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  • Homero Alsina Thevenet, un baluarte del periodismo rioplatense

    » Diariohoy.net

    Fecha: 26/08/2024 07:06

    Gracias a un accidente, Homero Alsina Thevenet se enamoró del cine. Un bicicleta lo atropelló, lo enyesaron y le dieron un pase para los cines de Montevideo. Ahí descubrió un mundo en expansión que siempre sería ancho y ajeno. A partir de entonces, la penumbra del cine fue la atmósfera en la que decidió desarrollar su vida. Llegó a ser uno de los más agudos críticos de la historia del cine. Su obra de más de 3.000 páginas es una biblia para los cinéfilos. Homero Alsina Thevenet nació el 6 de agosto de 1922 en Montevideo, la misma ciudad en la que murió 83 años después. Fue periodista y maestro de periodistas. Su consejo es que hubiera un dato en cada frase y una idea en cada párrafo. Sostenía que al lector hay que atraparlo en las primeras tres líneas. Era implacable con las correcciones, y nada lo ponía más de mal humor que los datos no verificados o el uso de la primera persona. En su manual personal de estilo había que evitar los signos de interrogación (el lector no quiere preguntas sino respuestas), suprimir las muletillas como “sin duda” (incluirla implica que se está dudando), y ser muy exigente en la selección de adverbios y adjetivos para que el texto pudiera fluir con limpieza. Antes de ponerse a escribir, agotaba la investigación sobre el tema a tratar. No hay temas pequeños, solo pequeños periodistas. El afán de claridad jamás debía desembocar en la simplificación, y dar cuenta de la complejidad de un fenómeno no debía llevar a enredarlo hasta la incomprensión. Lo primero que aprendían los que estaban cerca de Homero Alsina Thevenet, es que nunca nada es fácil. Las películas que le gustaban eran las que habían logrado un equilibrio entre contenido y forma. Era devoto del cine clásico, el neorrealismo, la mirada radiográfica de Antonioni, el cine de la Primavera de Praga, el surrealismo al que a veces se atrevía Polanski, y las obras de Truffaut. Fue uno de los primeros que supo ver los méritos de Crónica de un niño solo, viendo en Leonardo Favio alguien capaz de parir diamantes en bruto. Fue el único cronista que se atrevió a escribir sobre Los traidores de Raymundo Gleyzer, director asesinado por la dictadura, una década antes de que ese silencio comenzara a quebrarse en 1993. Emprendió una guerra. Ejerció la crítica en medios de gran tiraje, mejorando la sensibilidad cinematográfica de generaciones de espectadores. Como dijo el escritor Elvio Gandolfo, Homero Alsina Thevenet: “Fue el primero en comprender que la reseña de estrenos, tal como se la viene practicando desde que existe, quedó detenida en un sitio donde ya no suceden las cosas que importan”.

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