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» tn24
Fecha: 30/12/2025 18:40
A más de veinte años del incendio en República Cromañon, la tragedia que provocó la muerte de 194 personas y dejó más de 1400 heridos continúa siendo uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente argentina. Lo ocurrido la noche del 30 del diciembre de 2004 no solo marcó una generación, sino que también modificó para siempre la forma de concebir la seguridad en los espectáculos masivos. El siniestro se desató durante un recital de la banda Callejeros en el barrio porteño de Once, cuando una bengala encendida por un asistente impactó contra el techo del local, revestido con materiales altamente inflamables. En cuestión de minutos, el fuego y el humo tóxico se propagaron por el lugar, convirtiéndolo en una trampa mortal. La situación se agravó por una serie de irregularidades estructurales y organizativas: salidas de emergencia cerradas con candados, sobreventa de entradas -unas 3.500 personas en un espacio habilitado para poco más de 1.300- y la ausencia de controles adecuados. La mayoría de las víctimas murieron por asfixia e intoxicación, mientras que otras fallecieron a causa de las quemaduras. En el exterior del boliche, bomberos, vecinos y sobrevivientes intentaron rescatar a quienes habían quedado atrapados, en medio de un colapso del sistema de emergencias ante la magnitud del desastre. Con el correr de las horas, comenzaron a quedar en evidencia fallas que excedían ampliamente lo ocurrido esa noche. Las investigaciones posteriores revelaron una cadena de responsabilidades que incluyó al empresario dueño del inmueble, al responsable del boliche, a integrantes del entorno de la banda y a funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El impacto político fue inmediato y derivó en la destitución del entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, tras un juicio político. La tragedia de Cromañón significó un punto de inflexión. A partir de entonces, se endurecieron normativas, se revisaron habilitaciones y se modificaron los protocolos de seguridad para espectáculos públicos en todo el país. Pero el cambio también fue cultural: se abandonaron prácticas naturalizadas, como el uso de pirotecnia en recitales cerrados, y comenzó a instalarse una mayor conciencia colectiva sobre el derecho a espacios seguros. La memoria de las víctimas se mantiene viva a través de múltiples expresiones, entre ellas los memoriales espontáneos que durante años ocuparon el frente del boliche. Objetos personales, mensajes y fotografías se transformaron en símbolos de duelo, pero también de reclamo de verdad y justicia. A más de dos décadas, Cromañón sigue siendo mucho más que una tragedia: es un recordatorio permanente de las consecuencias de la desidia, la corrupción y la falta de controles. Un hecho que cambió para siempre la historia de la música en vivo en la Argentina y que aún interpela a toda la sociedad.
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