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  • Milei, una hipérbole andante

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 01/10/2024 21:20

    “Hay una suerte de autoritarismo chambón inscripto, como una marca de agua, en la persistente hipérbole, en la normalización de la injuria, en el deliberado sadismo” (Marcelo Gioffré, La Nación) El sábado pasado, el Parque Lezama fue el escenario elegido por los libertarios para la presentación de su partido, La Libertad Avanza, con credenciales nacionales. La multiplicidad de partidos en la Argentina, suelen responder a distintos orígenes y naturaleza. Hay partidos que trascienden a sus propios líderes, para prolongarse en el tiempo por su ideario, hay otros que responden a la necesidad de un fulano o un mengano para negociar en la escena política, y también los hay gestados desde el poder para aprovechar el envión de la caja y el látigo. ¿Dónde ubicamos a “La Libertad Avanza”.? En rigor, lo aprecio de manera mixta. Nació como pequeño partido de distrito, se hizo grande electoralmente por su líder Javier Milei, y el sábado pasado se puso los pantalones largos como estructura nacional. Tiene una fuerte impronta ideologista, pero sus activos más importantes son el propio Milei y el poder del estado. Podría decirse que es el partido de los hermanos, con una marcada ideología postliberal, donde se mezclan consignas del siglo XIX con pinceladas autoritarias propias de la nueva derecha. Si nos atenemos a la gestión de gobierno, diríamos que el catecismo liberal ha sido reemplazado por una dosis de pragmatismo, especialmente en el aspecto económico. Hasta cierto punto, ello podría interpretarse como un inevitable camino hacia la liberalización de la economía. Mantener el cepo, manejar el tipo de cambio, continuar con el Banco Central como actor clave para regular el mercado, “sería” (valga el entrecomillado) la transición estatista necesaria para la final desregulación libertaria. En la teoría, es el purgatorio estatista para ir hacia el paraíso de una nación absolutamente libre para hacer negocios. Por ahora, sólo ajuste puro y duro. Obviamente, siendo para el credo liberal más importante la libertad económica que la política, más temprano que tarde deberán comenzarse a ver, en términos macristas, los brotes verdes, sin cuya aparición la paciencia acumulada puede irse por el desagüe de la reacción social. No vemos la luz al final del túnel, pero todavía mucha gente confía, apoya, y renueva el crédito al presidente, aunque no podemos obviar su caída de imagen, que por ahora se presenta poco más que incipiente. Pero el liberalismo no sólo aboga por la libertad económica, la libertad política es fundamental, sobre todo la existencia de un estado y un poder político que no imponga criterios, que respete las libertades públicas, que se apegue a la ley, y fundamentalmente al ordenamiento en su arquitectura republicana. En lo económico tal vez se pueda seguir esperando un poco más los resultados del ajuste, para comenzar muy lentamente a sacarle el pie de la cabeza a los ciudadanos. Está por verse. Pero en lo político, la aplicación de los principios liberales no tienen tiempo ni proceso, es ya, es hoy, es ahora. Y aquí está la gran deuda de un gobierno que va en sentido contrario a los principios que proclama. Independientemente de otras, quiero ahora destacar ahora una de las libertades que es objeto de mayores violaciones del gobierno, y cuya vigencia irrestricta es garantía fundamental de nuestro sistema de vida: la libertad de expresión, apuntalada por el libre acceso a la información pública. En Parque Lezama, Javier Milei se repitió en sus diatribas contra la prensa que no le es adicta, tratándolos con su latiguillo de “periodistas ensobrados”. Si bien es historia repetida que tiene ya diez meses, el hecho que lo haya reiterado en la presentación en sociedad de su partido nacional, convierte al ataque a la prensa independiente en una máxima casi doctrinaria de su flamante agrupación. Ello va en línea con la decisión gubernamental de restringir, vía decreto reglamentario, los derechos de acceso a la información pública consagrados legalmente. Como justificativo “inocente” de tal medida restrictiva, se mencionó el caso de la información sobre los perros de Milei. El simpático pretexto sólo sirvió para tapar las verdaderas intenciones. Pero no se puede tapar el sol con las manos. Aerolíneas Argentinas, empresa del estado administrada hoy por la gestión Milei, le negó a la editorial Perfil el pedido formal de información respecto a los datos de publicidad pagados por la empresa desde el 10 de diciembre a la fecha. De manera insólita, el pedido fue rechazado argumentado que se trataba de “información secreta”. Ya no se trata de los perros de Milei o de su relación con Yuyito, se trata de una empresa del estado argentino, deficitaria obviamente, que tiene la obligación de dar cuenta de los gastos en que incurre. Ni los gobiernos kirchneristas se animaron a tanto: insultar periodistas a mansalva y negar información estatal que debe estar al alcance de todos. A la permanente denigración del periodismo no adicto, y la negativa de informar sobre aspectos fundamentales de la gestión de gobierno, debemos sumarle una cualidad negativa (valga el oxímoron) del presidente que vuelve sus palabras absolutamente no fiables. Es decir, para completar el cuadro de secretismo y desinformación, las características temperamentales del líder libertario lo llevan a lanzar cifras y producir interpretaciones que se emparentan con su sesgada visión y sus aires de grandiosidad. Es lo que se llama “hipérbole”, una “figura retórica que consiste en aumentar o disminuir exageradamente aquello de que se trata”. No olvidamos que, en los comienzos de su gestión avisó que su devaluación impidió un índice inflacionario del 17.000 %, o que el miserable incremento a los jubilados vetado días pasados, constituiría un gasto de 370.000 millones de dólares, o que “las jubilaciones están volando”, cifras todas infladas o de interpretación presidencial sesgada. En Parque Lezama, con el índice de pobreza alarmante dado a conocer por el Indec, 52,9%, el mayor en los últimos veinte años, y en el que parte de la responsabilidad es de su gobierno, dijo “la pobreza está bajando”, en clara demostración de subestimación a la inteligencia social. El combo es completo. Conforma un cuadro de desinformación, interpretación sesgada y ataques a la prensa, que lo transforma en un gobierno secretista, que socava la libertad de expresión propia de toda república.

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