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  • CINE HOMENAJE. Las mejores actuaciones de Donald Sutherland

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 23/06/2024 07:38

    Trabajó con los grandes directores de Bernardo Bertolucci a Claude Chabrol, Federico Fellini o Clint Eastwood. Youtube y las plataformas de streaming le rinden al actor su merecido tributo. El actor canadiense Donald Sutherland, que murió el 20 de junio a los 88 añoS, apareció en tantas películas a lo largo de su dilatada carrera (y fue tan fantástico incluso en películas que apenas lo merecían) que es imposible encontrar una interpretación definitiva de Sutherland. Podría ser inquietantemente amenazador en un minuto, sólo para sorprenderte con su temblorosa vulnerabilidad al siguiente. Sus rasgos faciales eran dóciles y agradables. Él podría conquistarte en un abrir y cerrar de ojos con esa gran sonrisa de rumbosa. Tenía un rostro en el que se podía confiar, que es exactamente lo que lo hizo tan extraordinariamente conmovedor en, digamos, la asombrosa sinfonía de ciencia ficción y paranoia de Philip Kaufman de 1978, Invasion of the Bodysnatchers (aquí se conoció como “Los usurpadores de cuerpos”). Una vez que supiste que el personaje de Sutherland, el amable, inteligente y confiable Matthew Bennell, había sido tomado por personas alienígenas, era como si el sol hubiera caído del cielo. Hay pocos finales más desesperados en la historia del cine: cuando Matthew, de Sutherland, lanza el grito hueco y penetrante de los extraterrestres «duplicados», nos quedamos sin esperanza de nada, nunca. Una vez que tengan a Sutherland, el resto de la humanidad no tendrá ninguna posibilidad. Esto se debe a que Sutherland reflejó lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Pocos actores han demostrado su don para combinar la valentía con un buen humor tan jubiloso. Su carrera estuvo marcada, bastante pronto, por dos actuaciones que nos mostraban a hombres en crisis, padres que enfrentan un dolor que apenas pueden manejar, aunque también se sienten responsables de ayudar a sus esposas a sanar. En Ordinary People (“Gente como uno”, 1980), de Robert Redford, el patriarca de clase media alta de Sutherland, Calvin Jarrett, lamenta la pérdida de su hijo mayor incluso mientras intenta proteger a su hijo menor, emocionalmente frágil (Timothy Hutton), de la fría crueldad de la madre del niño. Siete años antes, en el inquietante thriller Don’t Look Now (“Venecia rojo shocking”, 1973) había interpretado a un marido que intenta hacer razonar a su esposa que está desesperada por contactar con el hijo muerto de la pareja. En ambas películas, interpreta personajes cargados con la carga de ser razonables, incluso cuando deben dejar de lado sus propios sentimientos. Se podrían considerar estas actuaciones como retratos duales de la masculinidad de finales del siglo XX: incluso en una época en la que los jóvenes se sentían libres de soltarse (o al menos intentaban soltarse), el espectro del sufrimiento adulto en la vida real no podía ser escapado. Sutherland, en estos personajes, estaba allí, en medio de ese sufrimiento, asumiendo su responsabilidad. Si los jóvenes de la época pensaban que convertirse en adulto significaba el acto asfixiante de ponerse traje y corbata, Sutherland nos mostró algo más: que significaba afrontar las circunstancias emocionales más desafiantes y sentir agudamente cada minuto. Adormecerse es escaparse. Un lado travieso y conmovedor Para atenuar esa pesadez, también tuvimos el placer de ver su lado juguetón y travieso en películas como la comedia de 1970 M*A*S*H*: como el cirujano militar Pierce, destinado en un hospital de campaña en algún lugar cerca de las líneas del frente. Durante la Guerra de Corea, Sutherland irradiaba una bonhomía que silbaba en la oscuridad. Y realizó grandes interpretaciones incluso en películas fallidas, como la chatarra cargada de metáforas, el corazón oscuro de Hollywood, Day of the Locust (“El día de la langosta”, de 1975). Como Homer Simpson (el primer Homero Simpson), un contador sobrenatural quien eventualmente cae presa de la crueldad de Hollywood, Sutherland se resiste a ser convertido en un símbolo. Sólo podía interpretar a una persona. La lista de películas en las que apareció Sutherland, y en las que a menudo fue excelente, es demasiado larga incluso para un resumen superficial. Trabajó con los grandes, directores de todo tipo: Bernardo Bertolucci, Claude Chabrol, Federico Fellini, Clint Eastwood, James Gray. Pero una de sus mejores interpretaciones es la que ofrece en Klute, de Alan Pakula (“Mi pasado me condena”, 1971) como un detective asignado a seguir a una prostituta de clase alta de Nueva York, interpretada por Jane Fonda, con el objetivo de resolver un caso de personas desaparecidas. Él se enamora de ella y, en un truco clásico de sutileza al estilo Sutherland, lo sabemos antes que él. En un momento, ella intenta manipularlo ofreciéndose a dormir con él, de forma gratuita. Se da vuelta y comienza a desabrocharse el ceñido vestido negro de lentejuelas, dejando al descubierto una tentadora porción de piel. Él se da cuenta de que alguien está merodeando por el techo y debe tomar medidas para protegerla. Aún así, por una fracción de segundo, mientras ella se desabrocha el vestido, él parece casi como si estuviera a punto de llorar: hay algo tierno y perdido en su detective Klute, incluso en medio de su devoción al deber. Ese es el toque Sutherland. Y además, para muchas y muchos, él era increíblemente sexy. La profundidad de lo cotidiano Incluso si los papeles más notables de Sutherland se produjeron en las décadas de 1970 y 1980, también realizó maravillosas actuaciones al final de su carrera; nunca se desvaneció, como les ocurre a tantos actores. El público moderno quizá lo conozca mejor como el presidente Snow en las películas de “Los juegos del hambre”. Pero realizó una actuación sorprendente y alegre como el señor Bennet, en la luminosa adaptación de 2005 de “Orgullo y prejuicio”, de Joe Wright. Su protección hacia su hija y su amor por ella arde como una estrella silenciosa, aunque también sabe, a medida que se acerca el final de su vida, que no siempre estará cerca para garantizar su felicidad. Sutherland, una vez más, como siempre, hizo que los sentimientos humanos complicados parecieran cosas cotidianas, probablemente porque lo son.

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