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  • Milei y las trillizas de oro

    » La voz

    Fecha: 16/06/2024 11:14

    “Hay que aprobar cualquier cosa que se llame bases”. La expresión del economista José Siaba Serrate, durante un panel en el marco de la reciente ExpoEFI, tradujo con crudeza lo que los mercados estaban esperando. Fue horas antes de que el Senado finalmente avalara, con cambios, los proyectos oficiales. Para un gobierno que nació con la carga genética de la minoría parlamentaria, la dimensión simbólica de haber superado la prueba de estrés en la Cámara Alta, aunque haya sido por centímetros, no es poco. Los más optimistas creen ver un antes y un después para la traumática gobernabilidad libertaria. No deberían perder de vista que, además de la vuelta restante por Diputados (lo crucial será retomar la letra original de los cambios en Ganancias y en Bienes Personales), este es el formato con el que el oficialismo convivirá hasta las elecciones de medio término. En todo caso, lo que veremos a futuro será la constatación o no de las lecciones aprendidas a los golpes, sobre todo para quienes quedaron expuestos en su virginidad, y los resultados de la trama negociadora con los gobernadores. El día después dejó algunas señales interesantes, como el salto que pegaron los precios de las acciones de las empresas de energía, pero más aún las de los bancos. El sector tiene por delante un horizonte plagado de grandes promesas que anidan en los latidos del negocio financiero: prestarles plata a los privados. Los indicadores actuales son ridículos: el crédito en pesos de este segmento equivale a cuatro puntos del producto interno bruto (PIB). Es más: si se detraen los préstamos para consumo y los de garantía real (hipotecarios y prendarios), la cartera comercial pura es de apenas dos puntos del PIB. Una lágrima. El contraste con los países limítrofes es decepcionante. De menor a mayor, según datos del Banco Mundial, la tasa de créditos a privados en Uruguay equivale al 26% del PIB; en Paraguay, al 51%; en Bolivia, al 71%; en Brasil, al 72%, y en Chile, al 113%. El ratio de Argentina, en cambio, es similar al lote que integran Afganistán, Sudán, Sudán del Sur, Yemen o Kuwait. Por eso, es interesante la dinámica triangular con la que suele argumentar sus interpretaciones la economista Marina Dal Poggetto, quien compara el cambio estructural que pretende realizar la gestión de Javier Milei con el que se produjo durante la primera parte de los mandatos de Carlos Menem. En ese triángulo, el vértice de la macroeconomía es, por ahora, el eje de rotación, pero el equilibrio requiere de las dos puntas restantes: la microeconomía (por más que Milei la “tercerice” en el sector productivo) y la gobernabilidad, que es el costado más débil. Son las trillizas de oro. Segundo semestre ¿Qué pasará con el equilibrio de esas “hermanas” en la segunda parte del año? El factor macro, que seguirá aferrado al ancla fiscal y cambiaria, tendrá matices. El ritmo de la desinflación, por caso, está en duda. Tras el 4,2% que marcó en mayo, no está claro que pueda seguir cayendo este mes, sobre todo por el impacto que tendrán los precios regulados (tarifas de energía). Fernando Marengo, de BlackToro, fue uno de los primeros en advertir que la obstinación oficial de sostener un ritmo de apreciación del precio doméstico del dólar de 2% apunta a llevar la inflación a ese rango. Lo mismo con la tasa de interés. Pero la decisión de corregir precios relativos y de bajar la inflación, todo al mismo tiempo, tiene tantas exigencias como limitantes. Otro punto es el de las reservas. Milei anticipó que, por razones estacionales, entre julio y septiembre se resignarían U$S 3 mil millones. Por eso se festejó en el Banco Central la oportuna renovación del swap chino. Y, por cierto, el desarme definitivo del cepo. Es una incógnita cómo hará el Gobierno –a través del Central– para bajar los puts (una suerte de garantía de liquidez) de títulos de deuda comprados por bancos. Pero la macro no debería nublar la micro. “La Ley Bases hoy es necesaria, pero la agenda micro es mucho más que la Ley Bases”, advirtió Dal Poggetto. En este punto entra un abanico de reformas que van desde lo tributario hasta lo laboral para generar las condiciones que impulsen las agendas de productividad, de competitividad y de innovación. Y todo eso debería gestarse en un entorno en el que haya consensos claros y contundentes (otro costado de la gobernabilidad) de que los cambios serán perdurables, ya que llevará tiempo revertir un largo proceso de decadencia al cual el Banco Mundial identifica con una métrica lacerante: hace 70 años, el PIB por habitante equivalía al 84% del promedio de las 10 economías más grandes. Hoy deambula en la zona del primer tercio.

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