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  • Estamos en el horno

    » Data Chaco

    Fecha: 13/07/2024 11:26

    Juan Carlos Tuyaré. Existe una frase muy popular que define casi con exactitud una situación causada por un problema difícil de resolver: "Estamos en el horno". Hoy recordaremos un "estamos en el horno" real que forma parte de la narración bíblica y que tiene relación con la historia de un rey, y un trio de jóvenes de su reino, que se opusieron a su mandato. La historia de un rey y tres jóvenes Nos referimos al rey Nabucodonosor, que reinó Babilonia unos 600 años antes del nacimiento de Cristo. Fue un rey que conquistó numerosas naciones con su poderoso ejército, y a tal punto era su autoestima, que llegó a decir: "¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?" Fue dominado por su desmedido orgullo, por lo que fue castigado cayendo como víctima de licantropía, un desorden mental en el que el afectado se imagina que es un animal, señalando el relato bíblico que estuvo "siete tiempos" privado de su razón, comiendo hierba como un buey. Luego recobró la razón y siguió reinando durante 43 años más. Antes de ser castigado por el cielo, mando hacer una estatua de oro de sesenta codos de altura. El codo era una medida de longitud empleada en ese tiempo y representa la medida que hay entre el codo y el final de la mano abierta o puño cerrado, aproximadamente unos 50 centímetros, dicho de otro modo la estatua media unos 30 metros de alto. Terminado su emplazamiento decretó que en un determinado tiempo, previamente indicado, todos debían inclinarse y adorar la estatua de oro y cualquiera que se niegue a hacerlo sería echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Decidieron mantener su fe Pero llegó a los oídos de Nabucodonosor, que tres jóvenes se negaron a hacerlo y entonces fueron traídos delante de su trono, a quienes el rey les dijo: "¿Es verdad Sadrac, Mesac y Abed-nego que ustedes no honran a mi dios, ni adoran la estatua de oro que he levantado? Porque si es verdad vuestra negativa y no se arrepienten serán echado en medio de un horno de fuego ardiendo." Entonces ellos respondieron: "No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí que nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano oh rey, nos librará; y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado". Entonces los tres jóvenes fueron atados y lanzados dentro del horno ardiendo, y era tanto el calor, que las llamas mataron a quienes los tiraron adentro; pero el poder del fuego no pudo con ellos. Reconocer el poder de Dios Entonces el rey les dijo: "Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos de Dios Altísimo, salgan y vengan; y ellos salieron de en medio del fuego. Y Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron con el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a otro dios que su Dios. Por tanto decreto que todo el pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia con el Dios de ellos sea descuartizado", y de manera inmediata exaltó a los tres jóvenes. Ya después de la muerte y resurrección de Jesús, unos 700 años posteriores, el autor de la carta a los Hebreos, en su capítulo 11, donde describe el significado de la fe, hace alusión a este hecho, cuando dice que quienes creían en el poder de Dios, por la fe "apagaron fuegos impetuosos". Metafóricamente hablando, hemos estado en el horno o estaremos alguna vez, no es eso lo importante, lo realmente importante es que actitud tuvimos o tendremos en el caso de estarlo. La fe en Jesús; es decir la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, es la que marcará el resultado de estar en el horno. Confía solamente en Dios, y él lo hará.

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