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  • La catástrofe ferroviaria del puente de Alcudia en España, un misterio que lleva 140 años: ¿accidente o atentado terrorista?

    » Infobae

    Fecha: 27/04/2024 02:43

    Los medios de entonces la llamaron la “catástrofe del puente de Alcudia” o el “desastre del tren de los soldados” al derrumbe del puente de Alcudia “No queremos ni debemos, por los confusos informes recibidos hasta ayer, culpar a la política, ni aún a un crimen individual, como hacen otros colegas, por la catástrofe espantosa ocurrida en la línea de Ciudad Real, entre Almadenejos y Chillón; nos referimos al hundimiento del puente de Alcudia, al pasar sobre él un tren mixto de viajeros. ¿Cómo ocurrió aquello? Es un misterio todavía”, escribía un anónimo cronista de la revista La Ilustración Española y Americana en su primera edición de mayo de 1884. Ciento cuarenta años después, el misterio que menciona el artículo no ha sido revelado: aún no se conocen -y difícilmente se sepan algún día- las verdaderas causas de la que durante décadas fue el mayor desastre ferroviario de España, ocurrido la madrugada del 27 de abril de 1884, cuando un tren de la línea Madrid-Badajoz se precipitó al río Alcudia al derrumbarse parte del puente por el cual lo atravesaban las vías, con un saldo de 59 muertos y 56 heridos, casi todos soldados del Regimiento de Infantería “Castilla”. La prudencia del cronista de La Ilustración -revista que, además, envió a Manuel Alcázar, su mejor dibujante, para ilustrar la nota- estaba justificada, porque desde el derrumbe del puente y la caída del tren, la prensa española estaba dividida a la hora de señalar las causas. Para unos, se debía a un atentado anarquista perpetrado en coincidencia con las elecciones generales de ese día, con el sistema fraudulento de la restauración borbónica que regía durante el reinado de Alfonso XII. Para otros, en cambio, la catástrofe no tenía relación alguna con los avatares políticos españoles, sino que se debió lisa y llanamente a una serie de negligencias e imprevisiones cometidas por los responsables de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante, empresa que operaba esa línea de trenes. En su edición del 28 de abril -un día después-, el diario El Día de Madrid señalaba cómo la tragedia había desplazado a la jornada electoral en el interés de la opinión pública y se refería a la confusión que provocaban los rumores sobre las causas: “Las proporciones de la catástrofe hicieron olvidar anoche que era día de lucha electoral. No se hablaba de otra cosa en las calles, en los círculos, en los cafés, en las casas particulares, en todas partes. La impresión que produjo en los primeros momentos la noticia fue muy grande y enseguida se dieron las gentes a buscar la causa de tan infame atentado. Algunos, con impremeditación muy grave cuando faltan pruebas, murmuraban el nombre de algún partido político. Estos eran los menos, pues en realidad nadie sabía a qué atenerse y se esperaban nuevas noticias”, decía en su nota editorial. Ya se veía, desde el primer momento, que la investigación no sería imparcial, sino que estaba atravesada, desde el comienzo por intereses emergentes de la convulsionada situación política de los últimos años del reinado de Alfonso XII y la intención de los empresarios del ferrocarril por desviar la atención de problemas de mantenimiento y fallas operativas que fueron haciéndose evidentes con el correr de los días. Pero, más allá de las intenciones de cada parte, también podía darse una tercera alternativa: que la “catástrofe del puente de Alcudia” o el “desastre del tren de los soldados”, como se comenzó a llamar a la tragedia, fuera resultado de la combinación de las dos cosas. Las víctimas fueron 59 -57 soldados y dos civiles- y 56 heridos que fueron transportados al Hospital de Almadén El lugar y los hechos El puente de Alcudia, sobre el río de ese nombre, fue inaugurado en 1864, como paso previo la circulación de la línea Badajoz-Madrid, que comenzó a correr dos años más tarde. Era una construcción de 90 metros de largo a la altura del kilómetro 279 de la línea ferroviaria y estaba construido sobre pilotes de madera sobre los cuales se montó un típico puente jaula por donde se extendían las vías. Se lo consideraba uno de los puentes ferroviarios de España por donde pasaban trenes de pasajeros pero también de carga, con vagones de ganado y otros cerrados que llevaban frascos del mercurio que se explotaba en las minas de Almadén y que, tras una serie de trasbordos, tenían como destino final el puerto de Cádiz. Sin embargo, el convoy que llegó al puente la madrugada del 27 de abril de 1884 llevaba un pasaje atípico. Se trataba el tren mixto 51, que arrastraba vagones de ganado cargados de ovejas y otros de pasajeros donde viajaban soldados recién licenciados de los Regimientos de Castilla y de Badajoz. El tren, procedente de la estación Chillón y con próxima parada en Almadenejos-Almadén, avanzaba a buena velocidad por las vías cuando descarriló al llegar al puente, lo que provocó la caída al río de la locomotora, cuatro vagones jaula de ganado y siete de pasajeros, la mayoría de los cuales iba durmiendo. Un factor adicional potenció la magnitud de la tragedia. Por lo general, el Alcudia es un río de muy bajo caudal, pero las copiosas lluvias de los últimos días habían hecho subir su nivel, por lo que los vagones se sumergieron casi completamente en las aguas. La recuperación de los cuerpos de las víctimas no fue fácil. Cinco días después de los hechos se habían rescatado cincuenta cadáveres del río y se pensaba que muchos otros habrían sido arrastrados por la corriente. “La catástrofe de Alcudia es la mayor que ha ocurrido en las líneas férreas españolas y puede competir en horror con las más enormes que registra la historia de los descarrilamientos de los ferrocarriles extranjeros”, escribía por entonces el cronista de La Ilustración Española. La cuenta final llegó a 59 muertos -57 soldados y dos civiles- y 56 heridos que fueron transportados al Hospital de Almadén. La placa que rinde homenaje a las víctimas de la tragedia Un héroe civil La rápida reacción de muchos vecinos de las poblaciones cercanas, que corrieron a rescatar a las víctimas, evitó que el saldo fuera peor. Entre tantos hombres y mujeres solidarios, los diarios de la época destacaron la acción de uno de ellos, Eduardo Hervás, habitante de Almadén, la localidad situada a menor distancia del puente. “En el rescate se destacó un modesto industrial, zapatero de Almadén, Don Eduardo Hervás, hombre de unos cuarenta años, pobre, de corazón noble y gran valor, que luchando con el frío, la corriente de las aguas y el peso del material derrumbado, logró extraer multitud de heridos y de cadáveres, portándose como un héroe y siendo digno de la estimación pública que conquistó por su generoso comportamiento”, contaba el diario El Día en una de sus crónicas. El cronista destacaba que, hombre humilde, de bajo perfil y muy pocas palabras, Don Eduardo se negaba a contar en primera persona sus hazañas. La cruz en el lugar de la catástrofe. Nunca se supo realmente qué fue lo que provocó la tragedia. Lo que se sabe es que la investigación terminó sin que se encontrara ningún responsable ¿Atentado o negligencia? La primera versión que corrió con fuerza fue la de un atentado anarquista. Se habló de un descarrilamiento provocado por una o varias personas que habían separado las escarpias que sujetaban los rieles y aflojado los tornillos para causar la caída del tren. También se rumoreó que hubo una explosión que derribó uno de los pilares del puente y -en contradicción con esta posibilidad- que varios pilares de madera habían sido aserrados para que cayeran bajo el peso del tren. Además, según algunos medios, se aseguraba que los autores del atentado habían cortado los cables del telégrafo para que se demoraran los pedidos de ayuda. Una de las hipótesis aseguraba que el accidente -ocurrido en la madrugada de la fecha electoral- había sido provocado para influir en los votantes. El periódico La Época, asociaba la catástrofe del puente de Alcudia con una serie de hechos recientes, como un incendio en la estación de Almadenejos, el descarrilamiento de un tren de mercancías sobre el puente de Guadalmez y la destrucción de otro puente ferroviario sobre el río Jabalón, y señalaba que con esos atentados, “el gobierno de la nación se ve imposibilitado de dar salida a los azogues de Almadén por las vías férreas, aparte de los enormes perjuicios que la suspensión del tráfico ferroviario de la línea de Ciudad Real a Badajoz ha de ocasionar a numerosas industrias de importantísimas zonas”. Llamativamente, la mayoría de los medios no mencionaban la posibilidad de que la caída del tren fuera producto de un accidente provocado por falta de mantenimiento de las vías y o del puente, o bien de la negligencia de la compañía ferroviaria. Solo algunos informaron que el tren mixto 51 iba a mayor velocidad que la permitida en el lugar, de solo veinte kilómetros por hora, que el telégrafo no funcionaba debido a una caída de postes en mal estado o que la locomotora circulaba sin luces. Un juicio sin culpables En medio de la confusión provocada por las versiones contradictorias, la justicia española no se quedó cruzada de brazos y procesó al maquinista y al conductor del tren por circular a mayor velocidad que la permitida, y al encargado de la garita por no estar en su puesto de trabajo. Los tres fueron acusados de homicidio y daños materiales. También imputó a la compañía ferroviaria por las acciones de sus empleados, con riesgo -en caso de condena- de tener que pagar fuertes indemnizaciones a los familiares y sus víctimas. El juicio, realizado en la Audiencia de Ciudad Real, se inició en junio de 1885, más de un año después del accidente y terminó muy pronto con la absolución de los tres empleados y, en consecuencia, también de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante. De esa manera, la investigación terminó sin que se encontrara ningún responsable. En cambio, sí se calcularon los daños materiales, que alcanzaron a 250.000 pesetas de la época. “Dícese que las pérdidas de la Empresa ascienden a 50.000 duros; pero ¿qué vale ese puñado de oro al lado de 59 cadáveres?”, se preguntaba en una de sus notas La Ilustración Española y Americana. Con sus 59 muertos y sus 56 heridos, la catástrofe del puente de Alcudia pasó a la historia como la mayor tragedia ferroviaria de la historia de España hasta noviembre de 1937, cuando un tren de pasajeros embistió a otro de cargas en la estación de Alanis, con un saldo de 72 muertos y 169 heridos.

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