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  • Un verano con 10 grados menos

    » Diario Cordoba

    Fecha: 01/07/2024 03:04

    El bar Casinito de Cerro Muriano está regentado por tres hermanas, Silvia, Estefanía y Victoria Gómez Calvo. Son la tercera generación de un negocio surgido al pie de la carretera que ha sido testigo de la evolución del núcleo poblacional durante las últimas décadas. Su actividad se centra, sobre todo, en desayunos, unos desayunos que a partir de la llegada del verano se multiplican «porque viene mucha gente de fuera que tiene aquí vivienda y, claro, eso se nota en el trabajo». Son clientes, aunque temporales, «conocidos, casi todos de Córdoba, y la mayoría vienen buscando el fresquito y eso se nota por la noche». Un negocio al que le viene especialmente bien el verano es al de Ana Marta Torrico, quien regenta un puesto de jeringos desde hace 20 años. Para ella, la llegada de los veraneantes supone duplicar los resultados. Y también el trabajo. «En invierno gasto un saco de harina de 25 kilos a la semana y en verano son dos los que necesito». Más pacientes Por su parte, Juan José Obrero, que dirige el bar que abrió su abuela en 1937, el Restaurante X, tiene una visión algo más amplia, la que le otorga el hecho de ser el presidente de los empresarios de Cerro Muriano. Por eso su análisis entra en otros aspectos, como el sanitario, pues indica que uno de las mejores formas de medir el aumento poblacional es la médica, «que me cuenta que el nivel de pacientes que ve a diario es mucho mayor que el resto del año». El otro aspecto que apunta es el de la vivienda, ya que asegura que desde la pandemia muchas de las viviendas que antes se alquilaban para el verano ahora se han vendido para establecer la residencia estable, por lo que «hay mucho menos para alquilar». Respecto al negocio, el cambio que nota Juan José es el tipo de clientes «porque en invierno, además de los vecinos, los que pasan por aquí son senderistas, ciclistas, excursionistas que se paran a comer y en verano son muchas de las personas que tienen aquí su segunda residencia». Pero matiza que cuando se nota más es por la noche, en las terrazas, y «piensa que sentarse en una terraza aquí supone estar a diez grados menos que en Córdoba». Poco más abajo está el supermercado Alsara, que regenta Andrés (bueno, su mujer, aclara), por el que en verano pasan muchos de los vecinos que llegan al Muriano y reconoce que se nota, «porque se triplica la población y eso supone que tenemos todos más ventas, tanto los bares como los comercios y las demás actividades que hay en el Muriano». Silvia Gómez, prepara las mesas en el bar El Casinito de Cerro Muriano. / Manuel Murillo Algunos vecinos recelan Sin embargo, María José, una vecina de Cerro Muriano durante todo el año, tiene una visión distinta del verano en esta barriada. «Esto es una locura, en invierno a las cinco de la tarde no hay nadie pero en verano esto se mueve muchísimo. Hay mucha gente que viene de Córdoba y de fuera y no tiene nada que ver con el resto del año», afirma. Esto tiene su lado positivo, indica, «porque es bueno para los negocios», pero «no se respetan horarios, no se hacen las cosas como se tienen que hacer y los que estamos aquí todo el año tenemos que aguantar que estén con música hasta la madrugada». Rafael Sotelo es el responsable de otro de los negocios que más nota el incremento de actividad estival, la ferretería El Grifo. Lleva 34 años viendo cómo ha evolucionado la barriada. En estas fechas «se triplica la población, porque es el pulmón de Córdoba», pero cree este empresario que están «un poco abandonados por Córdoba, y, al no tener un núcleo con ayuntamiento propio, nos tienen un poco dejados» en materia de servicios y cuidado de infraestucturas. Tampoco la farmacia se libra del incremento de la actividad veraniega y lo constata Beatriz de la Cruz, que trabaja en ella desde hace años. Su experiencia confirma que se nota ese aumento, pero, además, «cada vez se nota antes». En este caso, la clientela suele ser bastante repetitiva con los problemas que presenta, relacionados con el verano, el calor, las piscinas y el campo y sus picaduras. Trassierra Quien opta por Trassierra lo hace buscando la tranquilidad y el sosiego, con la naturaleza como principal decorado. José Antonio Caballero es, además de responsable de uno de los bares de la plaza, delegado de la Alcaldía, por eso conoce perfectamente la situación de lo que él considera «su pueblo». En dos aspectos coincide con Cerro Muriano, el aumento de visitantes y la temperatura. «Tenemos siete u ocho grados menos que en Córdoba», afirma. En verano, apunta, los 770 ciudadanos censados en Trassierra se triplican y «crece la actividad». Por su parte, Carlos Jiménez Moreno, propietario de la ferretería, comparte con su vecino el beneficio que supone para los negocios la llegada del verano, hasta el punto de que esta temporada representa sobre el 40% de las ventas de todo el año. En la terraza del restaurante El Candil conversan tres visitantes con aspecto de turistas. Ella se llama Sabrina y es cordobesa y ellos son Claus, su marido, y su hijo, Axsel, y han venido de Suecia, donde residen, a visitar a los abuelos, que viven en Trassierra. Ese es el primer motivo por el que están aquí; el segundo, «el campo»; y el tercero, la tranquilidad, la misma que le quitan a los abuelos, Germán y Enriqueta, cuando «alquilan una vivienda a gente joven que pone la música a todo volumen».

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