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  • Mark: el apocalipsis según Robin Wood y Ricardo Villagrán

    » Agencia Nova

    Fecha: 02/07/2024 19:39

    Por Iván de la Torre (*), especial para NOVA Mark comienza con una catástrofe que parece destinada a poner fin a toda la vida sobre la Tierra: “La humanidad está condenada. Las explosiones atómicas y la expansión de los gérmenes bacteriológicos han creado una especie de niebla venenosa que avanza sobre la superficie del planeta. No hay forma de detenerla y está destruyendo todo”. Como otras series emblemáticas de Wood (“Mojado”, “Savarese”, “Amanda”…), el protagonista se queda solo siendo apenas un niño, cuando sus padres deciden enterrarlo en un ataúd de plomo para tratar de salvarlo de la catástrofe y, desde ese momento, debe enfrentar un mundo aterrador, poblado por mutantes, destructores, amazonas y caníbales. Aunque el argumento parece propio de una película de ciencia ficción típica de Hollywood, con un héroe musculoso y atractivo brillantemente dibujado por Ricardo Villagrán, lo que realmente le interesa a Robin es ver como se comportan las personas después de una inmensa tragedia que cambia completamente la vida en el planeta, dejando diferentes grupos de sobrevivientes ansiosos por hacerse con el poder: “Los mutantes son miles. Se dedican a cazar a los humanos sobrevivientes. Son un poco vampiros. La niebla los convirtió en algo muy extraño y nos odian por haber sobrevivido y conservar nuestra forma humana”. “La Ciudad... La Ciudad existe y crece... Sus habitantes se dejaron enceguecer por el maquinismo: naves voladoras, máquinas, energía atómica... Todo en manos de computadoras”. “Los destructores son asesinos, una especie de secta o banda. Destruyen todo lo que encuentran. Pelean contra los mutantes, contra los sobrevivientes, contra los de la Ciudad. Son asesinos. Hombres y mujeres. Van de a uno o en bandas y son los bastardos más duros y salvajes que te puedas imaginar. Matadores irrazonables a los que todo el mundo evita desesperadamente. Un destructor combate con cualquier arma, con los puños y los dientes, y solo se detiene cuando los matan”. En ese escenario brutal, Mark es una nueva encarnación del clásico antihéroe woodiano, un hombre con principios que se niega a rendirse y resume su credo personal en una frase perfecta: “Yo soy un ser humano con un orgullo y un fusil… y uno defiende al otro”. Robin reivindica, una vez más, al hombre que se opone a los violentos y autoritarios, todas esas figuras (mutantes, amazonas, destructores…) que intentan imponerse a través del miedo: “Podrás matarlo, aplastarlo, aniquilarlo, pero hay algo que no puedes: ponerlo de rodillas”. Mark se opone a los eternos tiranos y los baja del pedestal que construyeron para ponerse por encima de los demás con frases certeras, llenas de ironía: “Hombres como usted sólo piensan en una humanidad que sea un monumento a su propia gloria. Una especie de pirámide. Y olvidan que las pirámides eran simplemente tumbas magnificadas. El requerimiento para disfrutar de ellas era estar muertos”. En la serie aparece Hawk, uno de los inmensos personajes secundarios creados por Robin, un luchador con un brazo metálico y el rostro de Kirk Douglas, víctima de un experimento fallido: “Habías perdido tu brazo y querías otro. Además, existía tu orgullo. El gran científico que quería vencer a la naturaleza. Y te injertaste el brazo de un mutante y le diste vida con radioactivos. ¿Como sospechar que esa inteligencia crearía una inteligencia independiente? Había comenzado a dominarte cuando lo descubriste y me encerraste en la funda negra que anuló mi poder radioactivo”. Robin también inventa a Beast, uno de los mejores villanos de la historieta argentina, el duro, cruel, inteligente, astuto, despiadado y carismático líder de los mutantes, decidido a dominar el mundo: “Hermanos, todos ustedes me conocen. Yo soy Beast, el hermano mayor, el que los llevará a la victoria. Somos superiores en número a todos los otros sobrevivientes. Los esclavizaremos. ¡Y nosotros seremos los amos! ¡Armémonos! ¡Unámonos! ¡Tendremos armas, naves y guerreros invencibles! ¡La Tierra entera será nuestra! ¡Acabaremos con el hombre y sobre su tumba alzaremos un imperio como jamás se vio! ¡Beast lo promete! El mundo de ayer no existe y el hombre sueña con una civilización muerta y sepultada. Ahora es nuestra hora. Les daremos el golpe de gracia. ¡Esclavizaremos a los que sean útiles y aplastaremos a los que nos enfrenten!”. Aunque la serie está llena de acción, personajes carismáticos y enfrentamientos, lo que la diferencia de las tradicionales sagas de ciencia ficción es la capacidad de Robin para mantener la atención del lector mientras le habla de los temas que realmente le interesan como el valor, la dignidad y la importancia de sostener los principios incluso en el peor escenario posible: un mundo devastado donde, en apariencia, solo los más fuertes y crueles pueden sobrevivir. Wood reivindica, una vez más, a los hombres y mujeres que se niegan a rendirse, a dejarse humillar, a ser sometidos por “todos aquellos que se aprovechan de quienes no pueden defenderse” Mark también es un canto a la amistad, un tema central en todas las obras de Robin, (Hattusil acompaña a Nippur; Hipólito a Mojado; El Diablo a Morten; El Profesor a Chaco; El Gran Cerdo a Dago…; Mario a Savarese), con el protagonista iniciando un desesperado viaje, en medio de la guerra con Beast, para salvar a Hawk, víctima de la mutación que sufre su cuerpo: “Súbitamente Mark, el luchador, tuvo deseos de gritar, de llorar, bajo esa luna de hielo que colgaba como un espejo muerto en la noche negra, pero no lo hizo. Se tragó su angustia como quien se traga un bocado de veneno. Y es que los luchadores son así. Tienen tiempo para defenderse y morir, pero no tienen tiempo para llorar. Por eso muerden su desesperación y marchan bajo la luna con muertos sobre sus espaldas... Y la luna cuelga en la noche, como un espejo muerto: ‘¡Tengo que encontrarlo! Tengo que verlo, maldición. Él es lo único que me queda... y tal vez yo soy lo único que le queda a él. ¡Sí, lo encontraré!’”. Wood usa, una vez más, una tragedia terrible para retratar las infinitas posibilidades del ser humano, tanto para el bien como para el mal, y la sintetiza magistralmente en un párrafo inolvidable: “Hay esperanza, más allá del odio y del miedo, y por eso debemos luchar. Lo único que nos hará sobrevivir es recordar que somos seres humanos... que la vida de cada uno es un bien incalculable que no se debe desperdiciar. Si olvidan algo así, estarán perdidos. Se convertirán en bestias y desaparecerán. No habrá más lealtad ni unión y al final se matarán unos a otros por un pedazo de pan o un trago de agua”. Esas palabras sintetizan el credo woodiano, la esencia de todo su trabajo, la idea de que es el propio hombre quien decide su destino, luchando contra sus miedos y también contra todos aquellos que intentan someterlo a través de la violencia. Tal vez por eso, tantos años después de su publicación, las historietas de Robin siguen más vigentes que nunca, leídas por millones de lectores a los que sus palabras le cambiaron (y, en muchos casos, le salvaron) la vida. (*) helliconiaa@yahoo.com.ar

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