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Parana » Cuestion Entrerriana
Fecha: 29/12/2025 15:04
Brigitte Bardot, símbolo sexual y una de las mujeres europeas más emblemáticas como controvertidas del siglo XX y uno de los rostros más reconocibles de la historia del cine internacional, murió en La Madrague, en Saint-Tropez, según confirmaron fuentes cercanas a su entorno. Tenía 91 años. La muerte de Bardot marca el final de una era. Su legado excede el cine: fue una figura que condensó los cambios culturales de la segunda mitad del siglo XX, desde la revolución sexual hasta el surgimiento del culto a la celebridad. Su imagen, reproducida miles de veces en fotografías, afiches y películas, sigue siendo sinónimo de una belleza natural y rebeldía. Había pasado tres semanas hospitalizada en Tolón, en el sureste de Francia, debido a una intervención quirúrgica vinculada a una enfermedad grave, según había informado el diario Var Matin. Y en enero de 2023, la actriz ya había sido hospitalizada a causa de una insuficiencia respiratoria. Fue en las décadas de 1950 y 1960 cuando su nombre se convirtió en sinónimo de belleza, libertad y provocación. Es que Bardot no sólo fue una actriz de éxito, sino un fenómeno cultural, no exento de controversia, que trascendió las pantallas y marcó el imaginario de más de una generación. Su figura condensó el cambio de época que atravesaba Europa: el fin de la rigidez de la posguerra y el nacimiento de una nueva moral, mucho más audaz y hedonista. En esa época dorada, BB propuso una admirable dosis de inocencia extrema y erotismo también extremo que podía inspirar la furia del deseo y la rabia de los virtuosos. ¿Ejemplos? Una famosa foto de 1958 en el Festival de Cannes muestra a un joven ministro llamado François Mitterrand que mira en forma hipnótica su trasero. También ese año, el Vaticano la declaró la encarnación misma del pecado y, en una muestra de fotos en la que intentaba mostrar el mal y la lujuria en el mundo, incluyó una imagen de la Bardot bailando el mambo en la famosa escena de Y Dios creó a la mujer con una sensualidad que rajaba la tierra. En esas primeras década de su fama, era un sex-symbol universal que -lo dicen las cifras- aportó más divisas a Francia en un año que la marca Renault. Una carrera meteórica Había nacido en París el 28 de septiembre de 1934, como Brigitte Anne-Marie Bardot, y creció en el seno de una familia de clase media. Desde muy joven su madre la alentó a estudiar danza clásica, disciplina para la que mostró un talento ciertamente precoz. Pero no había cumplido más que 15 años que ya comenzaba a modelar para revistas juveniles, lo que pronto llamó la atención de los cazatalentos del cine francés. Tenía 17 años cuando se produjo su debut cinematográfico, en 1952, con Le Trou Normand, pero su consagración mundial sería cinco años más tarde con Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger Vadim, quien además fue su primer marido. Aquella película escandalizó a la crítica conservadora y fascinó al público internacional: mostraba por primera vez a una mujer dueña de su deseo y sin ningún tipo de culpa, en un contexto todavía dominado por las convenciones morales. Bardot se enamoró de Jean-Louis Trintignant, su compañero en el set, y eso llevó al fin de su matrimonio con Vadim. Ahí estalló el fenómeno Bardot: un explosivo modelo de mujer sensual, espontánea, juvenil. En el papel de Juliette, una joven huérfana que se vale de su belleza para conquistar su libertad en una sociedad machista, creó un ícono erótico demoledor: no era sólo la criatura más bella del mundo, sino que parecía el emblema de la mujer libre e independiente que asume sin tabúes su sexualidad. Bardot se transformó en un símbolo sexual global, un título que ella siempre rechazó pero que la acompañó durante toda su carrera. Durante los años siguientes llegó a trabajar con directores como Jean-Luc Godard (El desprecio, 1963), Louis Malle, Henri-Georges Clouzot y Christian-Jaque. En su carrera alternó comedias ligeras con dramas existenciales, y demostró un rango actoral más amplio del que muchos le atribuían. Sin embargo, la imagen pública de BB -como la llamaba la prensa- se volvió tan poderosa que, mal que le pese, terminó eclipsando su labor artística. Su estilo personal también influyó en la moda y la cultura popular: sus peinados desordenados, los vestidos cortos, las blusas anudadas y la mezcla entre inocencia y desafío marcaron tendencia más allá de las fronteras de Francia. Tanto fue así que Bardot fue la primera gran estrella europea que rivalizó en fama con las estrellas de Hollywood, sin haber emigrado a los Estados Unidos. Pero fue a fines de los años 60 que, harta de la exposición mediática y de la presión de la fama, Bardot decidió retirarse progresivamente del cine. Su última película, Lhistoire très bonne et très joyeuse de Colinot Trousse-Chemise, se estrenó en 1973. Y tenía apenas 39 años. Desde entonces, se dedicó por completo a la defensa de los derechos de los animales, una causa que abrazó con la misma pasión que antes había puesto en su carrera artística. Dijo que sufría una indigestión de cámaras y que ya estaba harta. Entregué mi juventud y mi belleza a los hombres. Entregaré mi madurez y mi experiencia a los animales. Lo dijo y casi nadie le creyó, pero lo cierto es que la leyenda BB quiso mudarse a un reino que la había eludido durante toda su vida: el anonimato. Fue en vano: como a otra diva llamada Marilyn Monroe, la fama (a veces mala) la persiguió hasta el último suspiro. Curiosamente, las autobiografías y las biografías no autorizadas sobre Bardot coinciden en un punto: siempre fue una mujer que hizo y dijo lo que pensaba sin medir las consecuencias, empalmó maridos y amantes en cantidades escandalosas, sufrió depresiones que casi la mandan a la tumba y nunca se consideró una artista talentosa. En un trabajo titulado Brigitte Bardot y el Síndrome de Lolita, la intelectual feminista Simone de Beauvoir escribió sobre ella: Brigitte es tanto depredadora como víctima de sus depredadores. Incluso la definió como un modelo de mujer liberada: Bardot no se preocupa en lo más mínimo por la opinión de los otros. Sigue sus impulsos. Come cuando tiene hambre, y se enamora con la misma simplicidad. En toda su vida le importó poco y nada el rol de madre, la corrección política, el feminismo, los derechos humanos y -lo dijo ella- la detestable y patética humanidad. Con más de 50 temas grabados, su carrera como cantante no fue descollante. Cualquiera que haya visto alguna de sus películas recordará sus labios carnosos ligeramente entreabiertos por donde asoman un par de dientes blancos, las cejas finamente delineadas, los ojos con grandes pestañas, el exagerado delineador negro que contrasta con una cabellera desgreñada teñida de rubia, la figura esbelta pero curvilínea, la piel bronceada por el sol mediterráneo, la sonrisa entre lasciva e infantil. Ese erotismo intrínseco era su marca. En 1986 creó la Fundación Brigitte Bardot, dedicada a la protección animal, financiada con la venta de sus objetos personales y joyas. Durante las décadas siguientes, su activismo la mantuvo en el centro del debate público, a veces envuelto en polémicas por sus declaraciones sobre inmigración y política, que generaron controversia. Pese a ello, su compromiso con la causa animal fue constante y reconocido en todo el mundo. Como fanática defensora de los animales lanzó furibundas críticas contra las corridas de toros, el maltrato a los cerdos, los criaderos de monos, la muerte de osos y hasta Sophia Loren porque usaba abrigos de piel. Mientras defendía a los animales, derrapaba continuamente con opiniones cada vez más reaccionarias, xenófobas y racistas sobre los humanos. Sus comentarios sobre los musulmanes (estamos hartos de ellos), homosexuales, políticos y feministas, le valieron numerosos juicios y condenas por provocación a la discriminación y al odio racial. En plena pandemia del Covid, en febrero de 2021, en una entrevista con la revista italiana Oggi dijo que el coronavirus era algo bueno, ya que se trata de una especie de autorregulación de una superpoblación que no somos capaces de controlar. En 2018, Bardot incendió también las redes tras afirmar que la mayor parte de las denuncias de acoso en el cine eran casos hipócritas y sostenía que muchas artistas calientan a los productores para tener un papel. En septiembre de este 2025, Bardot presentó un libro escrito a mano, Mon BBcédaire, que su editorial Fayard describió como una inmersión en la personalidad de una mujer que marcó su época por su independencia, su compromiso y su audacia. En ella, la leyenda del cine francés y activista por los derechos de los animales reivindica la libertad de ser una misma, incluso cuando eso molesta. Casi 30 años antes ya había publicado un libro con sus memorias, Initiales BB, en 1996. El cine francés, y con él toda una generación de espectadores, pierde a una de sus últimas leyendas vivas. En una época dominada por la corrección y la imagen calculada, Bardot representó algo más instintivo: la libertad de ser sin pedir permiso. Yo no elegí ser Brigitte Bardot, dijo alguna vez. Simplemente ocurrió. Su vida fue, de principio a fin, una afirmación de esa frase.
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