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  • Se presenta en el ECU el libro de poemas “Testimonio”, del escritor esloveno Aleš Šteger

    » El Ciudadano

    Fecha: 23/09/2024 23:27

    Con la presencia del autor que visita Rosario, el poemario editado por Ciudad Gótica en su versión en castellano traduce en intensos poemas su experiencia con la ingesta de sustancias vegetales en la que se produce una “confrontación espiritual con uno mismo y con las estructuras del mundo" Para quienes pueden traducirla en palabras, la experiencia que deviene con la ingesta de sustancias diversas ha hecho correr ríos de tinta –para usar una expresión afín a cómo lo escribían los primeros “expedicionarios”, lease Charles Baudelaire en Paraísos artificiales o Thomas de Quincey con Confesiones de un inglés comedor de opio–, permitiendo una entrada a mundos maravillosos o terroríficos pero completamente movilizadores, hasta el punto de que algunos no se conformaron con escribir un solo libro e insistieron. “Hay en la conciencia una magia con la que uno puede ir más allá de las cosas. Y el peyote nos cuenta dónde está esa magia”, señaló Antonin Artaud, luego de su estadía en tierras mejicanas y de escribir Los tarahumara, donde narra en primera persona las espléndidas vicisitudes del viaje y su inicio en las ceremonias del peyote. Extensa será la lista de escritores que plasmaron esas vivencias desde el ensayo, la ficción o la poesía. Más acá en el tiempo lo hicieron William Burroughs, Allen Ginsberg, el periodista Hunter S, Thompson, Carlos Castaneda con la saga de Las enseñanzas de don Juan; entre los argentinos, los entusiastas Néstor Perlongher y sus textos sobre la ayahuasca, y Oscar del Barco en sus ensayos Alternativas de lo posthumano, entre otros. En estas obras se vuelcan los pasajes de esas vivencias en sintaxis y fórmulas donde el lenguaje intenta captar aquello que fue el “viaje”, eso que de cierto tuvo la desnudez de mirarlo todo o en la percepción de un interior oculto donde se hace la luz y hasta se vomita –literalmente pasa con la ayahuasca y el peyote– algún incómodo pasado. Transmitirlo luego en palabras apropiándose de ese otro estadio de la mente consiste en restañar el sentido último de la experiencia provocada, la que movilizó la voluntad del autor para luego escribirla. Lo cierto es que nadie pudo hacerlo durante los efectos, donde ocurre una suspensión de lo real, sino después, cuando la turbulencia amaina. La poesía ha sido un perfecto vehículo para esta transmisión, tal vez por su infinita posibilidad de llevar la lengua a confines insospechados y valerse, de ese modo, de un rico bagaje de imágenes para poder decir lo visto, lo aprendido, lo negado, lo insólito, lo transmutado. Algo de esto es lo que ocurre con Testimonio, un poemario del esloveno Aleš Šteger, publicado por Ciudad Gótica Ediciones, con traducción de Florencia Ferre e ilustrado por Dušan Fišer, también oriundo de ese país de la ex Yugoslavia. El martes 24 de setiembre, a las 19, en el ECU (Espacio Cultural Universitario) se presentará este libro con la presencia del autor –quien fue invitado a participar de lecturas en el Filba porteño–, de su traductora Florencia Ferre, de Alejandro Vila, decano de la facultad de Humanidades y Artes; de Livia Vives, coordinadora del área Letras del ECU y de su editor el también poeta Sergio Gioacchini, quienes conversarán con Šteger y leerán poemas en el idioma original y en castellano. Šteger es autor de varias colecciones de poemas (1997-2010), de las novelas A veces el enero es en el verano (1999) y Perdona (2014), del libro de impresiones Berlín (2007) y del ensayo Con los dedos y con el talón; es también editor y traductor del español y el alemán. La conversión de la experiencia en palabras Testimonio también funciona como un laboratorio donde se experimentan esas napas menos exploradas del tiempo, el amor, la muerte; como un itinerario por donde se atraviesan las fronteras de esas preocupaciones siempre disparadas en la conciencia pero que ahora pueden ser dichas desde la inédita experiencia de la ingesta, captadas allí de otra manera, evocadas en su sustento filosófico. “…Necesito menos de mí, / No más. / ¿De veras fueron / Necesarios / 45 años de aprendizaje / Para esta simple lección?, dice el esloveno en un poema del apartado “La gravedad”. “Hay momentos en los que de pronto nada de lo que nos rodea puede darse por sentado, en los que de pronto nuestra valoración de nosotros mismos, nuestras historias de vida, están en jaque. Son momentos en los que podemos caer vertiginosamente o mirar bajo una luz completamente distinta nuestro pasado, nuestro entorno y a nosotros mismos”, apuntaba Šteger en una entrevista realizada a propósito de la edición de su libro en castellano por Ciudad Gótica hace un par de años. En relación a sobre qué estaba dando “Testimonio” en este libro, había dicho: “No me gustan las mistificaciones; la poesía es el arte de la claridad, pero de una claridad compleja, nunca es tan solo la claridad en sentido lato. La política, la ley, la historia tienen que decidirse por sí o por no. La lengua poética es un intento radical de crear un lugar de apertura que no excluye sino que incluye, que en el mejor de los casos, como dice Paul Celan, es al mismo tiempo sí y no. Testimonio es un libro que quiere poner en palabras una experiencia espiritual de esa apertura, que me ocurrió en tres días con sus noches; la experiencia de encuentros con el mundo y con mi pasado, con mis antepasados y con la experiencia colectiva de la que soy una pequeña parte”. ¿Cuándo pensó Šteger que su experiencia podía ser traducible en poemas? “El libro comienza como el compendio de algún tipo de mensaje, teoremas filosóficos o saberes, y luego se transforma en su estructura poética. Así que Testimonio es una especie de libro de espacios intermedios entre el conocimiento y la creación poética. Comenzó como una serie de anotaciones privadas. Cuando las apuntaba no pensé jamás en publicarlas, tal vez de ahí la apertura de los textos. Pero luego de tres días tenía ante mí una unidad de sentido cerrada, un don, que cada vez más sentía que había recibido para entregar a otros. En ese sentido no me siento el autor de los textos con el significado que habitualmente damos a la palabra autor, menos aún me siento creador, sino más bien el vehículo, el baquiano sherpa de lo que se escribió”, apuntó el escritor esloveno. Sobre que creyó que le dio esta experiencia en lo personal o íntimo y de qué modo puede influir en su poética, Šteger destacó: “Siempre está la pregunta por el acontecimiento, por su reconocimiento y su posterior integración a nuestra cotidianeidad. Claro que no es fácil, exige tiempo y atención, pero al mismo tiempo, escribir es una forma de fidelidad lingüística a determinado saber, a determinado acontecimiento. Son surgentes de donde sale nuestro poder creativo. Y cuando este poder creativo surge, hay que ser lo suficientemente fuerte como para soportar esa presión, como para que no te destruya o te arrastre a algún abismo”. Acerca de si existe en Eslovenia lo que podría denominarse una tradición en la poesía, y si es así, cómo se inscribiría Aleš Šteger en ese linaje, el poeta respondió: “En general los eslovenos nos consideramos una nación de poesía; de hecho entre nosotros hay variadas tradiciones y el mundo de la poesía es muy vivo y se renueva. La poesía de Testimonio no se encuadra en las tradiciones nacionales existentes, tal vez tiene un parentesco lejano con la invocación chamánica de Dane Zajc, que por lo demás en la forma del poema van en una dirección completamente distinta. Siempre me consideré un poeta europeo, alguien que abreva en poéticas individuales muy diversas, no sólo de la poesía escrita en mi lengua. Los reinos, las dictaduras, las naciones pasan, la poesía jamás”.

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