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  • El unipersonal "La Reina de la Soja" cruza la belleza hegemónica y el monocultivo

    » La Capital

    Fecha: 22/06/2024 08:49

    ¿Qué tienen en común los concursos de belleza, la problemática del monocultivo y una infancia de los años noventa? Sobre este cruce se construye “La Reina de la Soja”, el unipersonal escrito y protagonizado por Valeria Ré, con dirección de Mario Marino , que se podrá ver este sábado, a las 21, en La Usina Social (Jujuy 2844). En la obra, Valeria recupera parte de su historia personal : cuando era adolescente, en el 2008 y en pleno conflicto del campo por la, fue elegida Reina Nacional de la Soja en su Arequito natal. A través de documentos de archivo personal y relatos orales, reconstruyó esa parte de su biografía para ponerla en escena con una mirada crítica sobre el modelo hegemónico de belleza, el modelo hegemónico de producción agrícola, y la relación política entre cuerpo y territorio. Luego de dos temporadas en la ciudad de Buenos Aires y funciones en Córdoba, Colombia y Uruguay, “La Reina de la Soja” llega a Rosario con una única función . El unipersonal cuenta con las actuaciones a través de voces en off de Norman Briski, Fabiana Volonté (la mamá de Valeria), y Fernando Pitteti. En diálogo con La Capital, Valeria Ré recuperó el camino de la obra, su construcción y sus repercusiones. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por La Usina Social (@usina.social) ¿Cómo surgió la idea de tomar esta parte de tu historia personal para abordarla en una obra? Venía haciendo obras de teatro de otras personas, con elencos grandes, y tenía ganas de poner mi voz. Para el Encuentro de Mujeres de Trelew, en 2018, viajamos con un colectivo del cual formo para que se llama Fin de un Mundo, y estábamos armando una acción, una performance para presentar allá con cien mujeres y feminidades. Una de las chicas propuso que en un momento saludáramos como reinas de la belleza. Y yo ahí propuse hacer un tutorial de diferentes tipos de saludo y conté que había sido reina. Fue todo risas y preguntas y curiosidad. Y esto devino en una charla de lo que eran los concursos de belleza y después sobre glifosato, monocultivo y otras problemáticas de la zona. Ahí empecé a pensar que podía ser un material interesante para trabajar. Era algo que antes no contaba mucho pero cuando lo revisé vi que era muy rico meterse con la historia propia. Como decía Frida Kahlo: ‘Me pinto a mí misma porque soy a quien más conozco”. Es un poco esa idea, hacer un poco de turismo en la historia de una para comprender algunas cosas. >> Leer más: Blanca en Alfonsina, los viernes de junio en el Teatro del Rayo ¿Cómo fue el cruce del modelo hegemónico de belleza y con el modelo hegemónico de producción? Vi mucho teatro, muchos documentales. Conocí el trabajo de Pablo Piovano, un fotógrafo que trabaja con este tema. Empecé a darme cuenta de la relación íntima entre el cuerpo y el territorio. Fue un trabajo que hice al alejarme de mi pueblo. Hace doce años que vivo en Buenos Aires y la distancia me permitió reconocer e indagar esos puntos en común entre el modelo único de belleza, que tanto nos bombardeó a quienes crecimos en los noventa sobre todo con las publicidades, las agencias, Pancho Dotto, y el modelo único de producción del monocultivo. Y empecé a pensar en qué pasa con todo lo que queda por fuera de eso, con todas las chicas que van a los concursos y no ganan, y con todas las plantas que se les llama maleza pero que son parte de la biodiversidad. Hay una relación directa entre lo que le hacemos a la tierra y lo que le hacemos a nuestros cuerpos. Yo fui a una escuela primaria donde teníamos dos huertas y un vivero donde nos enseñaban a cuidar de una planta de tomate, por ejemplo. Me crié en mucho contacto con la tierra. Y a la vez los domingos íbamos a pescar con mi familia y pasaba una avioneta y nos fumigaba, y yo no entendía muy bien por qué. ¿Cómo viviste haber sido Reina de la Soja en el 2008, ese año donde todo el país estaba mirando al campo? Fue el año de la 125, del proyecto de ley de retenciones al campo. De las manifestaciones de los chacareros en todo el país, de esas escenas de los camiones tirando leche en las rutas. Y donde nace para mí un poco la idea de la grieta política. Imaginate una adolescente siendo Reina de la Soja rodeada de todo eso. Claramente, le da un plus a la obra porque la enmarca en el contexto social-histórico en el que a mí me tocó ser reina, que no fue un año más. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Pulpo Producciones (@pulpo.prod) ¿Cómo fue el trabajo con el material personal de archivo para incorporarlo a la puesta y la narrativa? Me junté con Mario Marino, que fue el director de la obra hasta hace muy poco, que se mudó a San Luis. Con él trabajamos también la asesoría de dramaturgia, le mostré todos los materiales de archivo que tenía en papel, y digitalicé todo lo que tenía en VHS. Soy un poco romántica con lo analógico y me gusta darle valor a ese registro histórico. Me gusta mucho proteger el patrimonio familiar a través de las fotos. Siento que hoy hay una sobrecarga de imágenes pero no tenemos nada en papel y me pregunto cuál va a ser el archivo de este momento. Después tomé talleres de biodrama con Vivi Tellas y Marina Otero, y empecé a aprender herramientas de cómo dialoga la escena con el material en pantalla. En los ensayos con Mario, improvisaba algunas cosas, eso se pasaba a texto, y evaluábamos qué poner y que sacar. Es una obra de la cual sigo tocando cosas, porque al ser la autora y protagonista, y me puedo tomar esa licencia. Es muy dinámica: hay baile, pantalla, muy poquita escenografía y todo dialoga. Y quiero hacer un agradecimiento especial a Roberto ‘Tito’ Cossa que pudo ver la obra cuando todavía era un borrador y me alentó muchísimo para que la haga. Y también a Norman Briski, que aparece como un actor de voz. ¿Cómo fue la recepción de la obra en distintos públicos y cómo vivís traerla por primera vez a Santa Fe, más cerca del contexto en el cual transcurre? Obviamente, traerla a tierras santafesinas me tiene muy conmovida, emocionada y contenta porque me acerco al corazón de la cosa. Y en algún momento tenía que pasar. Hicimos dos temporadas en Buenos Aires, el año pasado y este. Estuve también en San Marcos Sud, en Córdoba, en un festival que se llama Concierto Urgente para mi Tierra. Lo lleva adelante Ramiro Lezcano, un maestro rural, que junto a sus alumnos van cantando diferentes problemáticas que viven las niñeces de la ruralidad. Fue hermoso porque fui telonera de León Gieco, Lito Vitale y todos estos niños que dan un show increíbles. En Argentina, la recepción siempre fue muy buena y amorosa, me han dicho que los conecta con cosas de su infancia. En Uruguay, terminamos en un debate largo sobre problemáticas medioambientales de allá. En Colombia, tuve un espectador que interrumpió muchísimo y nos dimos cuenta que allá pasa lo mismo que acá con la coca, se fumiga como la soja y hay inconvenientes con las poblaciones. Otra chica se conmovió muchísimo porque la tocaba muy de cerca el tema de los concursos de belleza que allá es muy fuerte, como en Venezuela. Me di cuenta que nos pasan cosas muy similares. Sobre todo con estos productos tóxicos que se tiran en los campos indiscriminadamente y que en Estados Unidos y Europa están prohibidos. Es una obra a favor de la vida, es una experiencia propia para abrir y pensar.

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