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  • Caza de brujas: de McCarthy a Milei

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    Fecha: 24/06/2024 06:23

    No se sabe si Joseph McCarthy también había recibido directamente de Dios la misión de acabar con el comunismo en la Tierra, como es el caso de Javier Milei, pero es el antecedente más conocido de ese desafío divino. McCarthy era un hombre que había tenido una infancia muy difícil, pero que con esfuerzo había logrado hacer una carrera profesional, como abogado, juez y político. Llegó a ser senador de los Estados Unidos y a presidir el Comité de Actividades Antiestadounidenses. El viejo cazador. Durante cuatro años, sus denuncias y su estilo agresivo lo llevaron a convertirse en una estrella política y mediática. Protagonista permanente del prime time y responsable de mantener en vilo a su país persiguiendo a supuestos comunistas. En su mira estuvieron desde insospechados referentes de Hollywood como Charles Chaplin y Walt Disney hasta reconocidos científicos como Albert Einstein y Robert Oppenheimer, el inventor de la bomba atómica. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. Hoy más que nunca Suscribite Los conductores de TV estaban extasiados con ese personaje y fueron parte de la “caza de brujas” de McCarthy, a quien promovían como el máximo defensor de la libertad. Lo que en la historia quedaría como uno de los pasos de comedia trágica más oscuros de la política mundial, en su momento significó la persecución de miles de artistas, científicos, periodistas, intelectuales y políticos que perdieron sus trabajos. Todos ellos fueron sometidos a la condena mediática y social, ya que condenas judiciales nunca hubo. Sin embargo, el espectáculo se fue desgastando con el paso del tiempo. Los mismos políticos y periodistas que en 1950 aplaudían el macartismo, cuatro años después denigraban a McCarthy Los conductores que en 1950 le habían dado sus primeros espacios televisivos cuando este hombre aseguraba que poseía la lista de 205 funcionarios comunistas infiltrados en el Departamento de Estado, fueron los mismos que en 1954 lo denigraban como un personaje desequilibrado que acababa de acusar de comunista al propio Ejército de los Estados Unidos. El McCarthy que poco antes era elogiado por sus supuestas hazañas bélicas durante la Gran Guerra, luego fue denunciado por falsificar condecoraciones de combate y por hacer pasar como herida de guerra, lo que en realidad había sido un accidente en un festejo entre marines. Su final fue muy triste. Terminó denigrado por el mismo Senado que antes lo apoyaba, cayó en la bebida y murió de cirrosis en 1957. Tenía apenas 48 años. Así de cruel puede ser la política y el prime time. Y así de volátil puede ser la opinión pública. El nuevo cazador. El macartismo hoy es recordado como una mancha en la historia de los Estados Unidos. Reflejo de lo que algunos filósofos definieron como el período de “histeria paranoica” de la sociedad estadounidense ante una amenaza que consideraba inminente. En las décadas posteriores no hubo muchos que volvieran a defender a aquel senador. Uno de los pocos que lo hizo fue el economista anarco-capitalista Murray Rothbard: “Había una razón para mi fascinación con el fenómeno McCarthy: su populismo. Había una necesidad vital de apelar directamente a las masas, emocional y hasta demagógicamente, contra las cabezas del establishment: las élites universitarias, los medios masivos de comunicación, la estructura político- partidaria republicana y demócrata”. Aunque, entre sus elogios, Rothbard cuestionaba el gradualismo de ese “gran senador estadounidense”: “Ha sido demasiado amable, demasiado cortés, considerado, demasiado decente como para darse cuenta de la crueldad y el veneno de la mancha de la izquierda”. Si el teórico de la Escuela Austríaca viviera, tal vez reconocería que su discípulo argentino retomó las prácticas de aquel cazador populista. Sin la supuesta moderación que Rothbard le criticaba a McCarthy. Milei sigue recorriendo el mundo para advertir sobre el inminente peligro comunista, al que en España llamó “socialismo” (para él son sinónimos), afirmando que “gobernó por más cien años” la Argentina. Será que, para Milei, también son sinónimos de comunismo el peronismo, el radicalismo, el macrismo y las dictaduras militares. Que fueron quienes gobernaron durante el último siglo. Lo que él ve. En comparación con la actualidad, se podría decir que en los 50 existía una potencia mundial que abrevaba en el marxismo (la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y que Mao Tse Tung acababa de triunfar en China para instaurar un modelo comunista. Nada de eso ocurría ni llegó a ocurrir jamás en los Estados Unidos, pero al menos aquella paranoia encontraba alguna referencia en la realidad. Hoy nada de eso existe. Salvo para quien conduce los destinos del país. De hecho, hasta Milei, no hubo un líder occidental que denunciara que el comunismo estuviera por apoderarse del planeta. Ni siquiera que advirtiera sobre su crecimiento. Quizá porque lo que pasa desde la caída del Muro de Berlín es exactamente lo contrario: el fin de la URSS y el giro de China hacia el capitalismo. De los fantasmas comunistas que McCarthy perseguía, apenas quedan pequeños enclaves que aún reivindican en solitario su origen marxista. Así de cruel puede ser la política y el prime time. Igual que la volatilidad de la opinión pública Pero Milei, de la misma forma en que ahora ve que la Argentina fue gobernada cien años por socialistas, también ve comunistas donde nadie más ve. Su neomacartismo ya puso en la mira a artistas como Lali Espósito, políticos como Rodríguez Larreta, dignatarios como el papa Francisco o a célebres economistas ortodoxos nacionales e internacionales. Decir que ve lo que el resto no ve, puede responder a un artilugio político o a una simple patología (también dice que no le gusta viajar porque extraña jugar con sus cinco perros, cuando quienes visitan y trabajan en Olivos sólo ven cuatro). En cualquier caso, lo grave radica en las consecuencias de esa realidad paralela que se relata desde el poder. McCarthy actuaba desde el poder que le daba su banca de senador republicano. Lo de Milei es más preocupante porque lo hace desde la jefatura de un Estado que controla a las Fuerzas Armadas, los organismos de Seguridad e Inteligencia y las dependencias de control laboral e impositivo, entre otras. Lo que se teme. Aquel senador utilizó a los medios de comunicación de su época, en especial a la radio y la televisión. Nuestro Presidente sumó las redes sociales para denunciar con nombre y apellido a integrantes de distintos complots. Como ocurrió durante el macartismo, muchos profesionales de la comunicación perdieron su sentido crítico y aceptan como normal lo que antes hubieran considerado disparatado. Reproducen sin cuestionar, celebran los agravios de Milei sin sonrojarse, le preguntan sin preguntar, acusan sin darle voz a los son acusados. La historiadora Ellen Schrecker, coautora del libro “The Age of McCarthyism” (La era del macartismo), asegura que McCarthy “sabía cómo jugar con los periodistas”. Milei parece conocer ese juego, pero debería recordar que, como le pasó a su antecesor, ese tipo de profesionales también juega con el poder. Después está la sociedad... ¿En qué se parece el importante sector social que avala este tipo de comportamientos con el que lo hacía a mediados del siglo pasado en los Estados Unidos? ¿Cuál es el fantasma al que hoy tanto se teme? Una primera hipótesis es que sus seguidores sí son capaces de distinguir lo real de lo irreal, pero traducen la amenaza comunista que Milei ve, como el miedo ante el eventual regreso del peronismo. Otra posibilidad es que la decadencia económica de más de una década haya roto el relacionamiento democrático hasta el punto en que haya sectores para los cuales lo único real es la supervivencia individual. Más allá de cuál sea el sistema político y la forma de lograrlo. Cada sociedad tiene los miedos y angustias que supo conseguir o no pudo evitar. Son momentos impredecibles. Porque a los seres humanos le pasa lo mismo que a los animales: se vuelven más peligrosos cuanto más miedo y angustia tienen.

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