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Fecha: 31/12/2025 12:53
Baltazar tiene tres meses. Tres. Y en un video que se volvió imparable, se lo ve riéndose con una liviandad que desarma. No es una risa ensayada ni una pose para las redes. Es una carcajada franca, de esas que salen del cuerpo sin pedir permiso. Lo que nadie adivinaría al verlo es que acaba de salir de una cirugía de corazón. Que pasó por neonatología. Que fue operado dos veces. Que su vida empezó en una sala blanca, entre monitores, diagnósticos difíciles y palabras que ningún padre quiere escuchar. Pero Baltazar no parece saber nada de eso. O tal vez sí. Y por eso se ríe. En la semana 25 de embarazo nos enteramos de todo, cuenta Joaquín Oro, su papá. Dice todo como quien resume un derrumbe: cardiopatía congénita, atresia duodenal una obstrucción intestinal que no le permitiría alimentarse y síndrome de Down. Ahí empezaron nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestras preguntas. Y también lo que sabíamos que iba a ser nuestra lucha. Baltazar tiene tres meses y una sonrisa que se volvió refugio para su familia La palabra lucha aparece, pero no como consigna épica. Aparece como aparece en la vida real: con miedo, con cansancio, con noches largas y decisiones difíciles. Joaquín habla despacio, como quien todavía está ordenando lo vivido. Al lado suyo está Juliana Juli, la mamá de Baltazar. Fue un pilar fundamental desde el nacimiento de Balti. Con una fortaleza enorme. Se convirtió en un león, dice él, sin exagerar. Baltazar nació el 2 de septiembre, cerca de las tres de la tarde. Joaquín recuerda con precisión ese instante. Recuerda sobre todo la primera imagen.Fue la primera foto que le saqué. Y tenía una sonrisa. Como diciendo: No tienen de qué preocuparse, acá estoy. Hace una pausa. Probablemente lo que más necesitábamos en ese momento era eso: una sonrisa que nos transmitiera calma. Paz. Cuando el miedo llega antes que el nacimiento Antes de que Baltazar llegara al mundo, hubo duelo. No por él, aclara Joaquín, sino por la idea. Uno idealiza. Quiere que su hijo sea futbolista, abogado, ingeniero. Y eso es de uno, no del hijo. Después, cuando llega, todo cambia. Tu hijo es el mejor, sea lo que sea. En su caso, lo que más le importaba era una cosa sola: que estuviera bien. El síndrome no me definía nada. Yo sabía que iba a ser estimulación, acompañamiento, amor. Lo que me preocupaba era su corazón, su intestino. Que viviera. Los primeros 30 días fueron en neonatología. Ahí llegó la primera cirugía: la atresia duodenal. Fue un éxito, dice Joaquín. Y después, algo que para cualquier otra familia sería mínimo, para ellos fue un regalo inmenso: dos meses sin internaciones. Controles, estimulación, kinesio, fono. Pero sin pinchazos. Sin quirófano. Sin urgencias. El 23 de diciembre llegó la cirugía de corazón. Joaquín no la llama operación. La llama renacer. Para nosotros fue como que Balti volvió a nacer. Habla de fe, sí. Pero también habla del equipo médico con un respeto que emociona. Agradece especialmente a la Dra. Nora Bueno, cardióloga de la Clínica Diagnus, una mujer increíble, y a los cirujanos Dr. José Sánchez, quien lo operó de la atresia, y el Dr. Ignacio Juaneda, cirujano cardiovascular infantil. También menciona al Dr. Alejandro Peirone y a todo el equipo médico de Pediatría y Neonatología del Hospital Privado de Córdoba. No solo nos devolvieron la vida. Se la devolvieron a nuestro hijo. La risa que ordena todo Hoy, Baltazar se recupera. Y se ríe.Es un niño cien por ciento alegre. Siempre con una sonrisa. Transmite paz, dice su papá. Y ahí aparece algo que no se puede fingir: la transformación. Nos dejó una enseñanza enorme. A veces uno se queja por cosas tan pequeñas y Balti, con todo lo que atravesó en tan poco tiempo, está así. Sonriendo. Eso te cambia. El video no fue pensado como mensaje. No hubo estrategia. Solo queríamos compartir su sonrisa, explica Joaquín. Pero algo pasó del otro lado. Empezaron a llegar mensajes. Muchos. Familias atravesando situaciones distintas, pero conectadas por lo mismo: el miedo, la incertidumbre, la espera. Padres de niños con cardiopatías. Familias con hijos con síndrome de Down. Mujeres embarazadas llenas de preguntas. Lee también Un bebé de seis meses fue trasplantado del corazón con una técnica para evitar el rechazo Nos escriben porque se sienten acompañados, dice. Y enseguida aclara: Nosotros no somos profesores de nada. Yo tengo tres meses de ser papá. Lo que ofrecen no es receta. Es experiencia. Presencia. Humanidad. Tal vez por eso Baltazar emociona tanto. No porque sea fuerte. No porque haya pasado por cirugías. Sino porque, sin saberlo, pone en evidencia algo incómodo: que la vida no siempre avisa, que el control es una ilusión, y que a veces una risa una sola alcanza para ordenar todo lo demás. Es 31 de diciembre. Se cierran balances. Se enumeran pendientes. Se hacen promesas. Baltazar no promete nada. Se ríe. Y, sin querer, nos recuerda qué era lo importante.
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