Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Crece la venta de las “joyas de la abuela” y ahora es para pagar los servicios y llegar a fin de mes

    » Clarin

    Fecha: 29/04/2024 06:10

    Nadie puede negar que las publicidades nocturnas (y sus parodias) que en la tele muestran a alguien que lleva una joya de la abuela a un tasador para recibir dinero a cambio, son hipnóticas. Hasta satisfactorias. Hay ficción (el argumento, la actuación) y hay realidad (la necesidad de plata para cumplir un deseo o pagar una deuda, y la inseguridad como motivo para dejar ir a esa posesión material sobre la que cotiza también el valor de los afectos). Pero quienes hoy llenan los locales de compra de oro en la ciudad de Buenos Aires están bien despiertos. Les quita el sueño la crisis económica y necesitan vender para llegar a fin de mes, pagar los servicios o evitar embargos. “Traen hasta el último recurso”, dice a Clarín Jacqueline Queipo, una tasadora con más de 20 años en El Tasador. ¿Qué es el último recurso? “Lo que tengan, aunque no sirva, aunque no tenga valor comercial. Pero no lo saben y quieren venir a ver:¿Cuánto vale esto que tengo?”. "Somos cinco tasadores (NdR: en ese local de Corrientes y Pueyrredón) y no damos abasto. Estamos armando más oficinas y preparando a más tasadores. Ayer (por el martes) yo sola atendí a 60 personas, a veces son 70. El promedio es de unas 350 por día. Antes yo atendía a 5 o 6, en los últimos meses explotó el trabajo", cuenta. Una tasadora analiza alhajas que le llevaron para vender. Foto Maxi Failla "A veces vienen a vender para poder pagar la boleta de luz. El perfil sigue siendo el mismo, con un plus de gente que antes no venía. Gente de todas las edades, que se metió en créditos de autos. Eso es de todos los días. Te dicen: 'No me alcanza el sueldo para pagar la cuota, qué hago, pierdo el auto', o que tienen que pagar tratamientos médicos". Desde la página de estos tasadores se puede subir la foto de la joya o el reloj a través de un formulario, también recibir asesoramiento por WhatsApp. Pero, como explica la gemóloga experta en piedras preciosas, “no lo quieren mandar, porque les da miedo que quede registrado su número y lo que tienen”. Entienden la desconfianza. "Siempre invitamos a la gente a que vengan y traigan lo que heredaron. Una vez que lo tenemos enfrente, porque si me mandás una foto no es lo mismo, cuando yo tengo la pieza en la mano, veo si me si puede llegar a servir, si tiene algún valor comercial o no”, recomienda. Además del disparo del escáner que detecta metales y la lupa, la herramienta principal del oficio es la expertise. Jacqueline se acuerda de que lo primero que aprendió fue simple y útil: "A mirar el sellito (de 18 o 24 kilates)". Hoy es la cara visible de esa empresa y da esta nota desde el set que armó el equipo de marketing para subir contenido a redes. Esta dama del oro tiene carisma y tres Rolex sobre el paño: un Junior Zafiro (con pase rápido de calendario), otro con malla Oyster combinada y el Jubilee de acero. Jacqueline, de El Tasador, dice que "no dan abasto" con la demanda de gente deseosa por vender. Foto Maxi Failla La sensación al entrar a estas grandes casas de venta de oro es la de estar en un ambiente híbrido, entre sanatorio y banco. También tienen algo de boliche. La imagen de “clínica” la dan las recepcionistas, hay que registrarse y obtener un turno (la consulta es gratis), y las filas de sillas en la sala de espera, que casi todas estaban ocupadas el miércoles al mediodía. Lo “bancario” es que, cuando toca, se pasa a la privacidad de box individuales. Y, si hay acuerdo, de ahí se sale con plata (pero en papel, el billete, que pueden ser dólares, pesos o una transferencia bancaria). Lo de "boliche" es porque en la puerta custodian hombres de traje negro y anteojos de sol. Lo que más se quiere vender ahora es oro y plata. “Todos los metales”, como le dicen en la jerga. Nada que se revenda después como pieza, sino que se “refina” (otro verbo característico). Nadie se acerca ya con de obras de arte o esculturas. “Aunque a algunos ves entrar con jarrones acá”, dice la tasadora. “Es bastante variado, no es que vienen solo con la alhaja de la abuela y la pieza más preciada. Nada que tenga diseño, todas cosas hechas de matricería, nada que tenga piedras preciosas. Vienen juntando todo lo que tienen, pero de verdad que es así. No te exagero ni un poquito. Son toneladas de cosas que van acercando. Por ahí vienen una vez y dicen ‘Bueno, la semana que viene vengo con otra cosa, porque no quise traer todo junto’". La mayoría está asesorada sobre cuánto van a recibir. Pero sólo los tasadores acertarán el precio “justo”. Porque ellos lo definen en el rubro. "El oro está bastante caro, así que si traen una cosita sola, ya se llevan un montón de plata”. avisa. No hay que pensar en pasar antes por una joyería y averiguar cuánto cuestan unos aritos o una cadenita parecidos a lo que quieren vender, y esperar algo similar a cambio. El valor del oro es por peso y está determinado por el mercado internacional. Aún así, eso no define tanto. ¿Qué pasa si alguien, después de escuchar la oferta, pide más? "Puede haber una negociación en alhajas que se compran como alhajas (no por el metal). Ese precio tiene que ver ya con el ejercicio de la compra y venta en el mercado internacional. No estamos supeditados al mercado local, entonces, podemos ir comprando y podemos seguir vendiendo. Si tuviese que pensar en solo vender en Argentina... fuimos, porque no se estaría vendiendo nada. El precio del oro, en cambio, no lo manejamos nosotros, depende del mercado, del día", explica Jacqueline. En la web se lee a quienes pagan “$ 82.000 el gramo de oro” y otros, menos mediáticos, que en realidad “cotizan el gramo hasta $ 70.000 o $ 73.000”, como explica uno de los joyeros más importantes de la calle Libertad, esa gran joyería porteña a cielo abierto. Allí, confirman los joyeros a Clarín, también se disparó la demanda de tasaciones por la misma razón: la crisis económica. Lo mismo dicen en Leiva Joyas, de los mismos dueños de El Tasador. En Libertad, algunas joyerías promocionan “pago por gramo más que nadie, $ 93.000”. Pero esos números no siempre se alcanzan. El “mercado” es lo que pasa en cada box de venta. Ana Carolina vendió las alianzas de sus abuelos para poder pagar la deuda de la tarjeta de crédito. Foto Maxi Failla Ana Carolina habla con Clarín justo después de haber vendido, por primera vez, en El Tasador de Corrientes y Pueyrredón. Es una de esas personas que no trajo una "bolsa de oro". Pero la historia de lo que vendió, que combina el pasado dorado de su familia y su presente en crisis, pesa bastante más. “Traje las alianzas de mis abuelos. Estuvieron casados 50 años. Hace cinco mi abuelo falleció y al mes falleció mi abuela. Me endeudé mucho, dado la crisis del país. Estoy vendiendo alhajas y todo lo que tengo en oro para poder ir pagando la tarjeta. No me quedó otra, porque me embargaron", dice la mujer, encargada de un local de ropa en Microcentro. Todos los días, antes de entrar a trabajar, pasaba por esa casa de compra de oro. Esta vez, entró. Quizá inconscientemente, Ana Carolina repite parte del guión de las nocturnas e hipnóticas publicidades televisivas armadas sobre este tema. "Me llevé más de lo que esperaba". Por los dos anillos y "unas cadenitas" recibió cerca de $ 1.500.000. Alejandra pudo "aguantar" las alianzas de sus padres. Las llevó pero no las vendió y, de hecho, las usa todos los días. Sí convirtió en plata todo el oro que tenía guardado hace 15 años en una caja de seguridad. Ella lo hizo en tandas. Y hasta vendió un Rolex. Se había quedado "sin liquidez", después de comprar un PH. "Mi mamá tenía muchas cosas de oro que yo tenía guardadas en el banco. Me pasaron un contacto de confianza en la calle Libertad y fui sin tener idea de cuánto me iban a pagar. El tipo lo pesó adelante mío y me dijo: 'Ocho mil'. Le dije: '¿Ocho mil qué?'. Fueron 8.000 dólares. Le contesté: 'Tengo algo más'. Volví y vendí hasta las dos medallas de oro que me dieron en el trabajo. Fueron 11.800 dólares en total", cuenta Alejandra a Clarín. "Así como cobré los dólares los llevé a la caja. Ahí vi que también había un Rolex, que no era de oro, que mi hermano no iba a usar porque una vez se lo habían querido robar. Pedí otro contacto, de alguien que compre específicamente relojes, y me pagaron 1.500 dólares", cuenta con orgullo. En relojes, lo más batallero (lo que más se vende y compra) en Argentina es Rolex. Es la marca más conocida, pero hay otras que llegan a manos de tasadores, incluso más caras. Una es Patek Philippe. "Ese tipo de piezas las adquieren quienes saben de relojería, no es solamente que 'son caros', hay relojes que son altamente superiores en todo sentido. El mercado y la relojería es una sorpresa todos los meses. Hay momentos en el mercado en el que los relojes están súper altos y por ahí a los dos meses no tiene nada que ver el valor", explica Jacqueline. Esto tiene que ver con los relojes como herramienta. Que también fluctúan en su demanda. Están los que son para aviación hasta los que son específicamente para expedición en cuevas. Un ejemplo actual: todos los relojes deportivos de Rolex cotizan al extremo, pero hoy un Rolex de oro, de 1969, vale más. Un ejemplo lindo: los tasadores pagan un extra si el reloj viene con el papel original, no el duplicado que podría pedirse al ir a una casa de Rolex oficial y exigirlo.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por