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  • Cómo se planificaron y orquestaron los crímenes de cuatro trabajadores

    » Rafaela Noticias

    Fecha: 17/04/2024 16:57

    Cómo se planificaron y orquestaron los crímenes de cuatro trabajadores Dos células armadas desde prisión, una con su jefe detenido en un pabellón de alto perfil de Piñero y la otra con un instigador aún no determinado pero que estaría alojado en una prisión federal, aparecen detrás de la organización de la saga de crímenes de trabajadores que mantuvo en estado de parálisis a la ciudad de Rosario durante la primera quincena de marzo. Ese es el esquema que delinearon tres fiscales en la audiencia iniciada la mañana de este martes en el Centro de Justicia Penal con cinco imputados mayores de edad, algunos de ellos “viejos conocidos” del sistema penal, conectados por videoconferencia desde sus lugares de detención. Por debajo, en el último eslabón, aparecen los actores más débiles y fungibles de la trama: un grupo de entre cuatro y cinco adolescentes, dos de ellos no punibles por su edad, a quienes se les asignó la ejecución de los crímenes cometidos con armas prestadas y cierta torpeza, con escaso registro de la gravedad de esos actos y a cambio de entre 200 mil y 400 mil pesos por cada “trabajo”. Dinero que, ellos mismos lo cuentan, destinaron a consumos triviales. Uno le dio cien mil pesos a la mamá, otro fue a comer con un amigo al shopping. También compraron alfajores y fueron a la peluquería. La primera célula, según expusieron los fiscales Adrián Spelta, Patricio Saldutti y Franco Carbone, era dirigida desde prisión por Alejandro Núñez, alias Chucky Monedita, un preso proveniente del barrio Parque del Mercado al que se le asigna liderar una banda de narcomenudeo, aprietes y homicidios. Según la imputación, daba órdenes desde prisión que bajaba a la calle a través de su pareja Brenda “La Cote” Pared otro nombre repetido quien cumple prisión domiciliaria en Funes en una causa por drogas y fue a visitarlo en tres ocasiones a la cárcel entre febrero y el 1º de abril. A este grupo se le asigna la coordinación de los asesinatos de los taxistas Héctor Figueroa y Diego Celentano, así como el atentado a tiros contra la comisaría 15ª; todos cometidos con una misma pistola 9 milímetros y municiones con la sigla de la Policía de Santa Fe. El liderazgo del segundo grupo aparece más difuso en el relato de los fiscales, aunque se mencionaron los nombres del empresario Esteban Lindor Alvarado, condenado a prisión perpetua por dirigir un violento emporio criminal en base a la venta de drogas, y de Claudio “Morocho” Mansilla, un peso pesado de barrio Santa Lucía condenado a 25 años de prisión por un doble crimen. Y que además exhibe en su prontuario haber sido uno de los ocho evadidos a tiros de la cárcel de Piñero en junio de 2021. A este segundo grupo se le asignan la organización del ataque al chofer de un colectivo 122 rojo, el pasacalle con amenazas a funcionarios que apareció colgando del puente de Oroño y Circunvalación, el crimen del colectivero Marcos Daolia y el del playero Bruno Bussanich. Este último caso, según la investigación, fue cometido por el mismo adolescente de 15 años acusado de dispararle al taxista Figueroa. Este nexo, a criterio de los investigadores, revela una interconexión entre las dos células definidas detrás de los ataques. Hechos que, según la hipótesis oficial, fueron cometidos como una réplica al endurecimiento del régimen de detención de los presos de alto perfil. En ese esquema, por debajo de la pareja de Chucky y Brenda fueron imputados como gestores de tercera línea Axel Uriel Rodríguez, Gustavo Márquez y su pareja Macarena Solange Muñoz. Una zapatilla en el asiento La primera víctima de la saga fue Héctor Figueroa. El 5 de marzo Márquez, Muñoz y su hermano Matías, un chico de 17 años al que le dicen “Matute”, convocaron a dos adolescentes que actuarían como mano de obra a una casa de Lamadrid y Presidente Roca. Les dieron las instrucciones y les entregaron el arma y una nota. Uno de ellos, cuyas iniciales son CNT, fue a Oroño y Uriburu a tomar el taxi. Lo acompañaba Michel C., quien fue en bicicleta hasta el destino elegido para el atentado para avisarle al tirador, otro menor de 15 identificado como DMG que el auto estaba en camino. En Flammarión y Lamadrid —contó uno de los tantos testigos de identidad reservadas citados en la audiencia— “apareció DMG desde las vías y empezó a disparar sin decir nada. Fueron más de siete tiros. CNT se baja apurado del auto y pierde una zapatilla. Recibió un roce en la panza por uno de los tiros”. Los dos atacantes corrieron cruzando las vías y luego les pagaron. “CNT recibió 200 mil pesos. Le dio cien mil a su mamá y después se compró ropa. DMG también se compró ropa y después se tiñó el pelo de blanco”. En su caso obtuvo 300 mil pesos y con la plata invitó a Michel a comer al shopping Alto Rosario. “Todo ese encargo viene de Chucky Monedita y su mujer que es la que da órdenes fuera de la cárcel. Chucky mandó a hacer estas cosas porque lo están verdugueando ahí adentro”, dijo el testigo. El mismo DMG contó cómo “Gusti” Márquez lo convocó a la vuelta de un búnker de la calle Anchorena al 1500. “Me mandó a hacer el hecho de Flammarión, el del primer taxista. Me dijeron que tenía que hacer el hecho el entretiempo del partido de Central porque estaba todos los policías en la cancha”. Según ese testimonio, en la escena tenían que arrojar una carta “contra Pullaro y Cococcioni para que dejen de verduguear a los presos” pero CNT salió apurado y se olvidó de arrojarlo. “El arma me la dieron envuelta en un trapo. No sé quién escribió la carta. Estaba todo armado. Tiré como me dijeron”, contó el chico. Sobre el arma, trascendió que fue vendida a la Banda de Los Menores, del barrio 7 de Septiembre, que según un testimonio tenía vínculo con Chucky porque ambos grupos están ligados a la banda de Central. CNT andaba con una sola zapa porque a la otra la perdió en el taxi”. Segundo plan Segundo plan Un día después, a las 23.30 del miércoles 6, la víctima fue Diego Celentano. El taxista recibió cinco disparos en Alvear y Garmendia y también en este caso quedó una zapatilla junto a su Volkswagen Voyage. Según los fiscales, el crimen fue ordenado por Chucky desde prisión a Brenda y ella encomendó el trabajo a Marquez, quien a su vez coordinó el plan con sus familiares más cercanos: su hermana Macarena Muñoz y su cuñado Matute. Estos últimos, según la acusación, brindaron un arma e indicaciones específicas a los tres menores y desde un celular aportado por Raúl Pereyra, cuñado de Matute, llamaron a la central de radiotaxi para la que trabajaba Celentano y lo convocaron a Lamadrid al 200 bis, donde subieron dos muchachos. Cuando llegaron a destino Michel C., junto con quien para los fiscales pudo ser alguno de los menores no punibles conocidos por sus iniciales, “abrieron fuego por la espalda a la víctima causando la muerte en forma inmediata producto de los múltiples disparos en la zona craneal”. Al bajar del auto, en el apuro, uno de los atacantes perdió la zapatilla. Les pagaron 200 mil pesos a cada uno. Una testigo de identidad reservada contó que cerca de las 23 de esa noche, antes del ataque, pasó Matute caminando al lado de ella en Lamadrid al 400 acompañado por otro chico “más flaquito” que le dijo: “Vamos a hacer lo que tenemos que hacer, Matamos y nos vamos”. Otro testigo contó que a Michel “se le sale la zapatilla cuando se iba pero por pura casualidad. La otra la tiró en un descampado y se fue a devolver el arma” a la casa de otro adolescente al que le dicen Duraznito. El ataque a la comisaría El tercer hecho que imputaron los fiscales fue el ataque a la comisaría 15ª, de Sarmiento y Ameghino, donde la noche del jueves 7 de marzo dispararon desde una moto seis veces contra el frente . Según la imputación, siguiendo órdenes de Chucky, Brenda le pidió a “Gusti” que se ocupara de atacar a tiros a un colectivo. Pero el mismo día le anunció que ya había encargado ese trabajo a gente de Santa Lucía donde domina Morocho, que a la sazón es cuñado de Brenda. En cambio le ordenó que atacara un camión recolector de basura, una comisaría o una farmacia. Márquez convocó a su cuñado Matute, quien salió “con una persona no identificada” a recorrer la ciudad en busca de un camión recolector de residuos. Como no lo encontraron, en una moto Voge de 300 centímetros cúbicos fueron a disparar al menos cuatro disparos con la misma pistola usada en los hechos anteriores a la fachada de la seccional. “Gusti mandó a tirar a uno apodado Colo con una moto roja secuestrada al día siguiente. El que tiró fue Matute de propia mano”, planteó un testimonio Disparos a un 122 El 6 de marzo, a minutos de la medianoche, el chofer de un 122 rojo que estaba terminando su turno vio pasar una moto Honda Twister blanca en Cerrito casi México. El acompañante en la moto disparó entre tres y cuatro tiros que dieron en la carrocería y, desde el frente, intentó tirarle al chofer pero la bala no salió. Según la imputación la moto era conducida por un prófugo al que le dicen “Chori” o “Chucki Grande”, para diferenciarlo de Monedita. Según los fiscales, este hecho fue coordinado por Axel Rodríguez, alias Franco, en prisión domiciliaria y con tobillera electrónica en una causa por homicidio, junto con Pared, Márquez y otras dos personas con pedido de captura: “Personas vinculadas a la organización liderada por Alvarado determinaron a Axel a que organice distintos hechos delictivos ofreciendo una recompensa económica”. El ataque en la línea K Un día después, la misma moto fue usada en el ataque al chofer de la línea K Marcos Daloia, quien falleció tres días después. Para la investigación, manejaba el prófugo “Chori” y como acompañante iba un joven no identificado que subió a la unidad en Mendoza y Guatemala, cerca de la la seccional 19". Hizo dos disparos a la cabeza del chofer, bajó en la siguiente esquina y subió a la moto que lo esperaba para salir de escena. De allí fueron a una casa de Nicaragua al 2200 donde bajaron y se cambiaron de ropa. En el escape, dijo un testigo, casi chocan una camioneta de Gendarmería “que no los frenó ni nada”. La moto fue secuestrada en el allanamiento a esa vivienda, donde se encontró la ropa y la gorra usadas por el atacante tirada en el techo, con rastros de pólvora. “Por lo que yo sé en el ataque a la K y al otro colectivo fueron Chucky grande el que manejaba y Lauti es el que se baja y tira con un 3.80. Lauti debe tener 16 o 17 años. Usan menores para cometer los hechos”, planteó un testimonio. El trapo en el puente En ese contexto el sábado 9 de marzo apareció un cartel colgando del puente de Oroño y Circunvalación. “Pullaro y Cococcioni se metieron con nuestros hijos y familia. Van a seguir las muertes de inocentes, taxistas, colectiveros, basureros y comerciantes”, decía la sábana. Para los fiscales, fue Ariel Rodríguez quien “seleccionó personas para que colocaran un trozo de tela blanco en el puente”. Esto dijo uno de los menores implicados en la trama: “Franco mandó a colgar una bandera blanca en Circunvalación. Quería que la hagan colgar bien abajo para que los autos la vean pero la colgaron arriba. El se quejaba de que la colgaron así nomás. No sé quién la colgó. Sólo sé que la orden la dio Mansilla”. Gatillero prestado El playero Bruno Bussanich fue asesinado la noche del sábado 9 de marzo a las 20 en la estación de servicios Puma de Mendoza al 7600. En este caso, para los fiscales, la orden provino de una cárcel federal. Pero como el grupo asignado no contaba con mano de obra, se contactaron con la primera célula, que proveyó al adolescente de 15 años DMG como el tirador. Los acusados en este caso son Pared, Marquez, Muñoz y Rodríguez. El adolescente que tiró, según la pesquisa, fue conducido en un Uber hasta la casa de Rodríguez, quien le pagó el traslado y lo hizo esperar hasta las 23, cuando recibieron una videollamada desde una cárcel federal con la orden de matar a cualquier empleado de la estación y dejar un cartel contra Pullaro y Coccoccioni que decía “matamos a 200 personas y vamos a matar más”. “En un momento llama Mansilla. Franco me muestra la pantalla y vi que era Morocho, tenía barbita, pelo corto y vi que estaba al lado de otro lleno de tinta”, dijo el chico, aunque para la pesquisa aún no está corroborado si fue Mansilla quien dio la orden. El chico contó que fue forzado a cometer el ataque porque en los días previos andaba en una moto prestada por Gustavo Márquez que había tirado al escapar de un control policial en Alem al 4000. Por eso, dijo, Márquez le encargó el crimen para que cobrara y le devolviera el dinero de la moto. La mujer del prófugo Maturano, según la pesquisa, se acercó a dejarle el arma —una pistola Taurus 9 milímetros— y una carta en un bolso amarillo. Luego un señor de nombre Homero dejó el auto en la esquina y tras él llegó otro al que le dicen El Viejo que cargó botellas y bidones con nafta en el vehículo, un Fiat Duna en el que este hombre al volante y DMG como acompañante salieron hacia la estación. Al llegar dieron una vuelta manzana y luego el auto frenó a una cuadra. “Me bajé. Caminé. Me quedé pensando un ratito si hacía o no el hecho. Estaban cargando gasoil. Pensé que podía explotar todo. La nota se me cayó cuando saqué el arma. Fui, tiré y me volví al auto. El Viejo estaba esperándome”, relató el chico. En Furlong y White, antes de llegar a la colectora de Circunvalación, el hombre incendió el auto. Los dos siguieron camino a pie hasta la casa de Axel, en Misiones al 2200, donde devolvieron el arma y quemaron la ropa. Al día siguiente le pagaron 400 mil pesos y le dijeron que fuera a la casa de la calle Anchorena, donde lo esperaba Márquez. “Gusti me dijo que le tenía que dar la plata a él. Me hizo hacer el trabajo para que me paguen y con esa plata devolverle la moto que perdí”, leyeron los fiscales. Prisión preventiva Luego de una audiencia que se extendió por ocho horas la jueza Paula Alvarez les dictó prisión preventiva por el plazo de ley de hasta dos años a los cinco acusados. En tanto, dos de los cuatro adolescentes involucrados que tienen más de 16 años están a disposición de la Justicia de Menores. La Capital

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