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  • La radiactividad, bajo control desde hace más de tres décadas en El Cabril

    » Diario Cordoba

    Fecha: 16/06/2024 04:50

    Manadas de ciervos merodean por los alrededores de las instalaciones. El silencio, solo interrumpido por la entrada y salida de trabajadores, reina en una de las lomas de la Sierra Albarrana. Ensimismado en los placeres del entorno paisajístico, uno se topa de repente con los controles de seguridad de uno de los espacios más vigilados de la provincia, gestionado por Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos). Desde hace más de tres décadas, aquel tramo sobre el río Bembézar acoge la única instalación autorizada en España para almacenar de forma definitiva residuos radiactivos de muy baja y de baja y media actividad. El Cabril es, hoy en día, un ejemplo en la gestión de residuos procedentes de centrales nucleares y de otras instalaciones menos conocidas que también emplean la radiactividad, de sectores como la medicina, la industria, la agricultura o el arte. Más de 1.000 muestras al año Para la directora del centro, Eva Noguero, lo más importante del proyecto que dirige desde hace ya 14 años es garantizar la seguridad de las personas y del entorno. Para ello, además de los dispositivos de seguridad y de las inspecciones del Centro de Seguridad Nuclear, realizan más de 1.000 muestras anuales en 124 puntos que, posteriormente, se analizan en laboratorios externos. Un técnico pasa revisión con una pértiga de la radiactividad de un camión recién llegado a El Cabril. / Manuel Murillo «A lo largo de los 32 años de funcionamiento que lleva este centro, los resultados ponen de manifiesto que las condiciones radiológicas no se han visto modificadas con respecto a las iniciales», explica Noguero. Las muestras tomadas en agua, aire, suelo, radiación ambiental, animales, vegetación, sedimentos o, incluso, alimentos se enmarcan en los planes del Programa de Vigilancia Radiológica Ambiental. La instalación, como reitera su presidenta, tiene las «medidas técnicas para asegurar el aislamiento de los residuos y, sobre todo, tienes garantizado una vigilancia y un control constante». Noguera invita a los interesados en saber más a que «pasen y vean». Dentro de El Cabril Un camión procedente de la central nuclear de Cofrentes (Valencia) pasa el primer control y, antes de acceder a una de las naves para descargar los residuos, pasa por un examen radiológico para detectar si el vehículo está contaminado, algo que no suele ocurrir, puesto que la misma acción se realiza antes de partir. Un especialista realiza una verificación de la calidad de los residuos en un laboratorio de El Cabril. / Manuel Murillo Dentro de la nave, desde una sala de control comienzan a descargar los bidones de 220 litros. Una grúa los saca y los coloca en los cubos. Esos contenedores, cuando se llenan, son inyectados con mortero hasta rebosar y, después, trasladados hasta las celdas, donde permanecerán durante tres siglos en el caso de los que contienen residuos de baja y media actividad. Finalmente, esa celda que alberga 320 contenedores, cuando no tiene capacidad para más, es cubierta con una losa de cemento fabricada in situ y sellada con pintura impermeabilizante. La interposición de barreras es una de las medidas más esenciales de seguridad. Los propios bidones llegan rellenos de hormigón. Los cubos, también de hormigón y llenados de mortero, van directamente a una construcción de hormigón que es enterrada. Eso, con ayuda de la ingeniería, crea todo un sistema de protección química y física. La geológica es la última barrera. Una vez en el subsuelo, las plataformas están rodeadas por una red de control de infiltraciones que es la última garantía de control para asegurar el perfecto confinamiento de estos residuos. Evolución continua «La instalación va modificándose prácticamente todos los años. De hecho, desde que arrancamos en el 92, se han abordado más de 300 modificaciones de diseño», asegura Noguero. La tecnología avanza, y al mismo tiempo la normativa cambia. Por eso, El Cabril evoluciona permanentemente para velar por la seguridad, en todo caso, y mirando siempre a un futuro finito. El grueso de las celdas, a un 83% Que el lector eche cuentas: El Cabril cuenta con 28 celdas construidas. Cada celda almacena 320 contenedores y cada contenedor, 18 bidones con residuos radiactivos. Hasta la fecha, hay 22 de esas 28 celdas completas, lo que equivale a un 82,95%. Este tipo de residuos son los más peligrosos que entran a las instalaciones de Córdoba y tardan 300 años en decaer a niveles de radiación natural. Para los de muy baja actividad cuenta con dos celdas con una ocupación del 26,7% y del 28,93%. En 2023, el centro recibió 2.623 metros cúbicos de residuos transportados en 276 expediciones por carretera. Suscríbete para seguir leyendo

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