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  • “Como la luna en el mar”: romance, acción e intriga en el invierno marplatense de 1938

    » La Capital mdp

    Fecha: 04/09/2024 06:20

    Por Claudia Roldós Nada es lo que parece en “Como la luna en el mar”, la última novela publicada de la escritora marplatense Marisa Potes. Una Mar del Plata del invierno de 1938, en pleno proceso de cambios, se encuentra en el centro de una trama que combina romance, acción e intriga. Al ritmo de la pareja protagonista de esta historia –Elisabeth y Federico-, los queribles personajes no solo deberán descubrir quienes son verdaderamente, sino tomar decisiones clave. Otros se afianzarán en sus convicciones, en tanto los restantes, no cambiarán absolutamente nada. La autora que se hizo conocida a través de sus libros infantiles y juveniles y que incursionó en el ámbito de la novela histórica e histórica romántica con “La soledad de los secretos”, “Rencor de amor” y “Corazón en hebras” (finalista del premio Premio Lidia María Riba), vuelve con esta novela publicada recientemente por Del Fondo Editorial. “El potencial que tienen nuestras bibliotecas y archivos y como contrapartida, la precariedad con que trabajan; los escasos recursos humanos y materiales con los que cuentan” ¿Qué hace un hotel en plena costa marplatense abierto en mayo o junio en un 1938 en el que el pulso de la ciudad estaba claramente marcado entre la temporada alta -verano- y el invierno? Potes construye una trama compacta en la que una muerte es el punto de partida de una aventura llena de misterio, investigaciones y sufrimiento, relacionados con la posibilidad de que un grupo Nazi instale en Mar del Plata una base de operaciones. Pero a la vez, y como en una montaña rusa de emociones, en medio de la tragedia, la historia le abre la puerta al amor, aunque sea inconveniente y también permite momentos hilarantes, con personajes que descomprimen la adrenalina propia del thriller, haciendo reír con su carisma y buen corazón. “La vida es así. Hay momentos durísimos en que uno se tienta de risa. Y me gusta jugar con el humor”, compartió la escritora en una charla con LA CAPITAL, en la que el eje de la trama -y que da el nombre a la novela- atraviesa a todos los personajes. -Esto de que nada es lo que parece atraviesa a todos los personajes pero, en el caso de Elisabeth ¿es la que más tiene para descubrir? -Elisabeth es la que nos empieza a meter en esa cuestión, cuando desde el primer momento duda de que su padre haya muerto de un ataque al corazón. Comienza a investigar y va descubriendo cosas que no sabía. Cada dato la llena de más dudas. De alguna manera es lo que nos pasa con la adquisición de conocimiento: a medida que vamos aprendiendo cosas nuevas, descubrimos que hay muchas más que no sabemos. Por supuesto que en el caso de Elisabeth, no lo vive con el sentimiento positivo con el que podemos disfrutar de un aprendizaje nuevo, porque saber que su mundo no es el que ella creía la pone en estado de zozobra. Pero los otros personajes también atraviesan caminos de descubrimiento, que en algunos casos tienen que ver con sus propios sentimientos y convicciones. “El principal desafío es el que me impongo siempre: que el contexto sea verosímil” -Federico, en tanto, si bien transita sus roles de una manera más consciente, también duda. ¿Siente responsabilidad? Su situación lo lleva a cuestionarse todo el tiempo… -El gerente del hotel quiere hacer el experimento de mantenerlo abierto en invierno y, además de tener un buen cheff para el restaurante, contrata a Federico como pianista para que amenice los bailes y acompañe las cenas con su música, ya que resulta muy atractivo a las señoritas que, como Olguita, por ejemplo, van todos los días a “escuchar” su música. Cuando llega Elisabeth envuelta en esta trágica situación, él se constituye en su apoyo, pero igual que ella, no es un personaje ajeno a los tiempos turbulentos que les tocan vivir. -El eje de la novela nos atraviesa como lectores, hasta que entendemos, realmente, quién es quién o por qué hacen lo que hacen los personajes. ¿Quisiste que también dudemos de si vemos la luna o su reflejo? -Aunque el género de lo que escribo no sea especialmente de suspenso, me gusta que haya siempre algo de intriga, alguna cosa por descubrir, algo de duda que permita que uno, como lector, pueda interactuar de alguna manera con la historia que se cuenta y con los personajes. Cuando ya tenía toda la historia plantada vi que es una de las novelas en que menos puedo contar sin peligro de revelar cuándo vemos la luna y cuándo el reflejo. -El tema de la identidad parece transversal en tu obra. Elisabeth, en el transcurso de su búsqueda, su investigación, se lo cuestiona. ¿Estuvo en tu idea desde el principio que esté presente? -Se ve que el de la identidad es un tema que me convoca siempre. No era el propósito al escribirla, pero es el resultado. En otras novelas me he propuesto “esto tiene que ver con la identidad”, pero acá no era el objetivo, y sin embargo, allí está: Elisabeth e inclusive otros personajes, terminan cuestionándose “quién soy” más de una vez. “Mucho se ha escrito sobre los submarinos alemanes, los nazis que se refugiaron en diferentes partes del mundo en la posguerra, por eso me interesó ver qué pasaba con las diferentes ideologías y sus seguidores en nuestro país en el período de preguerra” Los legados -El tema del legado también está planteado de una manera atractiva. ¿Cómo se te ocurrió, a modo de pensamientos del personaje, introducir habilidades desarradas de manera inconsciente? -Cuando empecé a conocer la relación entre Elisabeth y sus padres, aparecieron las primeras “máximas” del padre, y en su ausencia, Elisabeth se da cuenta de que esto que su padre deslizó en sus conversaciones y juegos tiene en su vida más relevancia de lo que ella creía. Cosa que nos suele suceder a todos: de repente nos encontramos diciendo cosas que decían nuestros mayores y decimos “nooo, soy mi mamá”. A Elisabeth le pasa algo de eso, con los agravantes de vivir una situación que la saca de eje y la pone a prueba constantemente. -Federico se sabe sucesor de su mentor, con el peso que ello implica. Y también recuerda las enseñanzas de su mentor. ¿Esta estructura, esta coincidencia entre los dos personajes, también fue adrede? -Se dio en forma natural. Me gusta que a los personajes los lectores los conozcan por sus acciones y reacciones, y no porque el autor, disfrazado de narrador, les cuenta cómo es. Federico, de la misma manera que Elisabeth, es producto de la educación que recibió, y en el caso de él estas enseñanzas lo formaron no solo como persona, sino también como profesional e ideológicamente, cosa que no puede eludir por más que se lo proponga, y ahí viene su lucha interior entre amor y deber; convicciones ideológicas profundas y sentimientos. ¿Los sentimientos modelan las convicciones o son las convicciones las que sustentan los sentimientos? -Si bien mantiene giros, sorpresas, “Como la luna en el mar” es más compacta, centrada en el conflicto principal que tiene un peso, histórico, social, que nos continúa impactando. ¿Qué te llevó a contar una historia del nazismo y su relación con Argentina que, aunque ficcionalizada, tiene su costado real? -Independientemente del género que esté escribiendo, los giros o sorpresas son algo que me gusta y suelen formar parte de mis novelas, pero a la vez no me gusta repetirme; lo que ya conté, ya está. No voy por otra historia igual. Esa diferencia la genera la propia historia que estoy contando. En este caso hay un conflicto central que tiene que ver con el contexto preguerra que involucra al mundo, y que afecta directamente a la vida de los protagonistas, y de ahí que se dé esto de la estructura más compacta: tienen que resolver cuestiones de su vida en relación a ese mundial en el que están en juego más cosas que su propio corazón o su propia vida. Empecé a escribir esta novela desde un “¿y si…?” que se revelará cuando la lean, y desde allí parte la investigación. Mucho se ha escrito sobre los submarinos alemanes, los nazis que se refugiaron en diferentes partes del mundo en la posguerra, por eso me interesó ver qué pasaba con las diferentes ideologías y sus seguidores en nuestro país en el período preguerra. -Además de la acción, el misterio, las historias dramáticas, se trata de una novela que, a lo largo de la lectura, permite momentos de risa, ansiedad, incertidumbre, una montaña rusa de emociones. ¿Fue la idea? -La vida es así. Hay momentos durísimos en que uno se tienta de risa. Y me gusta jugar con el humor, con los personajes y situaciones que nos permiten un momento de descanso en ellos, y el resto, la ansiedad e incertidumbre son el ¿qué pasará? ¿por qué será? que en esta novela van llevando adelante la acción y la lectura. No es que planifico una estructura técnica donde aquí deberá subir, acá deberá bajar, acá sostengo la intriga, como si hubiera una plantilla para eso (capaz que la hay, no sé); esa montaña rusa es producto de las vueltas de la historia, del ritmo que se genera con cada escena. Y eso es por escribir, reescribir, parar, retomar, arreglar, corregir, y volver a arrancar hasta que, en la relectura, siento que me cierra; que funciona; que es creíble y que disfruto al leerla. Epoca de grandes cambios -¿Qué desafíos te planteó novelar una ciudad que recorrés como habitante pero con las diferencias que pueda haber habido entre aquellos días de 1938 y nuestra época? ¿A qué fuentes recurriste para situar los escenarios de la novela? -El principal desafío es el que me impongo siempre: que el contexto sea verosímil. En este caso, no construyo el verosímil yo sola; hay un escenario que existió, y que me encanta incluirlo en una historia mía, porque en mi adolescencia (que fue mi época de compulsión lectora) no había historias literarias que transcurrieran en Argentina histórica, y especialmente en Mar del Plata. Entonces ahí viene el trabajo apasionante que es la investigación. Para esta novela encontré algo de información en páginas web, pero todo busqué corroborarlo con textos e imágenes originadas en la época. Por eso recurrí a la hemeroteca, a la fototeca y al archivo Municipal. Allí también encontré libros de investigadores que me proporcionaron datos sobre cosas puntuales que no encontraba. También utilicé el maravilloso libro Calleo de Oscar Casemayor y un plano de Mar del Plata de 1936, si mal no recuerdo. -Elegiste mostrarla en temporada de invierno, que en aquellos años de fines de los 30, era mucho más marcada que hoy, pero ¿muy adecuada, para el eje más orientado al thriller de la historia? -Cuando empecé a escribir la novela sabía que iba a ser al finalizar la temporada, pero luego, porque miro también el calendario de festividades, me di cuenta de que mayo era el mes más adecuado por lo que ocurre. Necesitaba que se situara fuera de temporada. En el momento de investigar tuve que tener especial cuidado porque 1938 fue un año en que se dieron muchos cambios en Mar del Plata: la ruta 2, el comienzo de la nueva rambla, la reforma en Playa Grande, y otros más, pero todos ocurrieron en la segunda mitad del año. Mayo, actualmente es fuera de temporada, pero hay movimiento; en 1938 fuera del verano no quedaba “nadie”, como solía decirse. -En la dedicatoria, te referís a “Quienes se dedican a guardar memoria, porque sin su trabajo la Historia se quedaría sin historias”. -Sí. Uno de los días que fui a la hemeroteca y vi la riqueza del material que allí hay, el potencial que tienen nuestras bibliotecas y archivos y como contrapartida, la precariedad con que trabajan; los escasos recursos humanos y materiales con los que cuentan, sentí que como mínimo tenía que incluirlos en la dedicatoria. Para homenajearlos y llamar la atención sobre esto: si no cuidamos las fuentes que tenemos ¿a dónde vamos a recurrir para buscar datos? Los diarios que consulté para escribir La soledad de los secretos ya no están disponibles porque si se tocan, se desarman. Pero no se proveyeron los recursos necesarios para conservarlos ni para digitalizarlos. Entonces están, pero no podemos utilizarlos. Y pronto ni siquiera estarán si no se hace algo en forma urgente.

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