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  • Es capaz de leer 4700 palabras por minuto y reveló su secreto: ¿sirven de verdad estos métodos?

    » Infobae

    Fecha: 24/06/2024 08:38

    La británica Anne Jones fue seis veces campeona mundial de lectura rápida Esta nota tiene 1.873 palabras. A un lector promedio le llevaría poco más de ocho minutos. A Anne Jones le bastaría con tan solo veinticinco segundos. Anne Jones es una docente británica ya jubilada, pero también es, quizás, la lectora más veloz del mundo. Su palmarés así lo avala. Fue seis veces campeona mundial de lectura rápida, con registros sorprendentes: en su última proeza, fue capaz de leer “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, novela de más de 600 páginas, en tan solo 47 minutos y un segundo. Su mejor tiempo es el de 4.700 palabras por minuto. En 1997 conoció el mundo de la lectura rápida. Su primer acercamiento fue “The Speed Reading Book” del gurú Tony Buzan y, entusiasmada, asistió a un curso de formación con Vanda North, otra mentora en la materia. Ese mismo año llevó a un grupo de estudiantes a participar en la Olimpiada de Deportes Mentales en Londres, donde ella se consagró en la competencia de lectura rápida. “La Olimpiada de Deportes Mentales organiza distintas competiciones. En una de ellas, la de lectura rápida, tienes que leer un libro inédito, terminarlo y responder 30 preguntas. Las puntuaciones se calculan multiplicando las palabras leídas por minuto por el porcentaje de respuestas correctas. En las distintas ediciones se pudo comprobar que mi comprensión no se ve afectada pese a la velocidad”, dijo Jones en una entrevista con Infobae. Cuando reconoció que tenía un talento inusual, se dedicó a entrenar interesados en la lectura rápida. Viajó por el mundo dando a conocer su técnica y hoy también enseña a distancia, por videollamada. En su libro, “How to be a speedy reader”, explica detalladamente su método, da consejos sobre cómo ahorrar tiempo. Cuenta que lee cada una de las palabras, que no hace un mapeo general del texto, pero se sirve de un sustento fundamental: usa una guía para acompañar la lectura. Jones grafica su secreto con un experimento: -Necesitas encontrar a alguien a quien puedas observar mientras intenta mirar alrededor de la circunferencia de un círculo -dice-. Pídale a su voluntario que imagine un plato redondo suspendido verticalmente con el brazo extendido desde su cara. Observe los movimientos que hacen los ojos cuando intentan mirar alrededor del círculo. Compara esto con otro intento, esta vez siguiendo tu dedo mientras dibujas el círculo en el aire para tu voluntario. ¿Los ojos de tu voluntario siguen tu dedo y crean un círculo? Lo que probablemente habrás observado es que el primer intento fue un polígono irregular: todo líneas rectas y ángulos. El cerebro le está dando a sus ojos la mejor aproximación de dónde debería estar la siguiente fijación. Tan pronto como los ojos se mueven, el cerebro tiene información limitada con la que trabajar y hace sus mejores conjeturas. El segundo intento de formar un círculo probablemente tuvo mucho más éxito. Nuestros ojos y nuestro cerebro responden muy bien cuando les damos algo que rastrear. Como especie estamos programados para responder al movimiento. Pensemos en los habitantes de las cavernas de la prehistoria... Si algo se movía, podría ser un depredador a punto de atacar o muy posiblemente un animal que podría ser cazado para alimentarse. Nuestros ojos siguen un objeto en movimiento con un movimiento de “persecución suave”. El secreto del éxito como lector rápido es el uso de una guía. Esto ayuda a los ojos del lector a seguir con fluidez y facilidad las líneas de una página. Entonces, recomiendo, comience con un lápiz. Jones se dedicó a la docencia y hoy da a conocer su método de lectura rápida Según su experiencia, los movimientos oculares guiados son mucho más precisos. La lectura guiada, con un lápiz, ahorra tiempo y ayuda a mantener la atención en el texto. “Básicamente existe un límite en lo que puede almacenar la memoria temporal. Si se sobrecarga, algo se caerá. Entonces, si quieres recordar lo que lees, debes prestar atención”, aseguró. A Jones le gusta pensar en la lectura de un texto como un proyecto. Para ella, la comprensión es tan solo uno de los niveles de lectura. Su teoría se sustenta en la Taxonomía de Bloom, que desglosa al conocimiento en seis dimensiones: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear. De acuerdo al tipo de texto, la especialista define un propósito que orientará su enfoque. El tiempo que le dedicará variará de acuerdo a si se trata de un texto académico, de una novela, de una poesía. Hace una lista mental de lo que le gustaría saber una vez terminada la lectura y si, cuando llega al final, puede responder esas inquietudes, habrá cumplido con su objetivo. “El proceso de la lectura en sí consiste de dos etapas. La primera es la lectura en sí y la segunda es pensar sobre lo que estamos leyendo. La lectura rápida libera más tiempo para pensar. Por ende, podemos sacar más provecho de la información que leemos”, consideró. -¿Qué beneficios tiene leer rápido en su vida diaria? -Podría decir que estoy mejor informada. Tengo más tiempo para leer y absorber conocimiento. -¿Encuentra placer en ese tipo de lectura? -Sí -respondió sin titubeos. ¿Qué dice la ciencia sobre los métodos de lectura rápida? Los adultos, en promedio, pueden leer alrededor de 230 palabras por minuto cuando lo hacen en silencio. Cuando leen en voz alta, en cambio, la cifra se reduce a unas 180 palabras. Los métodos de lectura rápida, como el que propone Anne Jones, son ampliamente cuestionados por la ciencia. Si bien sus resultados son verificables (lee unas 4700 palabras por minuto), eso no implica que sus técnicas sean extrapolables. “No conozco ningún programa de investigación que haya probado que los lectores pueden ser entrenados para leer más rápido sin ningún costo para la comprensión detallada o el rendimiento de la memoria en una prueba. Es probable que haya cierta degradación en algunos componentes de la comprensión profunda mediante la lectura rápida”, explicó David Balota, profesor de Psicología y Neurología en la Universidad de Washington, en diálogo con Infobae. Balota se especializa en el reconocimiento visual de las palabras y la memoria semántica. Según su mirada, todo depende del objetivo de la lectura. Si se trata de recoger información esencial y más bien superficial, es probable que existan algunos beneficios en los métodos de lectura rápida. Entrenar para hojear un texto, concentrarse en solo unas pocas palabras, puede ser útil si no se necesita información detallada. Pero, si uno quiere apreciar cómo un personaje en particular se relaciona con sus pares en una historia dentro de un entorno, entonces harán falta análisis lingüísticos de mayor nivel que exigen mayor memoria de trabajo. Los métodos de lectura rápida son cuestionados por la ciencia Michael Masson, profesor de neurociencias de la Universidad de Victoria, Canadá, coincide en ese punto. “Cualquier individuo puede variar su velocidad de lectura para adaptarla a la naturaleza del material que está leyendo. Por ejemplo, un artículo científico frente a una novela. Y también al objetivo que tiene al leer un texto en particular. Por ejemplo, encontrar algún detalle o información específica o entender la idea principal”, precisó ante la consulta de este medio. Solo dos técnicas fueron testeadas por la ciencia. Por un lado, el método de lectura rápida de Evelyn Wood, pionera en la materia. Los investigadores midieron la velocidad y la comprensión antes y después de hacer un curso entre los denominados “lectores rápidos” y un grupo de control y demostraron que los lectores rápidos podían inferir las ideas centrales de un texto, en gran parte por la cercanía o no con la temática: mientras menos familiarizados estaban, por un ejemplo con un paper científico, peor era la comprensión y la brecha entre unos y otros participantes se igualaba. El segundo método de lectura rápida estudiado es el que consiste en presentar el texto por palabras. Mostrar solo una palabra a la vez a alta velocidad en lugar de oraciones completas, generalmente a través de una aplicación de computadora o celular. Este método libera a los lectores de realizar movimientos oculares y, en teoría, agiliza la lectura. Sin embargo, los estudios científicos demostraron que la presentación secuencial de un texto genera una comprensión similar a la convencional, siempre y cuando se contemplen pausas. De lo contrario, sin recreos, se pueden esperar déficits de comprensión. Unos años atrás, en 2016, un comunicado de la Association for Psychological Science (APS) echaba por tierra la ilusión de enseñar métodos para leer libros completos en cuestión de minutos. El título era una declaración en sí misma: “Las promesas de lectura rápida son demasiado buenas para ser verdad”. Y dentro del comunicado aclaraban: “La evidencia científica disponible demuestra que existe un equilibrio entre velocidad y precisión: a medida que los lectores dedican menos tiempo al material, necesariamente lo entenderán peor”. Los programas de entrenamiento mental, como resolver un cubo de Rubik o memorizar naipes, funcionan. Suelen ser exitosos para esa tarea en particular: para resolver un cubo de Rubik o memorizar naipes, pero no son generalizables a otras actividades similares. Por ende, explica Balota, un curso de lectura rápida es posible que aumente la velocidad al leer, que les permita a sus participantes hojear un texto en busca de cierta información, pero no por eso redundará en un análisis más exhaustivo de lo leído. Más bien lo contrario. Cada lector, un caso aparte Cada lector debe encontrar su entorno y condiciones propicios para la lectura “Cada lector es único. Primero deberíamos preocuparnos más por la comprensión que por la velocidad de lectura”, remarcó Lauren Trakhman, investigadora de la Universidad de Maryland, a Infobae. “Se puede aumentar la velocidad con la práctica, pero normalmente la comprensión empeora. Es mejor leer a un ritmo más lento con el que el lector se sienta cómodo y comprenda más de lo que se lee”. La especialista recomendó eliminar tanta distracción como sea posible a la hora de emprender la lectura. Con el sinfín de estímulos alrededor, la concentración tambalea. Por eso, aconseja configurar el celular en “no molestar” e incluso dejarlo fuera de la habitación. “Algunas personas también encuentran que la lectura impresa distrae menos. Además, la música con palabras puede distraerte, por lo que si quieres escuchar música, sugiero música sin letra para leer”, agregó. Para Masson, la clave está en aumentar la tolerancia a las distracciones paulatinamente. Empezar por leer en un entorno sin ruidos ni estímulos externos y luego practicar la lectura con música, gente alrededor, e incluso alboroto hasta poder sortear esas molestias. “La práctica y la perseverancia son esenciales. Para ayudar a mantener la motivación para leer, conviene practicar tanto como sea posible con material de lectura que sea de gran interés para que uno se sumerja en el texto y realmente quiera leer la siguiente oración y descubrir qué sucede a continuación”, recomendó. Por su parte, Balota cree que la gran cantidad de estímulos que rodean a un lector no es la cuestión crítica, sino “la presencia de estímulos de distracción altamente relevantes y significativos para una persona determinada”. La clave está en encontrar qué funciona para cada uno. “Por ejemplo, yo he podido leer mientras esperaba un vuelo, a pesar de que hay muchas distracciones ruidosas. A veces, se trata de intentar una lectura concentrada en una variedad de contextos en lugar de asumir que no podremos en tal o cual entorno”. Ni los métodos milagrosos ni los entornos privados de distracciones ni las preferencias de lectura son extrapolables porque, otra vez, cada lector es un mundo.

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