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» Tiempo San Juan
Fecha: 21/05/2024 01:36
Se recibió de profesora universitaria con 21 años. Al poco tiempo, fundó una empresa con su marido. Armaron un prototipo en el living de su casa y con una mochila de expectativas participaron en una licitación que les cambió la vida. Es creadora y dueña del grupo de empresas Indelar, que tiene sus naves industriales en Chimbas. Fue la primera mujer que presidió la Unión Industrial de San Juan y hasta participó en política. Llegó a ser diputada provincial y nacional. Hoy, alejada de la política, jubilada de la docencia, pero activa en la empresa que parió, contó anécdotas imperdibles. Adriana Marino , la mujer que no le tuvo miedo a nada. El padre de Adriana era médico. Creció en Marquesado junto a dos hermanos. Como antes no estaba delimitado a qué edad empezar el primer grado, aprendió a leer y escribir a los 4 años. “Mi infancia y mi niñez no creo que hayan podido ser más felices. Me críe en Marquesado, en ese momento era campo. Esas etapas condicionan la vida de una persona”, apuntó. Cuando tuvo que elegir una carrera universitaria, a los 16 años, no tuvo demasiadas dudas. Se inclinó por las ciencias exactas. En ese campo se desarrolló y llegó a la docencia universitaria. adriana2.jfif Adriana nunca vivió con el freno de mano puesto, siempre pisó el acelerador. Así como fue una niña precoz para aprender a leer y escribir, para recibirse también lo fue para casarse. A los 19 años se juró amor con su marido, al que llama el “Negro” y aún siguen juntos. Si bien ella era docente universitaria a los 21 y su esposo ingeniero electromecánico, ambos querían tener algo propio. La sangre emprendedora les corría por el cuerpo. “Siempre nos inclinamos por la iluminación. Él tuvo la oportunidad de trabajar en una empresa que vendía insumos eléctricos, se nos ocurrió fabricar luminarias. Las primeras que hicimos todavía están funcionando en la avenida principal de Calingasta. Armamos el prototipo para la licitación en el living-comedor de nuestra casa. Tenemos una historia juntos muy linda, que se las reitero a mis nietos, quiero que ellos se contagien de ese espíritu emprendedor”, recordó. adriana3.jfif Cuando ganaron la licitación, alquilaron una casa a la vuelta de su vivienda para ensamblar las luminarias. Trabajó el matrimonio junto a una persona, que habían contratado. Poco a poco, comenzaron a crecer. Muy lentamente. A medida que iban ampliándose, se ampliaban sus conocimientos en derecho laboral y en materia fiscal. El primer galpón de la familia lo construyeron al lado de su casa. “Crecimos muy lentamente porque el que ha llegado hasta acá desde los ’70 es un sobreviviente industrial, hemos pasado por todas las crisis. Éramos una empresa tan artesanal, tan rústica al principio hasta que pudimos conseguir la colita de la promoción industrial. Eso nos permitió un cierto crecimiento, ubicarnos en el mercado de otra manera. Hoy nos encontramos atravesando otra crisis con la ventaja de saber que tenemos cierto respaldo”, contó la empresaria. Con la promoción industrial se ampliaron. Hoy tienen dos naves en el Parque Industrial de Chimbas. Fabrican columnas de semáforos, de alumbrado público y también pórticos. Aunque por estos días, no abundan las compras por la política nacional de freno a la obra pública, Marino confía en que todo va a mejorar. adriana.jfif Para Adriana, para sobrevivir a los vaivenes propios del país, un empresario made in Argentina necesita temple. “Lo que se necesita esencialmente es temple, no bajar los brazos y pensar que siempre se puede dar un paso más. Argentina es Argentina, no se puede ubicar como un modelo de país normal. ¿A qué se debe? No sé. El hecho de estar sobreviviendo es tener en claro que Argentina tiene un sistema político muy pendular, no lo voy a calificar de bueno o malo, siempre pendular, que al emprendedor y al empresario pequeño lo ha llevado de un extremo al otro del péndulo y eso siempre ha sido negativo. El que logra pasar de un extremo al otro tratando de subsistir es el que sobrevive”, analizó. Es tal la confianza que tiene en la industria, que asegura que no le gustaría que Argentina vuelva a ser el granero del mundo. Ella aspira a que Argentina le agregue valor a lo que produce. Luchando para conseguir beneficios de la promoción industrial fue como ingresó a la Unión Industrial de San Juan. En ese camino, debatió mano a mano con el ex ministro de Economía del menemismo, Domingo Cavallo. “Las asimetrías en las legislaciones con respecto al micro, al mediano y al grande me llevó a pelear. Me costó muchísimo conseguir el saldo que quedaba de la promoción industrial, porque éramos insignificantemente pequeños y eso nos permitió crecer. Nosotros les ofrecíamos la ventaja comparativa que no íbamos a levantar la empresa y nos íbamos a ir como si sucedió con otras empresas. Algunos quedaron, pero la mayoría levantó y se fue”, recordó. Adriana fue presidenta de la Unión Industrial tres veces consecutivas. Dijo que nunca sintió que la trataran distinto por ser mujer. “Nos peleamos con Menem, con Cavallo, con quien tuve varios enfrentamientos. Cavallo era muy diplomático, pero ellos defendían su quiosco y nosotros el nuestro. Peleamos en las ligas mayores y logramos que no nos sacaran la promoción industrial”, se explayó. Esa pelea constante por la industria sanjuanina, llevó a que algunas personas de la política se interesaran en su perfil. Fueron varios dirigentes los que la buscaron, según dijo, pero la propuesta del entonces senador por Producción y Trabajo, Roberto Basualdo, fue la que la sedujo. Fue así como entró a la política. En su debut, fue elegida como diputada provincial y a los dos años saltó al Congreso nacional –desde el 2005 al 2009-. “Fue un período muy duro, el kirchnerismo tenía mayoría en ambas cámaras y nosotros desde Producción y Trabajo teníamos nula posibilidad de presentar proyectos ni de modificar lo que mandaba el Ejecutivo. Cuando los medios reflejaban que el Congreso era una escribanía, sentía que en ese lugar era en el que estaba. Se ganaba un buen sueldo, pero no se podía trabajar en nada, se mandaban los proyectos, pero sabíamos que nada tenía un buen final. Fue una época y una experiencia muy dura para mí, porque querer participar y encontrar el no permanente es difícil. Me queda la experiencia de la 125, del campo, fue una experiencia que no voy a olvidar jamás, estuvimos sometidos a muchísimas presiones y creo que cuando se cumplió el ciclo decidí volver a lo mío”, añadió. Aseguró que no le costó volver a la actividad privada y a la docencia. Ni siquiera le gustaba que la llamaran diputada, dice que les pedía a los mozos de la Cámara que la llamaran por su nombre. Hoy, Adriana está jubilada. Está contenta con que Marcelo Orrego sea gobernador, a quien vio crecer como militante. Su tiempo productivo lo sigue dedicando a la empresa que gestó con su marido. Se siente tranquila teniendo todo al día. Permisos, declaración de impacto ambiental. Y eso hace. Porque industrial se nace.
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