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  • La libertad es una construcción colectiva

    » Infobae

    Fecha: 28/04/2024 04:31

    Movilización en reclamo de presupuesto universitario (Mario Sar) Son muchos los que esperan la recuperación económica -tal vez con ingenuidad o desconocimiento de los reiterados experimentos liberales de nuestro país- como si su enorme esfuerzo fuera a convertirse indefectiblemente en un fruto positivo. Otros, entre los que me encuentro, estamos absolutamente convencidos de que el sacrificio es real, y su resultado, inexistente. Llama la atención que el debate ideológico nacional se haya concentrado en las distintas concepciones del liberalismo histórico -Broda, Carlos Rodríguez, López Murphy- , intentando revelar sus disidencias respecto de la propuesta de Milei. Parece el reflejo de los peronistas, cuando señalábamos nuestras discrepancias frente a las deformaciones del menemismo o del kirchnerismo. La Argentina ha caído en un pragmatismo tal que las ideologías no otorgan virtud ni la suprimen. Se puede ser liberal, radical, conservador o peronista con dignidad, coherencia y formación o sin ninguna de esas cualidades. La política argentina, en todas sus versiones, se corrompió tanto que hay estructuras institucionales que se heredan como corrupción: se suceden los gobiernos y se trasladan de uno a otro las estructuras degradadas que los rigen. No hay introspección alguna ni admisión de la propia descomposición, tan solo acusaciones y denuestos contra el ocasional adversario al que se debe destruir. Esta ausencia de políticos respetables, esta devaluación de la política se demostró recientemente en la distancia infinita entre el Senado y la sociedad a la cual representa. La discusión casi ridícula sobre la votación de todos, sus eventuales acuerdos o alguna posible evasión, carece de sentido porque evidencia una guerra sin sobrevivientes. Nadie actuó en forma clara ni a la altura de las circunstancias como para intentar un rescate. Los votantes no obtuvieron ningún senador digno en las últimas elecciones. Cuando volví a ser diputado en el 83, había un nuevo personaje, el operador, el intermediario entre el poder político y los negocios, y esa situación fue limando, limitando a la política y enriqueciendo a sus actores que, en su mayoría, dejaron de expresar la rebeldía para sustituirla por la dependencia económica de alguna de las partes que los sostenía. Pero si la política no es reivindicación, si no se manifiesta con rebeldía, si no se compromete con las necesidades de los ciudadanos, no es política. Para serlo, necesita de la responsabilidad y de la formación como ejes de la expresión de una sociedad deseable y no operadores que la transiten manejando los negocios del poder. En cuanto a la Universidad, es innegable que cada institución, si se debilitó en su concepción global por el descenso en el nivel de algunos de sus funcionarios, debe ser revisada, y sus errores, corregidos. Ya los rectores no son seres intocables porque su elección responde más al manejo de las internas de estructuras que históricamente merecían ser observadas y respetadas desde otra mirada. Así, la Universidad se multiplicó, quizá, en exceso, lo cual requiere, al menos, un análisis, un debate académico que facilite una justa revisión. Se crearon algunas estructuras que no representaban el nivel de formación ni de necesidad de la sociedad, no en todos los casos, claro está. Para ello, hace falta estudiar rigurosamente el funcionamiento de cada una de esas casas de Altos Estudios, que, por lo demás, son auditadas. Si no, hablamos desde la ignorancia y el prejuicio y no creo que sea lo esperable en un tema que requiere de especialistas, no de panelistas repetidores acríticos de eslóganes. Penosa vocación de doxa, cada día más presente en los medios. Claro que no es lo mismo el intento de mejorar las instituciones que destruirlas lisa y llanamente. Aceptemos que desde la salud hasta la educación, existe un deber social de superación de ciertas estructuras, acordando entre las partes y sin confrontaciones de bajo nivel, con el ánimo de recuperar la elección de los mejores, de quienes procuran trascender. En 1963, siendo Secretario General de la Liga Humanista, logramos derrotar a la FUA y sustituir a un hombre de la estatura intelectual y moral de Risieri Frondizi por el respetado economista Julio Olivera, uno de los de mayor prestigio del país. Aquella Universidad era como la sociedad: buscaba la formación, el humanismo, la jerarquía académica. Sin ánimo de ser agresivo y admitiendo la ausencia de matices, considero que el peronismo debilitó enormemente al sindicalismo, y el radicalismo, a la Universidad. Y ahora, asistimos a este grotesco planteo sobre la educación en el que Milei se equivoca atacando a lo más respetado de nuestra sociedad que es la enseñanza gratuita, laica y obligatoria, un ejemplo de los pasos que se dieron, justamente en tiempos de la Organización Nacional (Roca y la Ley 1420), y de los que nunca se puede ni se debe volver atrás. La manifestación del martes 23 en defensa de la universidad pública, gratuita, inclusiva, igualitaria, de calidad y con libertad de cátedra fue enorme, además de respetable, diversa, digna, indiscutible, más allá de algunas evitables presencias políticas en momentos en que la sociedad tiene pocos referentes. Por su parte, la presencia de Milei desde las redes se produce porque la política se ha degradado tanto que carece de representantes dignos de contener a la sociedad. La marcha fue la demostración de que Milei tiene que rever su férrea creencia en la imposición de su ideología y de su voluntad porque la sociedad sigue siendo democrática, y la autocracia no tiene nada que ver con su reiterada arenga “Viva la libertad”. La libertad es una construcción colectiva, no la decisión de un economista sectario, y se ejerce en democracia, respetando la división de poderes y la Ley. Llamó la atención la forma en que incluso aquellos medios de prensa ultra leales al gobierno actual fueran capaces de comprender y apoyar- con reparos y analogías de dudoso fundamento- la rebeldía contra el intento de limitar la educación gratuita. Ese es un paso clave, útil solamente si damos uno aún más importante: el del encuentro, el de la salida de la absurda confrontación descalificatoria. Para el peronismo, hoy ausente del debate, queda la esperanza de que las mejoras se den a partir de una continuidad de la rebeldía. La marcha se transformó en un punto de inflexión, fue el momento inicial para Milei de asumir que el respeto por la sociedad es indispensable en la estabilización de su estructura, en su vocación de triunfo electoral. Sabe que hoy, esencialmente, lo sostiene la inexistencia de otras alternativas. El poder es muy débil en cuanto al respeto que la sociedad tiene por Milei, porque no lo merece ni procura merecerlo, porque la provocación y el estilo burdo que lo caracterizan no conducen a la trascendencia. Comprender al otro, incluir la concepción del otro, intentar una síntesis es el único camino que nos queda como sociedad. Sólo iniciaremos una rehabilitación cuando dejemos de estar fracturados, divididos, enfrentados, cuando dejemos de imaginar que el golpe bajo, la crítica, la denuncia, el denuesto son más importantes que la dignidad, la formación, la sabiduría y la protesta. Buscar hombres sabios es lo que hacen las naciones maduras. La dictadura de Onganía nos dejó “La noche de los bastones largos”. Yo era dirigente estudiantil cuando se invadió la Universidad y se expulsó a científicos de altísimo nivel so pretexto de adherir a ideologías de corte marxista. Partieron al exilio, fueron integrados a los ámbitos académicos de Europa y Estados Unidos que siempre vieron en el talento una forma de construir el futuro. Hasta en la caída del régimen nazi, los países competían para llevarse a sus pensadores, científicos e intelectuales. El talento, la dignidad, el conocimiento se dan en todas las ideologías, son riqueza, y convocarla es construir un país. Eyectar a los intelectuales por sectarismo, esa pequeñez del fanatismo que impone al inútil propio por sobre el sabio ajeno y lleva a detestar al que no piensa como uno, sin aceptar que en muchos casos su nivel supera al propio, conduce a la destrucción del saber. Lo que vale es la supremacía de la formación académica por encima de la pertenencia política. Básicamente, debemos mejorar las instituciones y en ese debate, estaremos todos, pero sin cuestionar al Estado, lo que equivale a cuestionar la esencia de una sociedad. Lo privado debe ser competitivo, pero el Estado debe constituir el límite que impongan los derechos de las mayorías por sobre los negocios de los grupos económicos concentrados. Esperemos que la marcha popular sirva para que el gobierno reconozca su límite. Las encuestas que le son favorables responden a la ausencia de alternativa y se pueden ir debilitando. Sin embargo, hay momentos en que un poder se puede debilitar por sus errores, sin que haya del otro lado una alternativa que tenga la estatura y la capacidad de la expresión popular que le permita sustituirla.

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