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  • Atajo a la felicidad: el trabajo interno de soltar que ayuda a evitar traumas y vivir más liviano

    » La Nacion

    Fecha: 29/06/2024 11:40

    Escuchar Cuantas veces corremos haciendo más de lo que podemos para cumplir con objetivos laborales, metas personales o exigencias familiares. Obedeciendo al tirano interno que nos dice que nunca nada es suficiente. “En pos de que nos quieran, hacemos o aceptamos todo, incluso lo que nos hace mal. Desde chicos aprendemos a alejarnos de nuestra fuente donde vibra el entusiasmo, y no el tedio; el amor y no el miedo. La vida, no la muerte”, explica Silvina Scotti, una acompañante de camino espiritual a quien se le despertó su vocación luego de padecer a sus 30 años de una aguda crisis psicológica. Silvina cuenta que salió gracias a un proceso de sanación que la llevó a sumergirse en campos tan diversos como el Tao, el chamanismo, el budismo, la física cuántica y la medicina china. Ya mejor parada, un determinado día, sintió un despertar potente y un llamado a compartir su peregrinaje. “Estuve cerca de partir, pero se me dio la oportunidad de quedarme para concretar esta misión”, relata desde su bella casona de Tigre la fundadora de Reencuentro del Alma, un espacio donde, a través de talleres y retiros, las personas buscan reconectar con su mundo interno y desarrollar su conciencia espiritual y colectiva. En diálogo con LA NACION, describe su propósito de este modo: ayudar al ser humano a emprender un camino de regreso a casa. “Desde muy chiquitos, desde los tres años buscamos afuera el amor que tenemos dentro. La vida plena la experimentamos al reencontrarnos con nuestra alma divina y bondadosa, dejando atrás las máscaras que fuimos construyendo para adaptarnos a nuestro medio”, explica. –¿Cómo se logra esto? –En la construcción del ego todo está puesto en el exterior y nuestra existencia queda dominada por ese mecanismo de supervivencia: buscar que nos aprueben a cualquier precio. Esto nos lleva a sobrevivir en vez de vivir. Perdemos el asombro, la alegría y nuestra energía vital. En cambio, cuando logramos encontrar ese manantial que palpita en nuestra profundidad, el mundo externo se vuelve algo que nos enriquece y no que nos emparcha. Si nosotros mismos nos sentimos amor, no necesitaremos que nos amen. Si esto ocurre, será una fiesta. Pero nuestros actos ya no tendrán la intención de conseguir cariño, si no que serán genuinamente bondadosos porque brotarán de nuestra fuente interna de amor. –Proponés salir del paradigma de la competencia que genera sufrimiento y pasar a uno de colaboración. ¿Cómo daña la autoestima el vivir comparándonos? –Sumergidos en el mecanismo del ego vivimos permanentemente evaluándonos con otros en lugar de disfrutar los propios dones que traemos para compartir con el mundo. El ego compite; el alma, comparte. ¡Qué importante es percibirnos como una pieza única e irrepetible del rompecabezas humano! Nuestra responsabilidad como alma consiste en compartir el talento que trajimos al mundo para manifestar la belleza en la vida. –Pero, ¿no podría ser una utopía pretender vivir desarrollando el propio talento? A veces nos vemos obligados a realizar trabajos que no nos gustan por necesidad. –Solemos pararnos en el viejo paradigma de creer que las cosas se consiguen con esfuerzo. Donde hay excesivo esfuerzo, el alma no fluye. No hay que desmerecer lo fácil porque habla de que estamos anclados en nuestro talento. Y si nos encontramos con quienes somos de verdad, la abundancia estará asegurada y el trabajo adecuado también. En la construcción del ego todo está puesto en el exterior y la existencia queda dominada por ese mecanismo de supervivencia: buscar que otros lo aprueben a uno a cualquier precio –Estamos en un contexto de país difícil desde el punto de vista económico y social. ¿Cómo salir de la preocupación? –Respecto a nuestra nación es importante asumir que todos somos responsables de un estado colectivo; no hay “culpables” únicos afuera. La pregunta sería: ¿qué energía estamos irradiando? Estoy convencida de que, cuando haya amor en el corazón de las personas, no habrá hambre en el mundo. Con relación a la preocupación por la situación actual, es importante no dejarse tomar por ella y diariamente enfocarnos en un registro de abundancia, incluso de lo más pequeño. Nos han educado para confiar más en lo aprendido por la personalidad y no por el alma. Si empezamos a entregarnos a nuestro yo auténtico, las cosas llegarán a nosotros. Vendrá lo que resuene y esté en sintonía con quienes somos. También lograremos ser abundante en lo económico porque la prosperidad se manifiesta en todos los planos a la vez: nuestros vínculos, nuestro trabajo o estudio, nuestra salud, nuestro dinero. –Pero a veces parafraseando a Milei “no hay plata”. –El dinero es como el oxígeno. Uno no vive pensando si tendrá o no suficiente aire para respirar. Lo damos por hecho. Lo mismo ocurre con la plata: no debería ser un tema. Hay muchas personas que tienen poco y son inmensamente felices. No ponen el foco ahí. Y otras que tienen mucho y lo padecen, porque sienten que se lo van a sacar y se aferran a él. Son ricos pero su registro es de insuficiencia; les cuesta disfrutar eso que poseen. No nos olvidemos de que lo que vibra dentro, es lo que genera la experiencia. Si la plata no fuera un tema, si no le pusiéramos tanto peso y viviéramos desde un lugar más libre: (si hay, hay y si no hay, no hay), fluiríamos en el presente con mayor liviandad. –¿Cuál es el secreto para experimentarnos abundantes? –Simplemente pararnos en la gratitud y no la queja. La queja es carencia; el agradecimiento es un estado donde el corazón se expande y vibra en plenitud. Descubrir la maravilla de lo que está sucediendo aquí y ahora. Una sonrisa, una flor, un gesto de amor. Si hay tanta belleza alrededor nuestro para apreciar, ¿cómo se nos ocurre focalizar en lo que falta? –¿Cómo ejercitarlo a diario? –Emprender este camino implica ante todo una decisión. La meditación ayuda, pero es un medio, no un fin. Nosotros creamos nuestra historia a partir de la repetición de creencias y si hoy elegimos no vivir más desde la escasez, el lamento o la desvalorización tendremos que ejercitarnos en prohibir que estos pensamientos tengan espacio en la mente. Cada vez que nos aceche una creencia negativa del tipo: “no valgo”, “no les gustó lo que hice”, debemos cancelarla y no desarrollarla. Y escoger enfocarnos en ideas edificantes que nos llevan a la alegría y la compasión. No hay nadie que no tenga esta abundancia. Podemos escoger entre dos tipos de modelo: el del miedo o el del amor. –¿Cómo describirías cada uno? –Instalados en el miedo buscaremos salvarnos, separándonos del otro. Nos volveremos rígidos y controladores queriendo que las cosas se fijen en un lugar que nos proporciona una falsa seguridad. Automáticamente se nos activará el mecanismo de supervivencia y desvalorización (“no soy suficiente, tengo que ser más exitoso”), y quedaremos atrapados en un estado de amenaza generando cortisol y adrenalina. Y, como el cuerpo físico tiene memoria, reproduciremos estas sustancias tóxicas una y otra vez. Pues, aunque no exista tal peligro, nuestro sistema nervioso no reconoce la diferencia entre realidad e imaginación. Estaremos fuera de eje, alejados de nuestra propia medicina. Nuestros pensamientos tienen la capacidad de generar sustancias que nos enfermen o nos sanen. Cambiar el foco de nuestras ideas es la manera de cambiar nuestra medicina interna. –¿Y cuándo acecha la angustia? –La palabra angustia viene de estrechez o angosto y no es una emoción. Implica que el canal respiratorio se apretó porque algún pensamiento está bloqueando una emoción, buena o mala. Es importante habilitar a que las emociones salgan: la inseguridad, el enojo, incluso el bienestar. Pues a veces, créase o no, nos angustiamos cuando nos va bien, ya que la información antigua que guardamos es que el disfrute no es algo natural o no nos lo merecemos. Cuando viene la angustia es importante hacer respiraciones profundas dirigidas al sistema digestivo, el pecho o la garganta. Para que el aire baje, abra y permita que se manifieste la emoción que estaba bloqueada. –¿Cómo sanar las heridas de la infancia para avanzar en este camino de despertar la conciencia? –Sanar la historia implica soltar. No meternos en la herida. Guardamos una relación intelectual con lo que le ocurrió en nuestra infancia. Una interpretación subjetiva del hecho. El paradigma nuevo es otro: no analizar ni darnos explicaciones. Si cuando, tocamos la herida, nos dan ganas de llorar, lloremos y dejemos que drene. Pero no nos metamos ahí. Hay que dejar de agarrar el pasado (que nos justifica), pues el riesgo es reeditarlo y repetirlo en el futuro. La propuesta es a la inversa: visualicemos el futuro que queremos, y traigámoslo al presente para que se materialice. Soltar es un disparador de crecimiento; no hacerlo, gatilla traumas. –La física cuántica afirma que somos seres ilimitados. ¿Ilusión o realidad? –Sí que lo somos, el tema es que algunos pueden disolver la información vieja (creencias limitantes) y otros no. Para poder crear no hay que perder el foco. Somos seres electromagnéticos. Cada mañana podemos tomar conciencia de la vida que queremos y llenar nuestra mente de cosas lindas. Sentir en nuestro cuerpo esa experiencia, crearla, cerrar los ojos e imaginarnos felices. Lo que irradiamos al universo luego llega. Nadie nos enseñó a educar la mente. Pero es crucial hacerlo. El pensamiento es la cocina de nuestra vida. –En tus talleres explicás que el camino de “regreso a casa” es sencillo. Pero no todos lo viven así. –¡Es mucho más arduo todo el esfuerzo que hicimos, en la primera mitad de la vida, para que nos quieran desestimando nuestra originalidad! Emprender el camino inverso implica reencontrarnos y recuperarnos. Nada más y nada menos que volver a ser quienes realmente somos. Desaprender lo que aprendimos sobre nosotros, pues lo aprendido afuera nos alejó de nuestra verdad: somos seres de luz, de amor, de compasión. A Silvina Scotti se le despertó su vocación luego de padecer a sus 30 años de una aguda crisis psicológica NOELIA MARCIA GUEVARA / AFV

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