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  • Sin bar de barrio

    » Diario Cordoba

    Fecha: 21/09/2024 03:49

    Vivimos inmersos en una sociedad que está en constante evolución, agitados por cambios y más cambios, que aunque casi siempre son hacia adelante, algunas veces son hacia los lados y otras para atrás. Pero siempre en movimiento. En uno de los ámbitos donde más claramente se han percibido las modificaciones, ha sido en los distintos tipos de comercio. Hemos pasado de las ferias y mercados mensuales o semanales, a las grandes superficies abiertas los siete días de la semana; del pequeño colmado o tienda de ultramarinos del barrio, al supermercado donde se vende de todo; de la tienda especializada en un tipo de ropa o calzado, a la multinacional que vende desde ropa interior a corbatas, pasando por complementos de todo tipo. Hemos pasado de comprar lo justo y necesario (cuando se podía), a comprar por comprar para renovar porque estoy cansado de lo que tengo. De salir de compras, a comprar por Internet y no salir. Y hemos visto cómo los negocios se cerraban y los locales quedaban vacíos. Otros artículos de Óscar Figueruelo Toda esta realidad la hemos catalogado como inevitable y hasta necesaria, casi siempre en base al beneficio de nuestros bolsillos, como el producir y traerlo todo de fuera. Innumerables han sido las tertulias en las barras de los bares donde se ha debatido sobre aspectos de macroeconomía y globalización, dando por asumido que nada se puede hacer. Pero no nos preocupaba del todo porque teníamos nuestro bar de barrio donde poder hacerlo. Hasta ahora, que ha llegado el momento en que nos estamos quedando sin ellos. Nos estamos quedando sin plató televisivo donde sentirnos políticos, periodistas, seleccionadores de fútbol, filósofos y lo que se terciara. Porque se están cerrando. Sirva el dato de la última década: uno de cada cinco bares y cafeterías de barrio se ha cerrado. El veinte por ciento. En este aspecto hay que matizar y diferenciar entre la hostelería del día a día y la del turismo. Esta última está generando ya el veinte por ciento del empleo y sigue demandando mano de obra. Pero yo me refiero al bar donde te saludan por tu nombre y tú a los propietarios o camareras por el suyo, donde juegas la partida de cartas, lees el periódico, criticas la tortilla porque está poco cuajada o bromeas con otros clientes. El bar o cafetería de toda la vida, el que cierra una semana al año, ¡y gracias! En el que puedes dejar a deber y pagar mañana, en el que de tanto en tanto te invitan. En el que trabaja el matrimonio desde la mañana a la noche, cerrando un día por descanso del personal. Ese bar donde hay que ajustar los precios porque si no, no entra nadie. El negocio que se montó con el dinero que se ganó en Europa cuando fuimos emigrantes y que con tanta ilusión se abrió. Ese donde ahora se están jubilando y nadie lo sigue, porque la realidad es que son esclavos y sacrificados. En estos negocios no se trabaja ocho horas y me voy a mi casa: te vas cuando se va el último cliente. Por ello no los queremos, aspirando a la comodidad y el tiempo libre que hoy tanto valoramos. Quizás las nuevas generaciones no extrañen estos locales, pues no los han conocido apenas, pero los que hemos vivido media vida en ellos los echaremos en falta. Suscríbete para seguir leyendo

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