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  • La lección silenciosa

    » Diario Cordoba

    Fecha: 21/09/2024 03:49

    Cada vez estoy más convencido de que hay un tipo de encuentro o de conversación que ya sólo es posible en la cultura. Me refiero, por supuesto, a una cultura abierta y de verdad plural, es decir: no condicionada por el sectarismo, o una cultura que solamente pueda pensarse y ser hablada o escrita libremente. Todo esto puede parecer una obviedad, pero vivimos días de dudosos meandros ideológicos, con sus fardos de peso identitario, en la que para llegar a una obviedad a veces hace falta un procedimiento deductivo propio de Sherlock Holmes. Así, para afirmar: «Elemental, querido Watson», ya es necesario ir dejando atrás unas imposiciones atmosféricas que tienen más que ver con una creación previa interesada que con el debate cultural. La corrección política se ha impuesto, en parte -pero no totalmente-, sobre el pensamiento. Ahora en cualquier conversación, en la presentación de una novela, ante el desenlace del jurado de un premio, en el estreno de una película o la inauguración de una muestra de fotografía minimalista, escuchas «esto ahora no se puede decir, pero» y te quedas pensando qué es lo que hemos ganado en derechos y perdido en conciencia, y libertad de expresión, para acabar incorporando a nuestros planteamientos la censura previa. Y no por miedo a expresar lo que se piensa, sino a cómo se puede llegar a instrumentalizar para que parezca que pensamos otra cosa. Todo esto forma parte de nuestra realidad: tenemos los medios para comunicarnos como antes el ser humano no había tenido capacidad ni siquiera para soñar, pero hemos aceptado una sucesión de requisitos que debemos incorporar a lo que decimos para que sea aceptado. Al mismo tiempo, cada vez estoy más convencido de que solamente dentro de esa misma realidad cultural, por adulterada que se encuentre, es posible un encuentro que de verdad nos haga sentirnos ciudadanos más allá del campo de minas fragmentario de la polarización no ya política, sino sociológica. Quienes estaban de verdad interesados en levantar muros lo han hecho, y sólo la libertad de citar a Ana María Matute y Camilo José Cela, por poner dos ejemplos de escritores que se trataron con lealtad, sin el aluvión de recurrentes notas facilonas a pie de página, puede garantizarnos una conversación real. Sigue habiendo gente cómodamente instalada en una trinchera o en la otra, pero la auténtica poesía, como el teatro o la pintura, sólo puede expresarse plenamente, aunque cada propuesta guarde su discurso irrenunciable, fuera del sectarismo ideológico. Esta es la gran lección silenciosa de cualquier obra de arte: que nos podemos continuar encontrando alrededor de su fuego originario, y tratar de entenderlo, para seguir siendo libres. Suscríbete para seguir leyendo

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