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Concepcion del Uruguay » Miercoles Digital
Fecha: 31/12/2025 15:27
Qué fue lo más destacado del período que culmina, qué es lo que se encuentra en germinación y cuáles son los desafíos que en lo inmediato se debería emprender comunitariamente fueron los tres ejes con los que ERA Verde invitó al debate a una serie de referentes socio ambientales que se desempeñan en distintos territorios de trabajo. Con el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesor de Ecotoxicologia de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (BCB) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Rafael C. Lajmanovich, abrimos este espacio de lectura atenta. 1- ¿Qué se debería destacar del período que pasó? El negacionismo, la desregulación y los retrocesos ambientales. El período reciente estuvo atravesado por un cambio político profundo, caracterizado por la llegada al poder de políticos a nivel nacional que niegan explícitamente el cambio climático, relativizan la crisis ambiental y promueven una agenda de desregulación sistemática. Que sin duda son apoyados por muchos gobiernos provinciales, como el de Entre Ríos. Este giro no se expresó únicamente en el plano discursivo, sino que comenzó a materializarse en decisiones legislativas y administrativas concretas, muchas de ellas claramente regresivas en términos de protección ambiental, sanitaria y territorial. Un ejemplo particularmente preocupante es lo ocurrido en la provincia de Entre Ríos, donde se aprobó una ley que flexibiliza las distancias de protección frente al uso de agroquímicos, debilitando el principio precautorio y desconociendo evidencia científica acumulada durante décadas sobre los impactos de estos compuestos en la salud humana, la biodiversidad y los ecosistemas acuáticos. Esta normativa no debe leerse como un hecho aislado: puede convertirse en el germen o antecedente de una futura legislación nacional, en línea con un proyecto político más amplio que busca reducir regulaciones ambientales bajo el argumento del desarrollo o la libertad económica. A nivel nacional, esta misma lógica se expresó en el intento de reformar la Ley de Protección de Glaciares, una de las normas ambientales más relevantes de las últimas décadas. La posibilidad de habilitar actividades mineras o industriales en ambientes glaciares y periglaciares implica un retroceso grave en la protección de reservas estratégicas de agua en un contexto de crisis climática e hídrica cada vez más evidente. En paralelo, la modificación de la ley que prohibía las salmoneras en Tierra del Fuego, que había sido reconocida como un avance ejemplar en la protección de ecosistemas marinos patagónicos, mostró cómo conquistas ambientales recientes pueden ser rápidamente erosionadas. La flexibilización de esta normativa abre la puerta a actividades productivas intensivas con impactos potencialmente irreversibles sobre ambientes frágiles y de alto valor ecológico. Por otro lado, el clima cultural, con discursos anti-ciencia y fabricación de ignorancia. Estos retrocesos normativos no ocurren en el vacío. Se inscriben en un clima cultural más amplio de desprestigio del conocimiento científico, donde proliferan discursos que banalizan, ridiculizan o directamente niegan consensos básicos de la ciencia. En el último tiempo se volvió habitual la circulación de narrativas y hasta su llegada al Congreso Nacional del llamado hombre imán, usado para desacreditar campañas de vacunación, también el terraplanismo, que niega evidencias astronómicas elementales o incluso corrientes que ponen en duda la existencia de los dinosaurios o la validez del registro fósil. Aunque puedan parecer marginales o caricaturescas, estas expresiones cumplen una función política concreta: erosionar la confianza social en la ciencia como herramienta para comprender la realidad. En ese sentido, el negacionismo climático y ambiental no es un fenómeno aislado, sino parte de una estrategia más amplia de producción de ignorancia, que facilita la aceptación social de políticas regresivas y decisiones extractivas. Cuando se desacredita a la ciencia en general, resulta más sencillo desacreditar también los estudios que alertan sobre los impactos de los agroquímicos, la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad o los riesgos sanitarios asociados a determinadas actividades productivas. El ataque a la ciencia no es un exceso retórico: es una condición necesaria para avanzar en la desregulación ambiental. 2- ¿Qué se encuentra en proceso, que está germinando y hay que ayudar a que crezca? Lo que está germinando: articulaciones y resistencias Frente a este escenario adverso, está germinando una articulación cada vez más clara entre ciencia, periodismo ambiental, organizaciones sociales y comunidades territoriales. Esta convergencia comienza a identificar que los retrocesos ambientales actuales no son errores aislados, sino parte de un proyecto político coherente de desposesión ambiental. El trabajo del periodismo ambiental resulta central en este proceso, al conectar evidencia científica, conflictos territoriales y decisiones políticas concretas. Del mismo modo, la ciencia pública y la investigación independiente continúan aportando datos, diagnósticos y marcos interpretativos que permiten disputar el relato dominante del progreso inevitable. También se fortalece una comprensión clave: el negacionismo climático y ambiental no surge de la falta de información, sino de una decisión deliberada de deslegitimar el conocimiento cuando este resulta incómodo para determinados intereses económicos y políticos. 3- ¿Cuáles son los desafíos inmediatos que deberíamos encarar de forma comunitaria? Defender la ciencia, el ambiente y los bienes comunes. El desafío inmediato es defender los marcos regulatorios ambientales existentes y evitar nuevos retrocesos, tanto a nivel provincial como nacional. Esto implica enfrentar intentos de flexibilización en materia de agroquímicos, minería, explotación marina y protección de glaciares, y dejar en claro que estas decisiones no son técnicas ni neutrales, sino profundamente políticas. De manera comunitaria, resulta urgente sostener una perspectiva de una Salud que vincule explícitamente la degradación ambiental con los impactos sobre la salud humana, la biodiversidad y la vida social. En tiempos de negación climática, discursos anti-ciencia y ajuste, el desafío es sostener la evidencia, la memoria ambiental y la acción colectiva como herramientas fundamentales para defender los bienes comunes y el derecho a un ambiente sano. De la Redacción de ERA Verde. Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectores |
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