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  • Una política social sin precedentes: la Fundación Eva Perón

    Parana » Bicameral

    Fecha: 23/06/2024 12:31

    Por Sara Liponezky (*) Si quisiéramos identificar con una sigla la política social del peronismo deberíamos mencionar a la Fundación Eva Perón. Creada por Decreto N° 220.564 –del 19 de junio de 1948- con el nombre Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón” inaugurada el 8 de julio de ese año. En su concepción original como en su práctica, fue la contracara de la antigua Sociedad de Beneficencia fundada en 1823 y a cargo de mujeres de la elite porteña que practicaban la caridad y beneficencia como un solaz. A propósito, recuerda Vera Pichel, una de las biógrafas de Evita, el espectáculo miserable de aquellos niños de orfanatos atendidos por la Sociedad de Beneficencia, que salían los domingos con sus uniformes grises y su cabeza rapada a pedir limosna, una estigmatización agraviante a la condición humana, detestada por Evita como un dato de inequidad a liquidar. Aquello se asemeja bastante a la pretensión morbosa de Sandra Pettovello de exponer mediáticamente la pobreza y los afectados sin consideración ni respeto alguno. El objetivo principal de la institución fue “la contribución y colaboración en la realización de las obras necesarias que permitieran consolidar una vida digna para los sectores populares”. Estaba en línea con una nueva concepción de las políticas públicas en materia económica y social que consideraba al hombre como sujeto activo de su transformación y promoción en el marco de una comunidad organizada. Esto requería necesariamente generar las oportunidades que una sociedad desigual no ofrece a todas y todos por igual. Así, apuntó a la ayuda social dirigida a fomentar el trabajo y el estudio mediante el préstamo de dinero, la entrega de herramientas de trabajo (como las emblemáticas máquinas de coser), las becas, el acceso a una vivienda mediante la ejecución de planes habitacionales en todo el país para familias en condiciones de indigencia. Extendió el turismo, antes un privilegio de elites, como un derecho universal, a través de la construcción de los formidables complejos como el de Chapadmalal; el de Río Tercero y Puente del Inca (Mendoza), todos sujetos a planes de turismo social, incluyendo una localidad turística, Villa Eva Perón -hoy Las Cuevas-, en el límite oeste de Mendoza.con Chile. Desde la Fundación, se construyó establecimientos socioeducativos de avanzada como los quince Hogares Escuelas distribuidos en todo el territorio nacional. Erigió una ciudad infantil, una estudiantil y dos universitarias en Tucumán y Córdoba. Se procuró garantizar una salud pública accesible y de primer nivel con la creación de cientos de hospitales. Creó la Escuela de Enfermeras y puso en funcionamiento un Tren Sanitario. Habilitó espacios de residencia y contención para las mujeres y las infancias en Hogares de Transito como el Hogar de la Empleada (actual Museo Evita) en la Capital Federal, también para adultos mayores en Hogares de Ancianos. Se promovió el deporte como actividad saludable, de contención e integración social a través de los Campeonatos deportivos “Evita” que implicaron además una oportunidad de control sanitario permanente para generaciones de niños y jóvenes. Y no podemos omitir por su volumen, la ayuda directa a personas cuyas demandas eran receptadas y respondidas personalmente por Evita a través de una profusa correspondencia epistolar. Se trataba de máquinas de coser (que favorecieron el sustento y la autonomía económica de miles de argentinas), diferentes herramientas de trabajo, medicamentos, prótesis y sillas de ruedas, así como juguetes que significaron para niñas y niños de familias humildes su primer y único acceso a esa anhelada recreación. Es interesante apuntar algunos rasgos distintivos de esta extraordinaria y particular institución. En primer lugar, la coherencia entre su filosofía inspiradora y su quehacer. Una concepción sobre la dignidad humana y la equidad aplicado en la excelencia constructiva y estética de toda su obra, como en la proyección territorial con criterio federal y conocimiento de cada región con sus necesidades. Me atrevo a decir que solo en esa etapa (nunca antes ni después) el Estado actuó concentrado en esa brújula “para los pobres lo mejor”. Dan testimonio indiscutible los edificios aún incólumes y útiles a tantos compatriotas, transcurridas más de siete décadas. Otra particularidad era el financiamiento de tan gigantesca obra cuyos recursos no provenían sólo de subsidio del Estado nacional y los provinciales, sino que involucraba aportes de los trabajadores sindicalizados, un porcentaje de las entradas de los hipódromos y de los cines, fondos provenientes de las ganancias de la lotería y de los casinos, a los que debe sumarse los aportes de instituciones particulares. Todo esto da cuenta de una vocación solidaria alimentada y sostenida desde su conducción. La mal llamada “Revolución Libertadora“ dispuso el saqueo de la Fundación en septiembre de 1955 siendo su objetivo intervenir, desmantelar y disolver toda la obra. A cargo de esa “noble” misión estuvo Marta Ezcurra, fundadora de la juventud de la Acción Católica quien ordenó ese mismo año la ocupación militar de cada una de las Escuelas Hogar. Se retiraron o se destruyeron todos los símbolos peronistas. Los niños alojados en ellos fueron testigos de la quema de frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes con el logo de la FEP. Cada hogar fue intervenido por Comandos Civiles que, en el caso de la Clínica de Recuperación Infantil Termas de Reyes, de Jujuy, llegaron al extremo de expulsar a los niños internados para dejar inaugurado allí, muy poco después, un casino de lujo. En Mendoza tiraron al río toda la vajilla y cristalería, que había sido importada de Finlandia y Checoslovaquia, para uso de los niños. En todo el país, además de la destrucción de los pulmotores en cuyas placas estaban grabadas las iniciales de la FEP, Marta Ezcurra dispuso la intervención inmediata de cada uno de los institutos. Para ello convocó a los miembros de los “comandos civiles” , ordenando el desalojo inmediato de todos los niños y niñas, mandó destruir todos los frascos de los Bancos de Sangre de los Hospitales de la Fundación porque “contenían sangre peronista”. Dispuso el cierre definitivo de la Escuela de Enfermeras, la confiscación de todos los muebles de los hospitales, hogares para niños, hogares escuelas y hogares de tránsito por considerarlos demasiado lujosos siendo trasladados a las casas de los miembros de los comandos civiles Y un dato relevante siempre, pero más aún en estos tiempos de fuerte sensibilidad ante la corrupción pública. Adela Capriles quien junto a María Caprile de Ezcurra, integró la comisión liquidadora de la Fundación declaró más tarde: «No se ha podido acusar a Evita de haberse quedado con un peso. Me gustaría poder decir lo mismo de los que colaboraron conmigo en la liquidación del organismo”. Es extraño que la prensa selectiva ni entonces ni después, no haya dedicado un solo párrafo sobre este hecho que al menos provoca sorpresa, imaginando la magnitud económica que administraba esa institución por la envergadura de sus obras. No obstante aquella barbarie indigna de la condición humana, tanto con el “viva el cáncer” pintado en las paredes el tristísimo día en que partió Evita, causó un enorme daño a vastos sectores de la población impactados por una epopeya de reparación, inclusión, promoción e integración social sin precedentes ni reiteración en nuestra historia. La demonización del peronismo, de Evita en particular y sus señales poderosas rompieron límites de racionalidad y humanidad impensados. Sin embargo, no pudieron con la memoria del corazón y la razón, como no pudieron arrasar con esos colosos de cemento plantados e indestructibles. Precisamente en nuestra ciudad disfrutamos el privilegio de contar con la Escuela Hogar, que no solo alberga con toda vitalidad varias instituciones educativas, sino también a otras, entre ellas el Museo Provincial Hogar Escuela “Eva Perón”, museo que fue montado entre fines del 2018 y parte del 2019 en una tarea minuciosa, responsable, de investigación rigurosa, de cuidado y apasionado compromiso por un equipo de la Uader conjuntamente con la Secretaría de Cultura de Entre Ríos. Cuando me sumé a esa labor, pude comprobar visualmente los vestigios de aquella barbarie en la infinidad de documentos testados, cortados o vandalizados donde figuraba el sello de la FEP. También en algunos juguetes, ropa de cama para niños y otros objetos. En el proceso de selección y puesta en valor de aquellos testimonios, con la consigna de no alterar su estado original, pudimos sorprendernos, emocionarnos y reforzar nuestra admiración por aquella mujer que desde una educación mínima puso en acción estrategias para el desarrollo humano y la integración social francamente revolucionarias en su tiempo. Construimos el guión conforme el objetivo indicado por la ley de su creación, que mandaba poner en valor el acervo patrimonial de la Fundación Eva Perón, asegurar su conservación y custodia. A sabiendas de la misión educativa e interactiva de los Museos entendimos que ello implicaba proyección a la comunidad, por lo que nos dedicamos a visibilizarlo, darle carnadura con la presencia de vecinos, coterráneos y visitantes que a lo largo de cuatro intensos y fructíferos años transitaron sus salas, se deslumbraron con su contenido, se emocionaron, aprendieron su historia y la transmitieron. A tal punto que “se apropiaron del espacio” proponiendo, generando y ejecutando con el museo actividades virtuosas y convocantes. Le asignamos un lugar preferencial al archivo, guardián inescrutable de esa memoria, que contienen cientos de actas, legajos, fotos, libros en su mayoría donados y por primera vez sistematizado, organizado y en gran medida digitalizado e incluido en una plataforma virtual (la primera de los museos de la provincia). Lo abrimos al conocimiento público y la investigación académica interesada en rescatar capítulos ausentes en el relato oficial e inconclusos de una historia grande que nos comprende. Por eso la importancia del Museo que cohabitando ese maravilloso espacio del Complejo nunca podría (sin evitar un retroceso cultural) subsumirse en el ámbito educativo de esa escuela, porque es el respaldo de su propia existencia. Como la historia no solo es nostalgia de un tiempo que (a veces) fue mejor, sino el sustento insoslayable sobre el que nos paramos hoy, resulta indispensable conocerla y reconocernos en ella. También da cuenta de lo que fuimos capaces de ser y hacer cómo sociedad. Permite identificar factores, actores y tensiones que surgen recurrentemente; y fortalece nuestra autoestima cuando parece “que todo está perdido”. La memoria es un bien colectivo que subsiste a pesar de cualquier delirio fundacional. (*) Exdiputada nacional Publicado en Página Política

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