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  • Paquirri, 40 años después

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/09/2024 09:07

    16 de septiembre de 2024. Cadalso de los Vidrios (Madrid). El novillero Roberto Cordero, que actúa aún sin picadores, recibe una grave cornada en el muslo que produce un abundante sangrado. Se teme lo peor. Su padre afirma que la jefa del equipo médico le ha salvado la vida al joven gracias a su habilidad para cohibir de primeras la tremenda hemorragia y planificar el traslado al hospital de Móstoles, a poco más de media hora a velocidad de ambulancia. UVI, observación y horas de intervenciones para salvar primero a la persona y después su pierna. La novillada se suspende debido al traslado de los sanitarios con el herido. Conclusión: los toros hieren, los toros matan, aunque sean pequeños erales. Lo saben los toreros, los saben los taurinos. Hace 40 años, uno de los matadores más poderosos de la historia, Francisco Rivera Paquirri, moría como consecuencia de la tremenda cornada que recibió cuando lanceaba a Avispado, de Sayalero y Bandrés, un toro chico y sin presencia, pero muy astifino. Entre la enfermería de Pozoblanco y el hospital más cercano, en la capital, la distancia era inmensa aquel 26 de septiembre de 1984. El impacto de aquel suceso resuena aún no sólo por la pérdida del diestro, sino por las circunstancias y por la polémica que, todavía hoy, genera. Cuatro décadas después, la vida de los toreros pende de un hilo y buscar culpables o justificaciones a sucesos de este calado quizá sea un debate estéril porque son de una simpleza arrolladora. Un toro te puede matar. Sí existen, sin embargo, consecuencias. Momento en el que Avispado coge a Paquirri en Pozoblanco. | CÓRDOBA Los tiempos y los hechos Imaginar un viaje de Logroño a Pozoblanco con las carreteras y con los coches de los primeros 80, cuando solo media una víspera se nos antoja hoy una paliza. Paquirri llega al hotel Los Godos de madrugada. Por la mañana, la cuadrilla se va a la plaza, al sorteo. Un ritual sagrado y obligado. Avispado no gusta en los corrales. El veterano banderillero Rafael Corbelle lo comenta con Rafael Torres, de la cuadrilla de Paquirri. Esta apreciación, a la que se ha dado una dimensión mítica por lo ocurrido por la tarde, forma parte del rito en sí. Los banderilleros debaten constantemente las características de cada toro. Forma parte de su vida cotidiana. La corrida de Paquirri de esa tarde es la última de la temporada en España. Luego, América. Los toros se enchiqueran y todos descansan en el hotel, donde la terna, completada por El Yiyo y por El Soro, convive con las cuadrillas. Comen juntos, juegan a las cartas y matan las que son las peores horas para los toreros, las que median entre el sorteo y el paseíllo, previsto para las 18.00. Días después de la tragedia, Pozoblanco rindió un homenaje a Paquirri. Hubo una enorme manifestación, se llenó la plaza y se colocó una corona en el lugar en el que murió el torero. En aquel tiempo, Pozoblanco ya era la agrociudad que es hoy. Toma el relevo de Peñarroya-Pueblonuevo, a la baja por el cierre de las minas. Con más de 14.000 habitantes, ya es el núcleo de población más importante del norte de Córdoba y es el centro de los servicios básicos de la comarca. El ambiente aquel miércoles de feria es impresionante. Las 5.000 localidades de la plaza se llenan y hay parte del público que ocupa las zonas reservadas a los músicos e incluso parte del callejón. El tirón popular se vio reforzado porque Paquirri obtuvo un sonoro triunfo en 1983 en Pozoblanco y por la compañía de toreros emergentes como El Yiyo y El Soro. El diestro gaditano toreaba la corrida 47 de ese año y su cartel permanecía intacto pese a que ya pensaba en la retirada. Tenía 36 años. Tras el paseíllo de aquella tarde del 26 de septiembre, las cosas marchaban de la manera en la que se suceden en las típicas tardes triunfalistas de las plazas de pueblo. Orejas baratas y público con ganas de diversión. Sin embargo, el de Zahara sólo había cortado un apéndice al primero mientras que Yiyo y Soro desorejaban al segundo y al tercero, respectivamente. Paquirri nunca se dejó ganar la pelea y su corazón, cuando saltó el cuarto a la arena de Los Llanos, debía ser una caldera. Lanceó mirando al tendido con el capote. Algo extremadamente arriesgado. Estaba a full. Pero en uno de los capotazos del tercio de varas fue prendido de la manera ya vista mil veces. La cornada casi le secciona el muslo. El destrozo es brutal. Cuando el toro suelta al diestro su pitón es de color carmesí. La pierna deja atrás el azul de la taleguilla, empapada de sangre. La ambulancia que trasladó a Paquirri, en el hospital militar San Fernando ante el gentío congregado allí. | CÓRDOBA / CÓRDOBA Camino de la enfermería equivocan la puerta. Los segundos son interminables. Cuando llegan al recinto sanitario la puerta está cerrada y hay que forzarla. Lo hace el torero valenciano Ricardo de Fabra con una patada. Lo que viene después es historia de España: el torero calma a los presentes con el ya mítico «doctor, la corná tiene dos trayectorias...». De fondo se oye cómo llaman a Ramón Vila, el cirujano de la Maestranza. Por médicos no fue. Al jefe del equipo, Eliseo Morán, fallecido en 2023, lo acompañan varios facultativos de máximo nivel, entre ellos, Rafael Ruiz, jefe del equipo de Los Califas. Ejecutan el protocolo: cohibir la hemorragia y preparar el traslado a un centro hospitalario donde acometer una intervención vascular avanzada. Pese a toda la polémica posterior, cabe destacar que el congreso de cirugía taurina de Quito, celebrado un año después, valoró y reconoció el impecable trabajo de aquel equipo en Pozoblanco ante una herida que destrozaba vasos como la femoral. La cornada casi le secciona el muslo. El destrozo es brutal. Cuanto el toro suelta al diestro su pitón es de color carmesí Entre la enfermería de Pozoblanco y el hospital más cercano, en la capital, la distancia era inmensa El debate La muerte de Paquirri es la que más vidas de toreros ha salvado. Lo ocurrido aquel día generó un debate en torno a la situación de las enfermerías de las plazas de tercera y las portátiles. Y todo ello porque la asistencia médica prevista en Pozoblanco cumplía rigurosamente con la normativa vigente entonces. Así se desvela en la minuciosa investigación que se desarrolló después. ¿Qué ocurrió entonces? Que aquello supuso mejoras en las condiciones de las enfermerías. Años después llegaron, además, uvis móviles y gracias a ello toreros como el joven Roberto Cordero sobreviven a dramáticas situaciones como la del pasado día 16. Pozoblanco ya contaba con hospital aquel septiembre del 84. Pero estaba cerrado. Y eso que la primera piedra se puso en el 76. Las reclamaciones ciudadanas para que se abriera no encontraban respuesta en la Seguridad Social, de la que dependía. La tragedia del 26 de septiembre fue un puñetazo en la mesa. El hospital se abrió en el 85. Es evidente que en lugares como Los Pedroches no resuelven las demandas ciudadanas hasta que no ocurre una tragedia. Lo vimos con el hospital, lo hemos visto recientemente con el agua. Ya sólo nos faltan las carreteras. Del Calatraveño a Muriano Un Citroën GS convertido en ambulancia espera en el vetusto patio de caballos cuando Eliseo Morán firma el traslado. Suben al coche Ramón Alvarado, mozo de espadas y tío del diestro, y el doctor Funes, anestesista. Conduce Francisco Rossi. Vuelan camino de Córdoba. Los escolta la Guardia Civil. Como si de la descripción de una etapa ciclista se tratara, quedan por delante El Calatraveño, con una subida y una bajada infames; las curvas de Espiel, con precipicios límite de 250 metros de caída; la Cuesta de la Matanza, 20 curvas enlazadas entre alcornoques; y Cerro Muriano, ya dando vista a Córdoba. 87 kilómetros, casi una hora y media a velocidad normal de un utilitario de la época. Rossi se la juega y realiza el trayecto en 55 minutos. Un rallye. Quienes recuerden esa carrera valoran, seguro, esta relación de tiempo y espacio. Según los testigos, Paquirri entra en shock irreversible en La Alegría de la Sierra. Qué contraste. Los médicos militares del San Fernando intentan reanimar al torero sin éxito. Paquirri ha muerto. La carretera ha mejorado –no hace tanto- pero sigue siendo deficitaria para la zona. ¿Se hubiera salvado Paquirri en otras circunstancias? Los futuribles en historia no existen pero es evidente que las dificultades del traslado contribuyeron al trágico desenlace. Dos aficionados pozoalbenses que presenciaron la corrida comentaban la imagen del paseíllo en uno de los paneles instalados en la plaza de toros de Pozoblanco. / CÓRDOBA Un año depués de la tragedia Si la muerte de Paquirri fuera una serie de Netflix, tendría una segunda temporada con la tragedia de El Yiyo. Lo ocurrido en Colmenar Viejo el 30 de agosto de 1985 amplificó el suceso de Pozoblanco y le confirió matices de leyenda por aquello del cartel maldito. Desde el punto de vista objetivo, es cierto que un buen número de intervinientes directos en la corrida de Pozoblanco han tenido final trágico. Pero fuera del terreno de la superstición, lo cierto es que el 26 de septiembre de 1985, con lo de Yiyo de plena actualidad, trenzaron el paseíllo Emilio Muñoz, Espartaco y El Soro. Aquello rozó la suspensión por la enorme expectación de público y de medios de comunicación que alcanzó el evento. Los toreros no podían entrar, la gente se mareaba en los tendidos, el callejón se llenó de nuevo sin que la Guardia Civil pudiera hacer nada. La corrida comenzó. El Soro se convirtió en un mito querido y adorado en Pozoblanco. Cada septiembre volvía a torear a Los Llanos en tardes de triunfalismo y de sentimientos a flor de piel. Este año, será pregonero de la Feria y Pozoblanco vive a medio camino entre el emocionado recuerdo y una sensación desagradable que no termina de ser bien encajada. Al menos ya hay hospital. === Suscríbete para seguir leyendo

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