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Fecha: 30/12/2025 06:07
Era joven y estaba convencida de que se llevaba el mundo por delante. Una sonrisa de dientes radiantes y amplios, la mirada firme y ávida. Ganó mucho dinero. Llegó a poseer un arsenal de jóvenes chicas que entregaba a magnates, jeques, políticos, músicos y actores. Fue la madama de Hollywood. Creyó que el negocio y la impunidad serían eternos, o que, al menos, durarían décadas. Su apogeo duró muy poco. Tan solo dos años. Luego el derrumbe. La tapa de los diarios, las acusaciones, la cárcel, el escarnio. Heidi Fleiss fue la proxeneta más conocida de Los Ángeles. La soberbia, la ilegalidad y los excesos hicieron que se desintegrara su reino de sexo, prostitución, celebridades, poder y drogas. Leé también: La mansión más cara del mundo: fiestas, jet set y un negocio que no funcionó y cambió la historia Los Fleiss. Una familia normal. Una madre maestra de escuela, un padre pediatra con muy buena reputación profesional: El pediatra de las estrellas lo llamaban. Seis hijos. Un hogar de clase media en un suburbio de Los Ángeles llamado, oportunamente, Los Feliz. Heidi se destacó desde chica por su personalidad y su carácter expansivo. Parecía poder conseguir aquello que se propusiera. Empezó como baby sitter. Muy pronto puso a varias amigas a trabajar para ello y montó una pequeña empresa de cuidado de chicos. Tenía menos de 16 años. No fue a la universidad. Nadie se preocupó demasiado. Ella lograría destacarse en cualquier actividad que emprendiera. Razón no les faltó a sus padres. A los 19 años, Heidi empezó una relación con Bernard Cornfeld, un hombre de 61 años. Cornfeld había sido uno de los hombres más ricos del planeta. Financista y empresario audaz, había tenido problemas con la justicia, pero todavía gozaba de una gran fortuna y de muchos contactos con la farándula. Elizabeth Taylor solía cenar en su mansión (utilizada para la versión de Barbra Streisand de Nace Una Estrella) como también los principales ejecutivos de los grandes estudios. Heidi se maravilló con ese mundo y vio a Cornfeld como un boleto de entrada a la gran vida. Pero la relación duró poco. Heidi comenzó otro romance con otro hombre mayor. Ivan Nagy era un director de cine húngaro con una obra discreta con films televisivos o de clase B cuyos mayores méritos habían estado en varios capítulos de Starsky & Hutch t C.H.I.P.S que había dirigido. Era 35 años mayor que Heidi y había tenido varios problemas (hasta judiciales) por su compulsión hacia las apuestas. La versión oficial indica que él fue quien presentó a Heidi, su fugaz novia veinteañera, a Madame Alex. Otros afirman con certeza que en realidad entregó a la joven a cambio de la condonación de una de sus múltiples deudas de juego y de noches de juerga. Madame Alex era conocida en el ambiente; era una figura mítica de la que se conocía el nombre, los servicios que prestaba y no demasiado más. La gente la imaginaba sofisticada y misteriosa. Heidi alguna vez la describió, en cambio, como una filipina fea, bajita y de 60 años que solía usar un camisón transparente. Heidi comenzó a trabajar como prostituta bajo el mando de Madame Alex pero muy pronto se convirtió en su asistente. Descubrió que el negocio era muy redituable. Sin que su jefa lo supiera, aprendió los secretos del oficio. Leé también: Del fuego al silencio: así fue la vida de Brigitte Bardot, la gran sex symbol del Siglo XX Desde el primer momento estuvo en sus planes convertirse ella misma en madame. El quiebre se dio cuando Heidi consiguió algunas chicas jóvenes que renovaron el plantel de Alex. La recaudación aumentó mucho pero no así las comisiones que Heidi cobraba. Su descontento hizo que pergeñara un plan que debió acelerar a partir de una detención de Madame Alex. Heidi montó su propio negocio. Dejó de ser asistente o empleada y se puso al frente. Robó clientes y prostitutas a Alex y consiguió varias chicas más para que trabajaran con ella. Muy pronto se corrió la voz de que entre sus chicas había aspirantes a actrices, modelos, universitarias y hasta algunas mujeres de fama fugaz que esperaban una nueva oportunidad. Todos muy jóvenes y de una belleza despampanante. En unas pocas semanas, Heidi copó la plaza. Parecía que todos los clientes vips de Hollywood acudían a ella. Cobraba el 60% de cada servicio y un porcentaje menor de las propinas mayores a 1000 dólares. Unos meses después, Heidi vivía en una mansión por la que pagó 1.600.000 dólares. Atendía su negocio que no dejaba de crecer. Pero también era ostentosa y hacía ruido cada vez que salía. Su mejor amiga, la que siempre estaba con ella y hasta vivía en su mansión, era Victoria Sellers, hija de Peter Sellers y Britt Ekland. Victoria había salido desnuda en Playboy, había tenido varios inconvenientes con la justicia (uno de ellos por drogas) y era una inquieta y prominente figura de la noche de Los Ángeles. Ambas comenzaron a regentear un boliche nocturno. Victoria, problemática y siempre en busca de atención, procuró que cuando estalló el escándalo de Heidi no la salpicara porque todavía estaba cumpliendo una probation por una causa de tráfico de drogas en la que el juez había sido contemplativo gracias a la delación de Victoria en perjuicio de su dealer. Se habían conocido a los 16 años. Victoria aportaba el contacto con las celebridades, el ingreso a los lugares exclusivos. Heidi, el desparpajo, la ambición y la inteligencia. Esa conjunción hizo que ambas fueron haciéndose conocidas en la noche de Hollywood. Heidi empezó a llamar la atención. También el negocio que había montado. Diariamente debía rechazar mujeres jóvenes que se ofrecían para trabajar para ella y también le decía que no a clientes que no cubrían sus standards. Tenía lista de espera en ambos rubros. El servicio base salía 1500 dólares. Las tarifas, según los requerimientos, subían hasta los 10.000 dólares. Heidi se vanaglorió de que en su mejor noche recaudó 97.000 dólares. Y que en la peor, en la de cosecha más magra, obtuvo 10.000 dólares. Otro dato para ostentar. Un supuesto empresario japonés, el anzuelo que derivó en la caída de Heidi Fleiss Heidi solía proveer todo lo necesario para que los clientes la pasaran bien, cubrir las necesidades y caprichos de cada uno. Esa fue una de las causas de su caída. Una tarde de 1993, un cliente japonés le pidió cuatro chicas para unas horas después. Debían presentarse en una suite de uno de los mejores hoteles de Beverly Hills. Otro requerimiento: que las chicas, vía Heidi, llevaran una bolsa con varios gramos de cocaína. El supuesto empresario japonés aburrido y sus amigos eran, en realidad, agentes del FBI que, habiendo instalado cámaras y micrófonos previamente en cada rincón de la habitación, le hicieron decir explícitamente a las chicas que habían ido a prestar un servicio sexual pago y que además Heidi les vendía cocaína. Una redada. Arrestaron a las cuatro chicas y horas más tarde a Heidi. En su mansión encontraron una libreta negra con nombres y teléfonos de celebridades, políticos, jeques árabes y hombres de negocios y otros tantos gramos de cocaína. La detención se dio a conocer y el caso explotó en los medios. Sexo, Hollywood, drogas, poder. Tenía todos los condimentos necesarios para monopolizar la atención del público. Heidi colaboraba. Una sonrisa amplia, una juventud agresiva, pocos frenos inhibitorios, una actitud segura y desafiante. Cada vez que declaraba regalaba algún titular aunque nunca se le escapaba un nombre. Cuando todo hacía parecer que estaba totalmente cercada, ella se mostraba despreocupada y convencida de que saldría impune. Los medios comenzaron a hacer conjeturas. Las celebridades que concurrían con asiduidad al boliche nocturno fueron los primeros señalados: los miembros del Brat Pack, Billy Idol. Mick Jagger, Axl Rose y muchos otros. James Caan fue señalado como el novio de Heidi, aunque él lo negara con posterioridad. Ella se limitó a decir que siempre prefirió a hombres mayores y que Caan lo era. ¿Por qué el FBI había puesto el ojo en Heidi? Hay varias teorías. Lo más probable es que se haya tratado de una conjunción de todas ellas. Madame Alex, que seguía bien conectada, quería que el negocio de la joven fuera desactivado, quería volver a reinar en el mundo de la prostitución vip. Y quería, también, venganza. Otro ingrediente es que Heidi abusaba de las drogas y todos temían que perdiera el control y muchos hombres importantes se vieran en peligro ante una masiva fuga de nombres hacia los medios. Y su postura desafiante y arrolladora tampoco ayudó. En un diario local salió la noticia del robo de valiosas joyas a Madame Alex. Sin dar su nombre en el artículo se hablaba de una joven que había llegado para reemplazarla y que podía estar detrás del robo de las joyas. Heidi desmintió la versión y, presuntuosa, se excedió en su respuesta: Trata de ensuciarme porque lo que ella construyó en décadas yo lo conseguí en menos de un año. Presumir de su negocio ilegal en el diario de mayor tirada de California no pareció una gran idea. La tolerancia de la policía había llegado a un límite. Durante el juicio, Heidi y sus abogados intentaron derribar la causa afirmando -no sin razón- que el FBI les había tendido una trampa. Pero mientras se dirimía la cuestión de si había incurrido en el proxenetismo o no, el fiscal la persiguió con la acusación de tráfico de drogas, lavado de dinero y evasión impositiva. La joven estaba cercada. Para ponerla todavía en peor posición, la justicia procesó a su padre, El pediatra de las estrellas, porque había salido de garante en la operación por la cual ella había comprado su mansión. Heidi Fleiss pasó 20 meses en la cárcel y su negocio se derrumbó. Charlie Sheen y una decisión de cocaína La única celebridad que fue vinculada con el caso, el único que se probó que contrató los servicios de las chicas de Heidi, fue Charlie Sheen. Hasta lo confesó en sede judicial. Charlie quedó envuelto por culpa de una imprudencia propia. En una oportunidad pagó a Heidi con cheques de viajero personales. Cuando la policía allanó la mansión de Fleiss los encontró. Era el único rastro de alguien famoso. El resto de los clientes evitaba dejar los dedos marcados y como conocían la ilegalidad del asunto -o al menos los problemas que podría traerles- pagaban en efectivo. Una decisión de cocaína, la definió el actor. La policía fue a buscar a Charlie Sheen y amenazó con levantar cargos contra él. Charlie había pagado más de 53.000 dólares y no eran solo chicas para él. En algún momento se lamentó de estar involucrado en una investigación delictiva por haber sido generoso: él contrató las chicas para sus amigos. Al haber facilitado mujeres a otra gente incurrió en el delito de proxenetismo y la pena podía llegar a ser de cinco años de prisión. Con esa amenaza, los investigadores consiguieron que Charlie Sheen declarara a cambio de asegurarse inmunidad. Debió haberse callado, tal como lo hice yo. No le iba a pasar nada. Pero él es un nene millonario debilucho que se dejó ganar por el miedo ¿Quién lo iba a condenar por eso? ¡Es Charlie Sheen!, dijo la exmadama hace unos años. Heidi Fleiss no volvió a hablarle, nunca lo perdonó. Tampoco perdonó a Victoria Sellers que vendió la exclusiva sobre la intimidad de Heidi y sobre las características generales sobre su negocio a un tabloide inglés en más de 100.000 dólares. En algún momento se especuló con la posibilidad de que las presiones terminarían quebrando a Heidi. Era muy joven y se exponía a perderlo todo y a pasar mucho tiempo bajo las rejas. Dando unos cuantos nombres de personas poderosas podía hacer un desastre en el mundo de Hollywood y en el de financistas e industriales. Sin embargo ella nunca habló, no cedió a la tentación de delación y prefirió hundirse sola a llevarse otros a la rastra. Nunca defraudó a los que habían confiado en ella. Respetó hasta el final la principal regla de su negocio: la discreción. Tuvo muchas ofertas de diferentes medios. Un puñado de nombres caídos de sus labios hubieran significado cientos de miles de dólares para ella. Pero prefirió el silencio. Solo se limitó a reconocer (o a amenazar): Muchos me tienen miedo. Hacen bien. Durante mucho tiempo, el Cuaderno Negro de Heidi atemorizó a medio Hollywood. Hubo varios periodistas que amenazaron con dar a conocer las revelaciones que contenía ese registro personal de la joven madama. Nunca se supo oficialmente cuáles eran los nombres que estaban en esa docena de páginas de letra apretada. Los investigadores respondieron al respecto: Sin mayor información o sin alguna otra prueba, sólo son nombres en una agenda. Nada más. No se puede hacer ninguna imputación porque un nombre aparezca en anotaciones privadas. En 2015, Heidi puso en Ebay su Cuaderno Negro. Se habló de que la subasta podía superar los 100.000 dólares. A último momento se suspendió. Es probable que alguien poderoso convencido de que su nombre aparecía allí hizo una generosa oferta privada. Luego, Heidi montó diversos negocios, publicó sus memorias, afirmó que pondría en Reno, Nevada (donde la prostitución no está penada) un prostíbulo para mujeres que se llamaría El Paraíso de Heidi y participó en un Gran Hermano Famosos en Inglaterra. En el medio estuvo en pareja con el actor Tom Sizemore. La relación terminó cuando ella lo denunció y él fue condenado por violencia doméstica. Años después Heidi participó en un reality que consistía en seguir la rehabilitación de famosos: Celebrity Rehab with Dr. Drew. A nadie le pareció extraño que Sizemore fuera otro de los participantes. Heidi se escapó de la clínica y luego regresó al programa. Hoy Heidi Fleiss cumple 60 años. Pasaron décadas de su momento de peligroso esplendor. Vive en un amplio rancho en California, está alejada de los medios y su principal ocupación es el cuidado y la cría de más de docenas de loros y cotorras. Dice que en su relación con las aves encontró la paz que tanto tiempo buscó y que los hombres no supieron darle.
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