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  • Rincón Chico: la equitación criolla como forma de comprender el mundo

    » El dia La Plata

    Fecha: 17/07/2024 05:45

    Rincón Chico es una escuela de equitación criolla y pensionado equino, ubicado en 152 y 436, City Bell. Allí se dedican a cuidar caballos de diferentes propietarios y a dar clases de equitación criolla; además organizan -generalmente los feriados-, cabalgatas para sus alumnos y clientes. Las clases están destinadas a toda la comunidad, a partir de los 4 años y funciona con una estructura diagramada en grupos etarios. En este momento tienen grupos de 8 años, de 15 años y gente adulta pero puede sumarse cualquiera y con diferentes saberes. Si bien hay clases lunes, miércoles, jueves, sábados y domingos tienen, momentáneamente, tantos alumnos que aquellos que no sean ni alumnos ni tengan su caballo en pensión, pueden optar por la opción de hacer una cabalgata con un mínimo de cuatro personas de manera privada para un día y un horario específico. La cabalgata dependerá de lo que desee el grupo, dado que puede haber entre ellos gente que ya sepa andar y otros que nunca montaron. En base a esto, se planifica la jornada, pudiendo variar entre una hora, dos o tres. Es personal y se adapta a los gustos de quienes contraten el paquete. Rincón Chico tiene 40 hectáreas, es un campo urbano y lo que ofrecen es una variedad de caballos, lo que permite que la gente no se acostumbre a montar un solo animal. Al tener un campo grande, distintos caballos, distintos aperos (elementos para asegurarse al caballo) cada uno se encuentra en una situación diversa más allá de la clase planificada y eso redundará en un mayor y mejor aprendizaje. Las hermanas Adriana e Irene Ripa Alsina, coordinadoras y docentes, coinciden en que “andar a caballo, subirse, es tiempo y dedicación como cualquier actividad que haga uno en la vida”, no es menor el hecho de que al “trabajar con un animal, no hay ningún botón -y más ahora en esta época que todo es lo inmediato-, la solución inmediata: El caballo te pone en un lugar que tenes que tener paciencia, tranquilidad, tenes que saber manejarlo y eso te muestra tal cuál sos. Si estás apurado, acá no podés estar apurado. Si uno está enojado, se tiene que ir el enojo. Con el caballo venís de una manera y quizás te vas de otra”, como describe Adriana. Irene cuenta: “Muchas veces la gente ha venido a pasar un rato y termina siendo un estilo de vida”. Tienen más que probada la experiencia de ver a sus alumnos abrir esa puerta, que haya otra puerta y otra, hasta darse cuenta que hay otro estilo de vida y hay un montón de cosas para aprender sobre los caballos. Para ellas, la Escuela de equitación criolla no es solamente aprender a montar con una técnica específica. Les enseñan el por qué de todo, tanto de la comunicación, la alimentación, los aperos, los pelajes: “Es saber porqué, porque cuando uno tiene la información y sabe, sabe cómo cuidar a ese caballo”. La palabra equitación viene de equino. Equitación es cualquier actividad que se haga con los caballos pero Irene aclara: “En estas zonas se entiende por equitación ‘saltos en general’, ‘criolla’ tiene que ver más con el campo. A nosotros nos gustan las raíces más camperas y con otra amplitud. Enseñar a ensillar, enseñar los pelajes, que sepan de morfología porque eso va a incidir en el funcionamiento y en el manejo de ese caballo, por lo tanto, si sé de morfología, también voy a saber que embocadura le voy a poner a ese animal. La equitación criolla, para nosotras, tiene que ver con una mayor amplitud en la enseñanza”. Y agrega: “No aprendemos a andar en el caballo sino a caballo. Al tener más de veinte caballos en la escuela, no es lo mismo que te toque el cómodo que el incómodo, o el que te da miedo o el que la semana pasada tuvo algunas dificultades. Para nosotros eso es importante porque la cantidad hace a la variedad en el aprendizaje”. En relación al espacio físico explican que “no es lo mismo trabajar en un predio pequeño, mediano o grande. Por eso utilizamos muchas veces todo el campo para trabajar una misma clase o un lugar más reducido, depende de la actividad que esté pautada, somos súper exigentes con eso, con cómo queremos que se den las clases, en qué lugar, de qué manera, con qué caballos. Tanto es así que tenemos una planilla en la que anotamos que caballo usó cada alumno para ver cuál repetimos, de qué manera, por qué y cómo”. Irene es docente en Bellas Artes y Adriana estudió Biología. Tenían la mirada en otro lado y la posibilidad de dar clases se fue dando de a poco hasta convertirse en su trabajo principal y su estilo de vida donde se dieron cuenta que “de una pequeñez al principio terminó siendo algo que nos gusta tanto que nos la pasamos hablando de caballos, pensamos en clases, estudiamos, hacemos cursos; es algo que nos tomó un poco por asalto y no fue una propuesta pensada sino que nos fue llevando más un hilo del deseo”. La Escuela de Equitación criolla surgió un poco de casualidad porque no estaban tratando de implementar esto como negocio, sino que la gente se acercaba a preguntar si daban clases y de a poco, en su adolescencia tardía, empezaron a hacerlo esporádicamente. Eso fue tomando una estructura con el tiempo, se fueron organizando, les gusta y tienen, hace 25 años, cien alumnos por ciclo con lo cuál, ha pasado gran cantidad de personas. Aseguran que no es un problema el tiempo que cada uno requiera para poder animarse o a perfeccionar algunas cosas; las clases son grupales y eso les interesa como herramienta de aprendizaje, porque justamente, “siempre se aprende del que más sabe y del que también trae algunas imposibilidades”. No hay un curso que tiene un principio y un fin. Se sabe cuando se llega por primera vez a Rincón Chico y no cuándo se va a ir. Al hacer una clase de prueba, se le da un caballo bien manso, se ve lo básico y en función de eso se juntan a planificar cómo van a seguir pero con la salvedad de que el recorrido es personal, porque quizás el objetivo es “sacarse el miedo” o “solamente quería andar”. Aún así, cuando va un jinete nuevo, siempre, en la primera clase se sale a andar, se monta y afirman que el resultado siempre ha sido “buenísimo”, incluso con los que tienen nervios o miedo que terminan relajándose y pasándola bien. Según la experiencia de Adriana: “La gente se acerca cuando quiere montar de otra manera que no sea salto o polo”. El amor a los caballos es algo hereditario: “Tenemos dos hermanos que no se dedican a esto y tienen sus caballos; disfrutamos el andar a caballo en familia y no nos imaginamos la vida sin estar rodeados de caballos”. La gente suele acercarse por recomendación y, en principio, quiere ir para tener una actividad que los relaje y los distraiga pero después terminan transformándolo en una forma de vida. Ellos también organizan acciones extras a las clases como asados, picadas, cabalgatas o timbas por lo que siempre hay un motivo para reencontrarse y disfrutar de Rincón Chico de otra manera. Esta propuesta apunta a encontrar y formar un grupo de pertenencia y es una actividad que la puede disfrutar la familia entera, no es que hay un padre acompañando a su hijo; el hijo toma clases, el padre toma clases y los dos comparten la misma actividad. A modo de balance Irene relata que: “Lo que más nos gusta es que nos encanta, que nosotras enseñamos algo que no podemos dejar de hacer; en todos los momentos que tenemos solas o con nuestros viejos que siguen andando a sus 75 años, con nuestros hermanos, nuestros hijos siempre que podemos se sale a andar a caballo y creo que cuando uno hace una actividad que te gusta tanto, te sale enseñar porque te apasiona hacer eso”.

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