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  • Guada, la tambera que arrancó con 3 vacas regaladas (y algo más)

    » LM Neuquen

    Fecha: 28/03/2024 14:13

    Guada Sorzana: "El agradecimiento más grande se lo tengo que dar a mi viejo, que fue el que me dio la caña". Foto: gentileza. Saliendo de Zapala, hacia la localidad de Junín de los Andes, se encuentra el tambo que Guadalupe Sorzana forja desde que decidió empezar de nuevo. Cargó su auto y a dos de sus hijos con rumbo a la Patagonia, dejó atrás un matrimonio y a su hijo mayor dispuesto a terminar la secundaria en Buenos Aires, cerca de su papá. Comenzó de nuevo en Zapala. En la vertiginosa ciudad neuquina-por los climas extremos-, su papá, Juan Carlos Sorzana, decidió darle las herramientas para que pudiera ponerse de pie y seguir adelante. “Ojo de Agua” es el campo ubicado sobre la margen izquierda cuando apenas se sale de la localidad, es un espacio que comparte ahora en propiedad con sus primos y hermanos. “Llegué en 2016, con una mano atrás y otra adelante, sin nada. Al poco tiempo, mi papá me dijo: ‘Guada, yo te doy unas vacas y con eso vos arrancá que te va a ir bien’”, recuerda Guadalupe diálogo con +P. “El agradecimiento más grande se lo tengo que dar a mi viejo, que fue el que me dio la caña. Siempre digo, me tuvo fe y le tuvo fe al tambo”, reflexiona. Ella.jpg El campo está en la salida de la ciudad de Zapala. Foto: gentileza. Una (pequeña) ayuda de mis amigos “Empecé con esas tres vacas y después Manuel -que era mi amigo y ahora es mi pareja- me trajo cinco más porque él había estado ordeñando y ya no quería hacerlo más. Ahí arrancamos, a mano con José, mi colaborador”, relata. “Después rescatamos una bajada de papá que la tenía un amigo y empezamos con eso hasta que un invierno apareció Jorge Martínez (un productor de Aluminé), que me dijo: ‘Cierro en mayo y me quedaron siete vacas en producción, te las llevo’. Tuve un poco de suerte en eso también porque de repente sumé 10 vacas. Acá conseguir vacas y empezar lleva tiempo”, expresa. “Manu también me ofreció dos bajadas y ahí ya se hizo todo más grande, contraté primero al hermano de José y cuando él se fue incorporé a Jorgelina, su pareja. Ella no tenía idea de qué se trataba, y yo le dije: ‘vos arrancá y después vas viendo’. Acá la tengo todavía, hace dos años trabajando conmigo. Es ideal tener un matrimonio, los chicos son excelentes”, cuenta orgullosa de su equipo. trasladando la leche.jpg El traslado de la leche, otra de las tareas del tambo. Foto: gentileza. La fuerza de un equipo Cuando José y Jorgelina toman vacaciones, los hijos de Guadalupe, Joaquín, Benjamín y Clara toman la posta. “Vienen y dan una mano”, cuenta y recuerda un verano en el que hicieron mucho queso. “Los primeros 18 litros de leche que vendí eran una gloria. El tambo es un kiosquito, vos todos los días sacas leche, haces queso, lo vendes, es constante”, relata. Guadalupe no ahorra palabras, enumera sus logros junto al emprendimiento: “Pude bancar a mis hijos, alquilar una casa y ya tengo varias vacas. Llegué al punto de que quiero tener el tambo -que es una actividad esclavizante- pero también quiero vivir, tener un tiempo para mí y lo puedo hacer porque José y Jorgelina, si yo no estoy, ya saben hacer todo”. “El año pasado me pasó que me tuve que ir a Buenos Aires con mi papá enfermo, supuestamente por unos días, y al final fueron dos meses. Esa fue la prueba de fuego y el darme cuenta que tenía equipo. Gracias a Dios había formado un excelente equipo, me cubrieron las espaldas”, recuerda con lágrimas en los ojos. “El tambo siguió ordeñando, la leche se siguió vendiendo, se hicieron quesos, todo. No me alcanzan las palabras para decir lo que fueron estos chicos para mí, los adoro como si fueran dos hijos; tenemos una relación muy linda de equipo, vamos a la par, me siento hiper respaldada con ellos”, afirma. Tambo ext.jpg El tambo que comenzó con tres vacas regaladas. Foto: gentileza El boca en boca Los productos que salen del tambo además de la leche son quesos, quesillo y dulce de leche. “De boca en boca a lo largo de los años la gente supo de esto, viene, compra, se enteran a través de las redes y llevo a los domicilios”, cuenta. Con un diseño de su hijo y el deseo de darle forma a lo que sería la identidad del emprendimiento, Guadalupe avanza en la presentación de sus productos. “Me quedan un montón de cosas para hacer, sigue siendo todo bastante casero, me falta la parte marketinera pero lo bueno es que la gente busca lo casero, la leche recién ordeñada, el dulce y el queso caseros. Hay todo una onda de los productos menos manufacturados, menos procesados posibles”, asegura. “Entro a donde están las vacas y es como mi cable a tierra. Me encanta esta producción. Creo que en Neuquén hay un potencial enorme con esta actividad y debe aprovecharse desde el turismo también. Hay muchas familias en este rubro, algunos lo llevan adelante con pocos recursos incluso, yo tengo infraestructura que agradezco, porque tengo servicios, estoy cerca del pueblo, tengo beneficios. Lo importante es que te deja un ingreso interesante”, afirma. GUada Jorgelina Jose y Mauricio.jpg Guada, con Jorgelina, José y Mauricio. Foto: gentileza Dirigente y líder del campo Guadalupe habla con enorme agradecimiento y orgullo de su padre. No es para menos, Juan Carlos Sorzana fue presidente de la Rural de Neuquén a lo largo de 4 años. Señalado como un líder y referente por la misma institución participó activamente en distintas acciones relacionadas al sector agropecuario. Padre de 5 hijos y abuelo de 14 nietos, don Sorzana inició el tambo allá por 1975. “Ese año vino una nevada fuerte“, cuenta Mauricio Meliñanco, colaborador de aquella época que aún acompaña a la familia. “Cuando compran este campo a Trannack, se vino a instalar Germán Sorzana, hermano de Juan Carlos. Estaban las instalaciones allá atrás, había galpones donde entraban 100 vacas. Eran las Holando-Argentino. Pasaban por una manga y luego a lavarse en unas piletas y ahí entraban al tambo donde entraban 12 vacas y hacíamos un ordeñe a las 4 de la mañana y otro a las 16”, recuerda. La leche se comercializaba en Zapala y hasta llegó a salir en sachet. “Se llamaba Leche La Travesía”, era una leche homogeneizada apta para vender”, afirma. El producto iba hasta a los supermercados locales y pasaba por estrictos controles. retrato Guada con sus tres hijos.jpg ¡Qué sonrisas! Guada con sus tres hijos. Foto: gentileza “La actividad era una gran generadora de mano de obra y había mucha competencia con Serenísima y Bachellet. Nosotros éramos 15 en el tambo entre repartidores, tamberos, personal de limpieza y siempre con libreta de sanidad y todo en regla”, afirma. Los controles bromatológicos eran severos y si no se pasaban “había que tirar grandes cantidades de leche. Una vez pararon el tambo un mes. Era un arroyo de leche así que Germán, enojado, revoleó una máquina de calcular de las que llevaban rollito”, cuenta con picardía. “Esa es la anécdota que muchos recuerdan en el pueblo”, asegura. “La inversión puesta ahí era inmensa, era un tambo modelo. Hoy no hay un tambo así en la provincia”, piensan Mauricio y Guadalupe.

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