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  • Redondo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/09/2024 01:15

    De manera ambivalente, el anillo siempre ha capitaneado la simbología del poder, así como la fuerza del compromiso. Antes de que la obra de Tolkien tuviera que sortear todo esa empacho de sobre exposición, Richard Wagner ya compuso esa tetralogía de los nibelungos que en Bayreuth pasó de arquetipo de la raza aria a esforzada sublimación como santuario de los melómanos. También está la jerarquía curial del anillo, desde el que jalona el poder arzobispal al que oficializa el final de un pontificado al quebrar el camarlengo del Papa difunto. Las urbes no son ajenas a la vis atractiva del anillo, y más cuando las ciudades necesitan imperiosamente la intercomunicación y la descongestión de la circulación vial. El mayor referente para nos, los provincianos, es el juego de barquitos de secano de los Madriles, con sus M30 o cuarenta para intuir en esa multiplicación de carriles la casilla de los atascos y demostrar que en los cascos urbanos la línea recta no es el punto más cercano, sino ese envoltorio de tráfico rodado que desde el cielo asemeja a los zánganos revoloteando en torno a una colmena. Córdoba no puede ser Madrid, y no pretendamos dobles o triples anillos como si fuésemos jugadores de la NBA. Bastante tenemos con ese cerramiento falazmente periférico pero que acaso sea la más pragmática de las soluciones. La semana pasada se dio un nuevo achuchón a la ronda norte, la más dificultosa orográficamente porque no vamos a tunelar la sierra ni expropiar a diestro y siniestro chalets, cosa que valdría un potosí, a salvo de la devaluación y el temor que ocasiona tanto caco andante que es preciso erradicar. La zona de la Arruzafilla es el siguiente capítulo de esa larga marcha, el más cómodo de los restantes; el más ingrato también para los vecinos de la zona, que aspiraban al soterramiento para evitar las inconveniencias de ese aumento del tráfico en esa zona paralela al canal de riego. La circulación subterránea comenzará en el camping municipal, esa instalación que se ha convertido en osario de vivencias muy lejanas, con el lujo de aquellas primeras piscinas públicas que ayuntaba el olor del cloro y del plástico de los flotadores con una primaria felicidad. Pero, como en Irma la Dulce, ese será otro capítulo, condicionado por un parné que nos hace emular el mosaico anhelo de la Tierra Prometida: lastimeramente, podemos decir que quizá nuestros hijos puedan contemplar ese cerramiento vial. Veamos la botella medio llena: el túnel de los Omeyas fue un prodigio de ingeniería, con ese costoso juego de cremalleras para salvar la almunia árabe. Y poquito a poco se va evidenciando ese cinturón verde de la ciudad, que toda ayuda es poca para mitigar el calor. El objetivo final casa con el dicho: que todo salga redondo. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor Suscríbete para seguir leyendo

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