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  • El fútbol, Antonio Gala, Laporta y Florentino

    » Diario Cordoba

    Fecha: 16/06/2024 04:50

    Afortunadamente el fútbol no es el juego capitalista que Florentino Pérez y Joan Laporta han instalado en las tribunas del Bernabéu y del Nou Camp, donde se juega a otra cosa, sino ese empeño infantil de regatear con el balón a tus compañeros de juego en el patio de recreo de los colegios, como el de enfrente de mi balcón que sólo se cerró con la pandemia. El fútbol no son los periodistas de La 1, que va a televisar toda la Eurocopa, ni la propaganda a todas horas de la champions league del Madrid, que ha dejado de ser un club nacional que juega contra el Osasuna para convertirse en una selección europea con el idioma de la Torre de Babel. Afortunadamente el fútbol eran aquellas tardes de jugar con balones elaborados con trapos y cáscaras de fruta con mi amigo Paco el Chato cerca de la fábrica de harina, enfrente de la herrería de Rafalín el de la calle San Pedro. Aquellas atrevidas incursiones en las calles donde los balcones con cristales y los municipales eran el peligro que acababa con el juego, fuera el que fuera el resultado. El fútbol, afortunadamente, era la ermita, con el pozo Morenal al fondo y las piedras de hacer bolas al lado, donde casi siempre me ponían de portero porque jugaba muy mal hasta que me descubrieron como defensa izquierdo, un espacio con álamos por donde las mujeres pasaban con sus cántaros de agua y nosotros corríamos cuando nos dejaban. El fútbol era un calle contra calle en las minas de la calle Rosales, donde los ganadores se llevaban un trofeo hecho de madera, y los partidos oficiales los domingos por la tarde en el campo de la Fábrica o en el de la calle Cementerio, al que contribuyó con dinero mi tío de Barcelona para su ejecución. El fútbol ha sido y es la sencillez de una vocación nacida en los caminos, en la arena de las playas o en los patios de recreo de las escuelas que se va perfeccionando hasta convertirse en arte, que normalmente redime y enriquece a quienes lo practican y convierte en millonarios, a veces sin escrúpulos, a personas que nunca han movido un balón. El fútbol son los fines de semana esperando en el televisor a que juegue tu equipo en la Liga, una Eurocopa, como la que empezó el viernes, o un Mundial, donde España se estrenó con Naranjito y convirtió a la mayoría de españoles en rojos cuando lo ganamos en Sudáfrica... y Vox no existía. El fútbol es el juego por antonomasia que nace en la niñez de los recreos de la escuela, que la vida transforma y que adquiere cuerpo con la televisión. Como, desgraciadamente, los juegos olímpicos de Múnich, que se celebraron hace 50 años y que devolvieron al mundo a sus conflictos entre palestinos e israelíes. Algunas de las escenas televisadas las contemplé en la calle Kaiserstrasse de Fránkfurt en los televisores que se veían por los escaparates, donde los emigrantes –que afortunadamente no teníamos que intentar alcanzar las costas para no morir, como ahora lo hacen 33 personas cada día—veíamos la tele en color. Antonio Gala, sin embargo, no necesitó la televisión –aunque la usara—para forjarse una personalidad que se nutría de la realidad, a la que trasformaba en belleza. Y desde el pasado jueves, 13 de junio, día de su santo, se ha ido al bulevar, al Gran Capitán, a volver a nutrirse de realidad aunque convertido en estatua. Con Antonio Gala tuve la suerte de, además de retratarnos con nuestros bastones-garrotas, y hacerle varias entrevistas, publicar con él el primer libro que en Córdoba se editó sobre Córdoba como patrimonio de la humanidad en 1997. Nos los encargó la editorial Artec, de Segovia, a través de Jacinto Mañas, entonces el periodista encargado de la información del alcalde, que era Rafael Merino, del PP, que acaba de jubilarse. El volumen, que costaba 4.990 pesetas, lo dimos a conocer en el Salón de Mosáicos del Alcázar de los Reyes Cristianos. Eran aquellos tiempos en que los libros se presentaban una sola vez porque los autores se dedicaban a escribir –novelas, obras de teatro o artículos y reportajes de prensa- y no a ser gerentes de las editoriales. Como los niños se dedican a jugar al fútbol en los recreos, que ya vendrán los presidentes de los clubes a sacar partido. Suscríbete para seguir leyendo

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