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  • Europa no hubiera tenido Plan Marshall

    » Plan B noticias

    Fecha: 24/04/2024 17:44

    Compartir esta noticia: (Por Javier Urban) – En medio de la paralización total de la obra pública, no hay argumentos que justifiquen la negativa de los bloques opositores para tratar el proyecto de ley que, a través de la emergencia, le permitiera al gobierno provincial pagar lo que Nación dejó de hacer y poner a las empresas a construir y a los obreros a trabajar. Es perverso dejar a 700 familias sin ingresos por un texto que no gusta. «Santa María de los Buenos Aires, si todo estuviera mejor…» se queja el Matador de los cien barrios porteños cuando lo alcanzan las balas policiales, en la canción que popularizaron Los Fabulosos Cadillacs en la década del 90. La misma queja, «si todo estuviera mejor», podríamos enarbolar hoy ante las muchísimas cuestiones que tendrían que estar mejor. Si todo estuviera mejor, la industria no tendría sus máquinas paradas, no habría empezado el cierre masivo de pymes, no empezarían los cortes de energía eléctrica en los domicilios de quienes no alcanzan a pagar las facturas, en el invierno que se nos viene no se tendría que apagar la calefacción y tener que «ponerse un pullovercito que nos tejió la abuela» (Macri dixit), no se tendría que cerrar el agua como se cierran los lagos para muchos, no tendrían que volver las cervecerías artesanales y los parri-pollos ante la destrucción de las pequeñas empresas ante la importación sin control, no tendrían que volver a andar los viejos revolviendo tachos de basura o viviendo de la limosna de Cáritas o el trueque ante la vuelta de las AFJP, no tendrían que estar pagando las asignaciones universales por hijo los “galperines” haciendo negocio con la guita de todos y todas, no se tendrían que estar haciendo planes de lucha para que no eliminen los derechos laborales, no se tendrían que eliminar los impuestos a los ricos, ni entregar YPF con su gas y petróleo, ni aerolíneas y sus rutas, ni entregar el litio y el agua, ni lo poco que queda de la soberanía de Malvinas o de la tierra donde hay agua, donde hay minas, donde hay litio. No se tendría que tocar la puerta de los despachos de los diputados o gobernadores que llegaron a serlo cantando la marcha peronista para que no voten a favor de esas leyes. Si todo estuviera mejor, no nos estaríamos transformando en un paraíso fiscal y en una colonia de Estados Unidos, ni se estaría aconsejando a los grandes empresarios que compren dólares en negro, que los fuguen, que los saquen, porque tenemos un Estado de mierda que te pone impuestos al pedo, mientras aplauden y se ríen en un foro al que llaman Llao Llao y al que obedientemente concurre el presidente. Si todo estuviera mejor llegarías a fin de mes, te podrías pagar los remedios, no estarías deprimido, ni tendrías que cobrar las jubilaciones en dos cuotas, ni se caería la industria, ni la construcción, ni el comercio, ni el empleo, ni el salario real. Si todo estuviera mejor no se estarían enriqueciendo a mansalva únicamente las grandes empresas de servicio, de alimentos, de nafta, de medicamentos, de prepagas, de telecomunicaciones… Si bien desde hace años existen condiciones objetivas que justifican el lamento de «si todo estuviera mejor», es indudable que desde que Javier Milei preside la Argentina no estamos bien ni tenemos perspectiva de estar mejor, porque está llevando adelante este ajuste monstruoso y de una brutalidad tal, que pareciera no reparar en la magnitud de semejante golpe. En la semana en la que el Gobierno Nacional abandonó las obras viales en ejecución y las proyectadas en La Pampa -vías por las que se mueve gran parte de la producción primaria provincial y del resto de la región patagónica, además de ser los caminos que vinculan el norte y el sur del país por los que se mueven quienes andan por la región de turismo-; una vez más fue el gobernador Sergio Ziliotto el que puso a descubierto esa crueldad al decir en declaraciones radiales que «el objetivo del gobierno nacional es achicar la economía y sacarle plata al bolsillo de la gente» e insistir con que el DNU 70/23, cuyo tratamiento está demorado en Diputados, “le está destrozando la vida a la gente”. También habló de la demanda por $90.000 millones que presentó La Pampa en la Justicia contra el Estado nacional por la deuda previsional, al no estar cumpliendo Milei con el Pacto Fiscal del año 99 que lo obliga al Estado nacional hacerles aportes a las 13 provincias que no le transfirieron las cajas de jubilaciones para poder ellas seguir sosteniéndolas. Ziliotto advirtió que “las provincias que no transferimos las cajas jubilatorias tenemos un gran desfasaje financiero” porque “la mayoría de las veces Nación nos pagó a valores históricos”, sin actualización, pero “ningún gobierno anterior desconoció el pago de los anticipos, como ahora”. Milei prometió libertad, pero lo único que hicieron desde su gobierno fue provocar daño a las y los argentinos. La situación económica a nivel país es gravísima, entre el sector privado y el público, sólo en enero, cerca de 70.000 personas perdieron su empleo asalariado, en una estadística que se circunscribe al trabajo registrado, lo que hace suponer que hay millones de informales en situación aún más frágil. Fue la Universidad Di Tella la que reveló que en los tres primeros meses de la gestión libertaria sumaron tres millones doscientos mil nuevos pobres, elevando el porcentaje de pobreza por encima del 48% y en la medida en que se van actualizando los datos, se anticipa mayor desocupación y pobreza. La ferocidad inherente al daño que ocasiona se potencia por la velocidad con que va por más. Entendiendo el gobernador, como lo dijo en la entrevista que citáramos antes, que “la economía de La Pampa nunca se va a desarrollar si no es a través del apoyo del Estado, porque el mercado no tiene escala y los sectores emergentes son inviables si no cuentan con el apoyo que necesitan para achicar el riesgo empresarial, fortalecerse y empezar a competir”, se ve en la necesidad de tomar medidas que, aunque paliativas, se concreten de forma urgente. La crisis provocada por Milei así lo demanda. Y no hay crisis en la historia de la humanidad más brutal que una guerra. Primero están las consecuencias que se padecen durante la conflagración, las pérdidas de vidas que la misma conlleva, pero una vez terminada queda la crisis de la destrucción material y económica que la guerra provocó. Y si bien le han sucedido otras conflagraciones que hasta el día de hoy se llevan adelante, ninguna ha sido de la magnitud de la segunda guerra mundial, que dejó a Europa destruida. E inmediatamente después -dos años de haber terminado la guerra, en aquellas condiciones, fue algo inmediato-, Estados Unidos implementó el “Plan Europeo de Recuperación” que se conoció como Plan Marshall y que implicó una gran inyección de capital por parte del Estado norteamericano sobre las destruidas economías del viejo mundo. Con subsidios, financiación a la construcción de obras de infraestructura, ferrocarriles, obras de agua, medicamentos, programas de asistencia técnica, fondos para reemplazar máquinas, herramientas necesarias para producir automóviles, camiones y tractores para la exportación, y también exenciones de impuestos para las exportaciones e importaciones de varios productos, entre otras medidas; las políticas keynesianas de estímulo de la demanda efectiva (gasto de consumo, gasto de inversión y gasto público) resultaron exitosas, con un crecimiento económico prolongado, y esencialmente en los países centrales con un boom de producción y consumo, con grandes ganancias y salarios altos. Cuando el presidente Truman en EE UU puso a consideración del Congreso el plan de su secretario de Estado, George Marshall, recibió la aprobación de las dos Cámaras que lo integran. Por eso el Plan Marshall fue posible. Ahora, en nuestra provincia, el grito de angustia de las familias de los 700 obreros de la construcción que claman por volver a trabajar, después que Milei los despojara de su empleo al dejar de financiar la obra pública nacional en la que estaban contratados y al obligar a que quienes habitualmente los contrataban para cualquier tipo de changas, como hacer un garage o sumarle una piecita a una casa, ya no puedan hacerlo porque les hizo añicos los ahorros… Como la desesperada revelación de la Cámara de la Construcción, en la voz de su presidente Adrián Pérez Habiaga, que en el sector “cada semana que pasa es peor”… Ni unos ni otros fueron escuchados y, a diferencia de Truman con su ley Marshall, a Ziliotto el proyecto de ley de emergencia en obra pública, no se lo aprobaron. No le dieron quorum para que se lo tratara sobre tablas. El primer análisis de semejante decisión de la oposición pampeana rápidamente los pinta de una perversión inexplicable con ella. Porque a esa medida no la reclamaba el gobernador ni sus diputados para colgarse vaya uno a saber qué cucarda. Ahí, en la Legislatura, los obreros de la construcción y los empresarios del sector les imploraban que la votaran para poder empezar a transitar el sendero que después tendrá que ir hasta la Casa Rosada para que Milei autorice (si, él que las dejó de financiar, tiene que dar su autorización) que el gobierno provincial se haga cargo de las obras que él abandonó. Es decir, no es que «al toque» que se aprueba esta ley, al otro día no más, las empresas se podrán abocar al reinicio de las obras. Por eso urgía que se aprobara el jueves pasado y no tener que esperar, ahora, diez días más. Se podrá decir que las y los legisladores de la oposición tienen objeciones al texto de la ley y que por eso no lo iban a votar a favor. Es aceptable, pero no hicieron eso, no permitieron que se tratara el proyecto. Si se hubiera tratado, el oficialismo se hubiera impuesto en la votación y la ley hubiera salido. Ahora, eso es exactamente lo que pasará en 10 días. La oposición votará en contra y la mayoría oficialista convertirá esa iniciativa en ley. Entonces ¿por qué no tratarla? Luce perverso. Los trabajadores perdieron una quincena más que no cobrarán, porque radicales, macristas y tiernistas se sacaron el gusto de no dar tratamiento sobre tablas, como quería el peronismo. ¿Lo celebrarán cada uno y cada una de los legisladores en sus casas, con sus familias? Aunque el análisis debe contemplar también la justificación -no ya de su no tratamiento sobre tablas que no admite otra lectura que un revanchismo porque el texto no dice lo que ellos quieren que diga- de por qué están en desacuerdo con el proyecto, con la letra del mismo. El radical Hipólito Altolaguirre, el único legislador opositor que habló con la prensa del tema, sostiene que «solamente a título meramente enunciativo incorporaron al proyecto original que cuestionamos, un anexo -que había enviado el Poder Ejecutivo- en uno de los artículos que detalla las obras nacionales que han generado inconvenientes», porque, dicen desde la oposición «se declara la emergencia de la obra pública en toda La Pampa, abarcando la nacional y la provincial, que no se paró porque la Nación dejó de financiarlas». El presidente del bloque de la UCR dijo «así pueden meter cualquier obra, como la del Megaestadio, el cual consideramos que no es de emergencia». «No queremos -y fue contundente el Poli- que se use la emergencia que habilita a contratar de forma directa, para cualquier obra». Y volvemos, «si todo estuviera mejor», no debería ser necesario siquiera declarar una emergencia en obras públicas, ni para obras provinciales ni nacionales. Y como reclama la oposición ninguna obra se debería hacer sin un llamado a licitación, ni control previo. Pero vamos, no hay absolutamente ninguna industria que ponga en movimiento la economía como lo hace la obra pública. Genera todo tipo de empleo, desde la contratación de trabajadores en diversos sectores, desde la construcción hasta la ingeniería y la logística. La inversión en infraestructura pública que reduce las tasas de desempleo y aumenta los ingresos disponibles para la población, que impulsa la demanda de materiales de construcción, maquinaria y servicios relacionados, lo que aumenta la demanda estimulando la producción y el crecimiento económico, ya que las empresas incrementan su producción para satisfacer la demanda adicional. Y si tenemos ahí, al toque, la posibilidad de que el gobierno «banque» obra pública ¡qué importancia tiene si forman parte solamente de las obras paralizadas por Milei o va más allá y encara otras, aunque sea el Megaestadio, con tal de generar trabajo y todos los demás beneficios que citaba! La política del presidente avasalla los lentos y estériles rituales de la institucionalidad, llevándose todo puesto. Y a las víctimas de semejante atropello, si se les podés aportar alguna solución, no se la pueden retacear porque acá a esos rituales haya que respetarlos. Si todo estuviera mejor, sí. Pero hoy, hay que ir con todo para ponerlos a salvo. De macristas y tiernistas, que se identifican con las políticas de Milei, es hasta lógico – de hecho, en la que semana, la senadora Victoria Huala justificó y apoyó el recorte de fondos nacionales a La Pampa- que pongan obstáculos institucionales, aunque prolonguen el sufrimiento de pampeanos y pampeanas alcanzadas por la motosierra libertaria. Pero los radicales terminan dejándose llevar por aquellos ¿por qué? ¿para qué? y lo hacen de forma insólita. Porque otra vez esta semana, al desconcierto en que parecen estar inmersos lo representó Daniel Kroneberger, que en el Senado votó a favor de que no caiga el DNU, y en medio de un acto por el presupuesto universitario, dijo que el DNU era una manera de “arrasar con todo” y que en la Cámara de Diputados creía que “no se iría a aprobar”. Y también dieron la nota en Santa Rosa, chicaneando al intendente por los inconvenientes que ocasionaron los cinco días seguidos de lluvia, cuando supieron tener al intendente anterior indiferente ante el deterioro progresivo total y absoluto de las calles santarroseñas. No se puede decir que hoy di Nápoli tiene las calles de la ciudad como deberían estar, pero sigue en emergencia sanitaria y con la asistencia del gobierno de Ziliotto, se han ejecutado más de 785 cuadras de asfalto, se recambiaron más de 105 kilómetros de redes de cloaca y agua, se repararon estaciones de bombeo, y se mejoró sensiblemente el espacio público. No es para decir que ganó ningún campeonato –de hecho, han tenido que ser los propios vecinos los que tuvieron que salir a rellenar zanjas en el asfalto para que se pueda circular-, pero en un tema donde la gestión de Leandro Altolaguirre brilló por su desidia, que los suyos pretendan chicanear, justifica la calificación del concejal Francisco Bompadre que los llamó «campeones mundiales de la hipocresía». Tambien te puede interesar: Comentarios Comentarios

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