convincentes, todas ellas sustentadas en las macanas cometidas por los antecesores del Javo. Con eso basta para que, al menos a la altura de los tiempos que corren, el actual morador de Olivos conserve la iniciativa y muestre fortalezas donde sus antecesores perdían terreno por temer las consecuencias sociales de las decisiones que, ahora, en pleno apogeo de la posverdad, fueron adoptadas sin anestesia hasta lograr dos objetivos que el jefe de Estado esgrime como cucardas: el descenso inflacionario y el déficit cero. Hay menos inflación y el Estado dejó de poner plata en donde antes se gastaba sin reparar en métodos ahora tajantemente reprobados como la emisión de dinero sin respaldo y el endeudamiento, dos deportes del kirchnerismo y el macrismo que Milei vino a interrumpir con un dique de contención cuyos resultados macroeconómicos exhiben un balance saludable (ayudados por el cepo y la regulación del tipo de cambio), pero que a nivel doméstico implica un acrecentamiento de las desigualdades, el empobrecimiento de medio país y la pérdida de la capacidad de consumo, con la consiguiente disminución de la actividad económica. A pocos días del décimo mes de la era Milei y cuando los agoreros del libertario tuvieron que meter violín en bolsa con sus errados vaticinios de un final anticipado de la actual gestión, el grueso de la sociedad argentina sobrelleva una realidad crítica con una actitud que triangula entre el escepticismo, la resignación y la esperanza. Claro que también hay bronca, pero circunscripta a sectores fuertemente ideologizados que no logran adhesiones multitudinarias, sino que se reducen a los catequizados por el cristinismo nostalgioso y su derivado absolutamente funcional a la lógica anti-K, el ex pibe Máximo. Qué mejor enemigo para Milei que un Máximo Kirchner sin más historia política que el ser hijo de dos popes del peronismo progre, comandante de un espacio financiado con recursos públicos como ha sido “La Cámpora” y enfrentado con el presidenciable Kicillof en un fratricidio interno. Basta con observar al trasluz las marcas de agua de un muchacho que hace tiempo dejó de ser la promesa joven del kirchnerismo, para deducir que todo lo que provenga de la cantera pingüina es más de lo mismo: conducta clientelar, discursos pirotécnicos que no logran traspasar el plano teórico y métodos divorciados de la expectativa general, resumida en un afán comunitario de austeridad, coherencia y renovación de cuadros. Lo cierto es que ni Cristina, ni Máximo, ni Massa, ni Kicillof tienen hoy capacidad de seducción para limar la legitimidad presidencial. Esto es así porque los estrategas de la comunicación libertaria acertaron al estigmatizar a todo aquel político, sindicalista y dirigente popular que pueda ser identificado con las ideas socialdemócratas, adscriptas al principio de justicia social y entroncadas en las doctrinas que conciben al Estado como un equilibrador de asimetrías según los postulados solidarios del contrato social de Rousseau. Todo eso que tan bien pintaba en 2003, con el triunfo de Néstor, fue el material ígneo que mantuvo encendido el motor de un kirchnerismo que se fue vaciando a sí mismo a medida que caía en confrontaciones improductivas como la famosa guerra con el campo de 2008. La debacle fue indetenible, aderezada por hechos de corrupción escandalosos, hasta salpicar con su fetidez a todas las demás opciones progresistas, finalmente vomitadas por la gente durante el fracaso albertista-massista. Con tremendo desmadre, remachado por el perfil golpeador del ahora cancelado ex presidente, Javier Milei las tuvo todas consigo para actuar como actuó. A pura motosierra, recortando inversiones, congelando obras públicas y licuando ingresos de asalariados, jubilados y universidades, por citar tres rubros seriamente damnificados por el plan de ajuste más grande de la historia. ¿Por qué tolera la sociedad? Porque todo lo pasado fue peor, según el entendimiento generalizado de los consumidores de pseudonoticias centrifugadas por las redes sociales. ¿Hasta cuándo soportará la gente esta poda indiscriminada de gastos, esta transferencia de recursos de los sectores bajos y medios a los altos, con sueldos achatados y precios que enlentecieron su dinámica alcista pero quedaron tan altos que se tornaron prohibitivos? Nadie lo sabe, pero mientras tanto el Gobierno Nacional mantiene su margen de maniobra y apuesta a los acuerdos de cúpulas para rechazar cualquier intento legislativo de burlar el blindaje libertario. Si la sociedad tolera, puede que al final de su recorrido la administración encabezada por este exponente de la nueva derecha llegue a un puerto que configure al nuevo país que los libertarios anhelan, sin padrinazgos estatales y con los individuos arrojados al mercado laboral con una única herramienta: sus propias habilidades personales para ascender en la escala social. De apuntalamientos compensadores, nada. Habrá menos inflación, eso sí.

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