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  • Navegar entre bordes de hielo de 40 a 100 metros de altura

    Usuhahia » Diario Prensa

    Fecha: 03/10/2024 00:04

    La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica. Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos. Desde su origen el primer buque polar argentino, el Rompehielos San Martín Q4, se caracterizó por su particular perfil ya que había sido adquirido por el general Hernán Pujato con fondos del Ministerio de Asuntos Técnicos y del Ejército Argentino, haciéndose cargo de su operación la Armada Argentina ya en la última etapa de su construcción en Alemania, en la persona de quién sería su capitán el CF Luis T. Villalobos. El primer viaje polar del Q-4 se inició el 10 de diciembre de 1954 desde la dársena norte del puerto capitalino. Nuestro buque cargaba 500 toneladas de materiales para la instalación del que sería la base antártica más austral, la Base Belgrano y a la que se dotaría de aviones livianos y perros de trineo. Las instalaciones contaban también con depósitos y hangares destinados a la protección de humanos y canes, y a la preservación de materiales. El objetivo de su emplazamiento era concretar la Campaña Argentina al Polo Sur, la que no fue posible concretar por la realización de la Revolución Libertadora, lo que motivó que la misma se retomara recién en 1965. Nos cuenta el capitán Ricardo Hermelo, que el Rompehielos General San Martín inicia su primer cruce desde Orcadas con rumbo 150, ajustando la orientación según el estado del pack de hielo marino. La estrategia fue encontrar el canal de aguas libres entre la barrera continental y el hielo marino y luego proseguir hacia el oeste lo más posible, para determinar una zona apta sobre hielo o tierra firme y así instalar el Destacamento Belgrano. Tal fue el espíritu de la operación. El primer contacto con el hielo se produjo a las 04.00 PM del 28 de diciembre con un pack de 5/10 de densidad, bandejones medianos y hielo joven. Casi la totalidad de la tripulación se encontraba en el puente o en los lugares expuestos de cubierta para no perder detalle de la navegación entre los hielos. Desde el inicio, el barco demostró muy buena aptitud y en los comienzos se fue probando para aprovechar al máximo el hielo más blando y la menor densidad del pack. Cuando no era posible encontrar resquicio para avanzar el San Martín montaba el hielo y por su peso lo quebraba. Cuando se detenía en su avance por la resistencia del hielo se intentaba embestir con un rumbo abierto 30 grados a estribor y luego a babor y se repetía sobre la primera hendidura. Durante toda la navegación se repetía una y otra vez esta maniobra. Cuando aumentaba la densidad del pack y se encontraba hielo de presión, los helicópteros S 55 efectuaban vuelos de exploración con un alejamiento de 40 a 60 millas y se confeccionaba la carta de hielo. La exploración aérea fue de invalorable ayuda. Se disponía de un grupo de excelentes pilotos navales que embarcaban con los mecánicos. Se contaba también con una Central Meteorológica de gran capacidad profesional, con excelentes pronósticos del tiempo y su evolución. El 31 de diciembre el Q-4 se encontró encerrado. Se festejó el Año Nuevo con gran espíritu aunque en la duda si se invernaba o se proseguía, pero el 1º de enero se encontró el tan ansiado canal de aguas libres, y a partir de ese momento el barco se dirigió hacia el oeste. La barrera de hielo era realmente impresionante pues su altura variaba entre los 40 y 100 metros de altura. Estaba cortada a pique y con contornos caprichosos, formando bahías, caletas, ensenadas y las más diversas formas. Era prácticamente imposible un desembarco. (Continúa mañana).

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