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  • Marianela Núñez: El mundo a sus pies

    » Clarin

    Fecha: 29/06/2024 11:22

    Lo primero que aparece en el corredor de los camarines femeninos del Teatro Colón es la megaestrella de la danza mundial, Marianala Núñez, que avanza descalza y apurada. Dedos vendados con cinta, paso enérgico, acompaña a la productora y los técnicos que están registrando su vida y obra para un documental británico pensado para plataformas de streaming. Alguien pregunta con pudor si no debería calzarse, por el frío, por el riesgo, por las dos funciones de Bella durmiente que la esperan sobre el escenario más importante del país. Pero ella apura el paso divertida y dice que no hay problema. Nela está en casa. Al final del corredor, el camarín 12 –su nombre en la puerta, en la misma hoja de papel con la que otros anuncian a las solistas del Ballet Estable– tiene dos espacios: el de la izquierda está tomado por los equipos de la productora que captura a Marianela maquillándose, ensayando, sobre el escenario y –aquí en Buenos Aires– excepcionalmente se colará en su vida personal y familiar. Los padres de la bailarina siguen viviendo en el municipio de San Martín, el conurbano donde ella nació, creció y aprendió a tomarse de la barra. Su pareja, el maestro Alejandro Parente, artista del Colón durante décadas y ahora docente de las principales compañías del mundo, vive en San Telmo, donde ella para cuando visita el país. Pero ahora, el equipo documentalista se va a descansar tras el ensayo y Nela (primera bailarina del Royal Ballet de Londres) se prueba un tutú al que se le realizarán unos retoques en el sector de sastrería y vestuario que este teatro usina tiene, como muy pocas instituciones en el planeta. “Qué valioso e importante es volver al Teatro Colón todos los años –escribirá la bailarina dos días después en su cuenta de Instagram, donde la siguen 635 mil personas–. Compartir escena con el Ballet Estable y unas horas con mi queridísimo público argentino es un regalo al corazón. Gracias a todos por la hermosa bienvenida. Gracias Federico Fernández, qué hermoso compartir estas funciones a tu lado”. Nela está en casa. Marianela Núñez, en un ensayo en el Teatro Colón. Fotos: Martín Bonetto En el sector derecho del camarín, ropa, zapatillas, un pollerín con el que fue retratada en la sala 9 de Julio para Ñ, unos sanguchitos en una caja por todo almuerzo este mediodía y una lágrima con leche de almendras, que va desapareciendo mientras la charla avanza. La bailarina viste un sweater a rayas recién estrenado (lo compró en una tienda del Patio Bullrich ayer), un jean casi pescador. Sí, se calzó medias y zapatillas antes de recordar con detalles su debut días atrás en la cuna del ballet académico, la Ópera de París, un acontecimiento que define, sin dudas, como uno de los más importantes de su carrera. “Y uno de los más importantes de mi vida”, agrega. Está conmovida. Y no es para menos. Muchos artistas sueñan con pisar el escenario de la Ópera Garnier, el mismo que habitó el ruso e inolvidable Rudolf Nureyev (como bailarín y como director) y en el que destaca ahora la argentina Ludmila Pagliero, étoile de esa casa. Sin embargo, la compañía no abunda en invitaciones y, quienes las reciben, son realmente figuras consagradas a nivel planetario. Nela lo es y desde hace bastante tiempo (su dominio técnico es sobrehumano y tu capacidad interpretativa, realmente singular en el mundo de la danza), pero ese convite no pasaba de la expresión de deseo de tal o cual persona: calendarios, momentos, gestiones... ¿quién sabe qué pasaba? –¿Por qué era algo que deseabas tan intensamente? –Todavía estoy flotando. Obviamente, yo sabía que iba a ser una experiencia increíble porque era para mí el sueño del pibe haciéndose realidad. Lo deseaba un montón desde siempre por todo lo que significa ese escenario, esa compañía en la que se encuentran años y años de historia, de tradición. Les tengo admiración y, así como desde chiquita sabía que quería ser primera bailarina y sabía que quería entrar al Royal Ballet, también sabía que quería bailar una vez ahí. Es cierto que muchos de los directores anteriores habían intentado que eso sucediera. Me veían y me decían: ‘Tenés que venir’, pero luego nunca se concretaba. –No es una compañía en la que invite a demasiados artistas. –Por eso lo sentí como un regalo, porque sé lo que significa. De hecho, ya en el último tiempo había aceptado que tal vez no pasaría. Pensé que me quedaba para la próxima vida. Aunque reconozco que tenía una llamita de esperanza. Y fue entonces, cuando se hizo oficial en 2022 que el español José Carlos Martínez iba a ser el nuevo director de la Ópera de París, a la semana me llegó la invitación. Me proponían que me presentara con Giselle, lo cual era increíble. Pero si no era posible, me ofrecían cualquier programa que yo quisiera del resto de la temporada. Y las fechas que mejor funcionaban eran precisamente las de Giselle. Por todo eso, yo sabía que iba a ser súper especial, lo que no me imaginé fue que el resultado iba a ser tan increíble. Después de la primera función, hubo 300 personas esperando que les firmara el libro (N. de la R.: Moments with Marianela, un álbum fotográfico con imágenes de Maria-Helena Buckley editado por Scala Arts Publishers). Y tras la última función, hubo 20 minutos de aplausos de pie. Fue soñado. Fue seguro uno de los highlights de mi carrera. Pero incluso puedo decir de mi vida, ¿eh? Marianela Núñez, en un ensayo en el Teatro Colón. Fotos: Martín Bonetto. –Saber esperar es una constante en tu carrera. Hay roles que te llegaron muchos años después de lo que hoy en día se estila para una solista. ¿Por qué valorás esa espera positivamente? –El mismo rol de Giselle, que esperé y esperé y esperé. Llegué a pensar: ‘Dios mío, nunca me llega’. Y cuando sucede es tan especial. Hace un rato, los chicos del documental me preguntaban por qué bailo, por qué si me duele un poco el pie, por qué y yo no puedo explicar por qué me gusta tanto bailar, por qué tengo esa necesidad, por qué tengo que hacerlo. Me parece que eso también tiene relación con la espera de ciertas cosas. Es cierto que llegué a ser primera bailarina con 20 años, pero desde ese momento tuve que buscar mi momento y así aprendí que cuando algo finalmente es tuyo, lo cuidás y sabés que es genuino. Eso es lo que siento cuando bailo, que es algo que me lo gané y estuve lista, que llegué al final y que ahora es totalmente mío y sabe bien ese momento. Es algo muy interno. –Cuando subís al escenario, la luz te sigue a vos sola, sos la que responde las preguntas de los medios, la que aparece en las fotos en la calle. ¿Tu carrera es una construcción individual en la que tomás el cien por ciento de las decisiones sola o es algo colectivo con tus maestros, la compañía, tu familia? –Hace tiempo que hago mucho hincapié en este tema porque me doy cuenta de que siempre sentí que mi carrera se manejó junto con otros. Es algo que siempre fue así, pero ahora lo tengo como leitmotiv: uno no está solo, el individualismo no existe y paradójicamente vivimos en una sociedad donde lamentablemente esa idea es muy protagónica. Yo creo que no es por ahí, las cosas salen cuando se hacen en grupo, todo es trabajo en equipo. No lo digo para quedar bien, es así: nunca sería quien soy si no hubiera tenido toda la gente que tengo alrededor. Algunos ni siquiera saben la ayuda que me están dando. Me encargo de decírselos, pero hay personas a las que no tengo acceso, pero que influyen en mí. Creo que este es un mensaje que hay que dejar: no hay que sentirse raro si uno es vulnerable, hay que pedir ayuda porque sin gente que te ayude, no se puede y siempre hay alguien que te va a dar una mano. –Para una nena de San Martín, con condiciones y un talento extraordinarios, ¿sería hoy más fácil o más difícil hacer una carrera como la tuya? –No lo sé. Quién sabe, porque además son muchas las cosas que influyen, de manera que es difícil de responder. Sí pienso que tenemos muchísima suerte en contar con el Instituto Superior de Artes del Colón, donde cualquier persona puede formarse. Por ejemplo, el Royal Ballet School, la escuela del Royal Ballet, es muy cara. Las familias de los chicos pagan muchísimo y es cierto que hay becas y hay personas que los ayudan, pero cuando digo que es muy caro, es muy caro realmente. Entonces, nosotros tenemos el Instituto Superior de Arte, que es estatal y tenemos que estar orgullosos de esta institución que durante años y años ha formado a bailarines increíbles. En cualquier compañía del mundo encontrás artistas que salieron de acá, y lo podemos ver acá mismo, en el Ballet Estable, que tiene bailarines impresionantes con maestros impresionantes formados en una institución a la que tiene acceso cualquier chico, de cualquier clase social y eso no pasa en muchos lados. Es algo de lo que tenemos que estar súper orgullosos, valorarlo y cuidarlo porque es fundamental. –¿Qué le aporta al país un bailarín argentino en una compañía extranjera? –Cada uno representan al país de manera impresionante, porque luce una formación impecable y además porque todos los que nos fuimos también tenemos la habilidad de adaptarnos a cualquier situación y a cualquier estilo. Eso es un orgullo. Cuando llegué a la Ópera de París en mayo, el primer día me la encontré a Ludmila Pagliero ahí, donde es étoile, y se me cayeron las lágrimas porque pensé en esa chiquita que salió de acá y ahora brilla en ese teatro con tanta historia y del que ella es parte; ella, que es argentina, ahora forma parte de ese linaje único. Entonces, hay que valorar eso, hay que cuidarlo, hay que hacer lo posible por protegerlo. Bella Durmiente (producción 2017) con Marianela Núñez y Federico Fernandez. Foto: Maximo Parpagnoli, gentileza Prensa Teatro Colón. / Archivo Clarín. –Este año, bailás Bella durmiente, con coreografía de Mario Galizzi, que es una obra que te acompaña desde siempre. ¿Cómo te relacionás con esta clase de clásicos, que están siendo problematizados porque pueden dar mensajes confusos? –A mí me encanta porque tengo un amor enorme por los clásicos, adoro hacerlos. Bella durmiente me llegó cuando tenía 21 años. Era chiquita y lo he bailado muchísimas veces en los roles de Aurora y del Hada Lila. Hablábamos con otras periodistas sobre que la historia no es tan compleja, pero es cierto que todos los cuentos de hadas admiten nuevas lecturas y está bien. Pero también me parece que nos estamos alejando demasiado –con la tecnología y con el rumbo que toman las cosas–de la magia que estas historias tienen para ofrecer y que el mundo (cada vez más oscuro) también necesita. Por eso, me gusta representarlos. Me gusta que, durante tres horas, adultos y niños se conecten con esa ilusión. –Justo esta obra se grabó en DVD y se transmitió en cines en Londres. ¿Te gusta protagonizar esas funciones en dos soportes? –Si, me genera nervios la idea de que la mirada está muy cerca y que cada movimiento queda ahí para siempre, para que cualquiera lo rebobine y rebobine. Pero me gusta hacerlo. Me parece además que es una manera copada para acercarle arte a la gente que por ahí no tiene acceso a una entrada de teatro o que siente cierta timidez para ir. –¿Te mirás en los videos o, como pasa con la mayoría de los bailarines, preferís no verte? –Si, incluso el pre recording sobre el que trabaja el director de cámaras para editar la versión final. Lo pido para justamente entender dónde se acerca más la cámara, cuándo eligen hacer primeros planos y para estar más atenta. Sé que hay colegas que no se miran porque después se quedan pensando en las cosas que no les gustaron, pero yo prefiero verme porque, si tengo que corregir algo, me ayuda a corregirlo. –A las bailarinas se las representa como frágiles o sumisas. Sin embargo, el universo de la danza, centrado en la mujer, es muy feminista. –Son temas complejos. Yo tomo mis propias decisiones y vivo mi vida. La danza te ofrece una disciplina que te da una fuerza enorme para llevar no solo la carrera sino además la vida en sí. Somos mujeres que le ponemos enorme garra y tomamos nuestras decisiones. Es lo contrario de una chica frágil. Marianela Núñez, como la princesa Aurora en Bella durmiente. Foto: Maximo Parpagnoli, gentileza Prensa Teatro Colón. / Archivo Clarín. Básico Marianela Núñez San Martín, 1982. Primera bailarina del Royal Ballet de Londres.

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