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Parana » Inventario22
Fecha: 29/12/2025 14:41
Adiós a Brigitte Bardot, una leyenda del siglo XX Fue un sex symbol internacional, pero se retiró en el pico de su fama para dedicarse a la defensa de los derechos de los animales. Fue condenada cinco veces por incitar al odio racial. 29/12/2025 08:25 109534 7.58 minutos. Si no fuera porque siempre se resistió a ser encasillada como mujer objeto, se diría que Brigitte Bardot fallecida este domingo 28 a los 91 años, según informó la fundación que lleva su nombre- fue uno de los principales productos de exportación de la Francia de la segunda mitad del siglo XX. Sex-symbol internacional a partir de su protagónico en Y Dios creó a la mujer (1956), BB se convirtió de la noche a la mañana en emblema de la revolución erótica de su época y su fama fue tal que en 1969 se eligieron sus facciones para ser la modelo de Marianne, iconografía nacional de Francia y alegoría de la República. Así, su rostro apareció en estatuas, sellos postales e incluso en monedas. Esa notoriedad no le impidió tomar la drástica decisión de retirarse del cine cuando apenas tenía 39 años, para dedicarse a la defensa de los derechos de los animales, ya fueran focas o políticos de ultraderecha. Condenada cinco veces por incitación al odio racial, Brigitte Bardot fue durante treinta años una excepción en la cultura francesa, la única celebridad que defendió abiertamente la extrême droite. En la década de 1990, tras retirarse de los sets de rodaje, la estrella abrazó a un hombre y su ideología, Bernard dOrmale, un asesor de Jean-Marie Le Pen quien fue su esposo hasta el final de su vida. En su hostilidad hacia la inmigración y su nostalgia por una Francia que consideraba perdida, se alineó con Alain Delon, otra encarnación de una época dorada del cine francés. La diferencia residía en que Bardot hacía frecuentes comentarios islamófobos. Personificación de la libertad femenina, su rechazo a las convenciones sociales la llevó, tras su carrera como actriz, a traspasar los límites de la corrección política, a medio camino entre el gusto por la provocación y el racismo más descarado. A su lado, Marilyn Monroe parecía una camarera, la celebró en sus memorias el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, al relatar su primer encuentro con Bardot a finales de la década de 1950. Su hija Marine Le Pen, ante la noticia de su muerte, no quiso ser menos. En su cuenta de X escribió: La partida de Brigitte es una tristeza inmensa. Francia pierde a una mujer excepcional, por su talento, su coraje, su franqueza, su belleza. Una mujer que decidió romper con una carrera increíble para dedicarse a los animales, a los que defendió hasta su último aliento con una energía y un amor inagotables. Era increíblemente francesa: libre, indomable, completa. La vamos a extrañar enormemente. La potencia de su irrupción en las pantallas de todo el mundo hace más de siete décadas, cuando todavía era una adolescente, puede medirse por el hecho de que nunca fue olvidada a pesar de que se retiró en la plenitud de su carrera, en 1973, cuando todavía no había cumplido 40 años. Algo de eso intuyó nada menos que Simone de Beauvoir cuando hacia 1965 le dedicó un pequeño ensayo titulado Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita, en el que celebraba el feminismo espontáneo y silvestre de su personaje cinematográfico, que fue siempre un poco el mismo, por más que variaran los títulos y los realizadores. BB no es ni perversa ni rebelde, ni inmoral, y por esto es que la moralidad no tiene ninguna posibilidad de ganarla. El bien y el mal son parte de convenciones ante las cuales ella no pensaría siquiera en inclinarse () Ella sigue sus inclinaciones. Come cuando tiene hambre y hace el amor con la misma sencillez exenta de ceremonias. El deseo y el placer parecen atraerla más que las reglas y las convenciones. La autora de El segundo sexo y ¿Hay que quemar a Sade? veía en Bardot una extraña fuerza de la naturaleza: Una mujer libre es exactamente lo contrario de una mujer frívola. En su papel de hembra confundida, de pequeña vagabunda desamparada, BB parece ser accesible a todos. Y sin embargo, y paradójicamente, intimida () Su carne no posee la abundancia que en otras simboliza la pasividad. Sus ropas no son fetiches y cuando se desviste no está revelando un misterio. Está mostrando su cuerpo, nada más ni nada menos. Y ese cuerpo rara vez permanece en estado de inmovilidad. Camina, baila, se mueve sin cesar. Su erotismo no es mágico, sino agresivo. En la cacería del amor, ella es tanto presa como predadora. Eso supo ver quien está considerado su descubridor, el realizador francés, Roger Vadim, que fue el primer amante de BB cuando ella todavía era menor de edad y que hizo para ella la película que la lanzaría al mundo, Et Dieu créa la femme, en 1956, con la cual Bardot comenzó a competir en popularidad nada menos que con su admirada Marilyn Monroe, al vender más de 16 millones de entradas en la taquilla de los Estados Unidos. No fue, sin embargo, la primera película de BB, que ya había tenido papeles de cierta importancia desde unos años antes, en películas de Sacha Guitry (Si Versalles contara, 1953), Marc Allégret (Futures Vedettes, 1954) y René Clair (Las grandes maniobras, 1955). Pero fue Vadim quien se enamoró de ella apenas ver su foto como mannequin en las páginas de la revista Elle, quien como guionista la recomendó a su amigo Allégret y luego como cineasta la hizo primero su esposa, cuando BB tenía apenas 18 años, y luego protagonista de una película en la que ella no enloquecía de pasión a un solo hombre sino a tres, empezando por el personaje interpretado por un jovencísimo Jean-Louis Trintignant, quien luego de verla bailar libremente un febril cha-cha-cha casi la mata a tiros de puros celos. Para entonces, Trintignant ya había desplazado a Vadim en la vida personal de Bardot, pero la película seguía abriéndose camino. En las páginas de los Cahiers du Cinéma, un crítico llamado François Truffaut escribía: Y Dios creó a la mujer, del que se podía temer cualquier cosa después de la campaña publicitaria gratuita que hizo la censura, es una película sensible e inteligente en la que no encontramos una sola vulgaridad. Es un film típico de nuestra generación, porque es amoral (rechaza la moral corriente y no propone ninguna otra) y puritano (consciente de esa amoralidad y preocupado por ello). No es un film libertino sino lúcido y de enorme franqueza. Y continuaba Truffaut: Brigitte Bardot está magnífica, por primera vez es totalmente ella misma; hay que ver sus labios temblando con violencia después de cuatro bofetadas que le asesta Trintignant; está dirigida con amor, como un pequeño animal, como en su momento Jean Renoir dirigió a Catherine Hessling en Nana. En los Estados Unidos, donde se estrenó en octubre de 1957, la película desencadenó una intensa campaña por parte de las iglesias: En Filadelfia, la sexta ciudad más grande del país, los inspectores allanaron los cines para confiscar copias en nombre de una ley que prohibía los espectáculos obscenos, recordaba el periódico Le Monde. El arzobispo de Lake Placid intentó comprar todas las entradas para que nadie pudiera ver la película. Ante la negativa del dueño del Teatro Palace, el sacerdote predicó a sus feligreses y a los de la Iglesia protestante el boicot a este cine. Los films posteriores de Bardot, sin embargo, por más que fueron casi siempre exitosos, fueron menos famosos y notorios que sus maridos y amantes, entre quienes se cuenta a Serge Gainsbourg, quien antes de componer para Jane Birkin escribió para BB el hit LAppareil à sous, en 1963. Entre las películas, se sostienen en el tiempo La verdad (1960, de Henri-Georges Clouzot), El amor es un asunto privado (1962, junto a Marcello Mastroianni, dirigidos por Louis Malle) y particularmente El desprecio (1963, con Michel Piccoli), donde Jean-Luc Godard filma el cuerpo desnudo de Bardot en CinemaScope, pero es ella quien dirige el juego erótico de la escena más famosa del film, cuando le pide a su amante que le vaya describiendo paso a paso todo lo que él es capaz de ver en ella. Con su mentor Vadim, BB volvió a filmar en otras tres ocasiones: Armas de mujer (1958, rodada en España), El reposo del guerrero (1962) y Si Don Juan fuera mujer (1973). Con Louis Malle reincidió en ¡Viva María! (1965, junto a Jeanne Moreau) y en el episodio William Wilson del largo Historias extraordinarias, donde compartió cartel con Alain Delon. Desde su retiro del cine, vivió siempre en su villa en Saint-Tropez, donde no dejó de difundir los comentarios más racistas e injuriosos que pudieran concebirse. Dijo en 2003: Mientras que entre los animales la raza alcanza picos de extrema vigilancia, siendo los mestizos considerados residuos, que no sirven para nada más que para pudrirse en perreras o morir sin compasión alguna, nosotros nos vemos reducidos a enorgullecernos políticamente correctos de mezclar, de combinar nuestros genes, de jurar lealtad a nuestros linajes para permitir que nuestros descendientes sean cruzados para siempre por predominios seculares o religiosos surgidos fanáticamente de nuestros antagonismos más viscerales. Es extremadamente lamentable. Aun así, el presidente de Francia, Emanuel Macron, no dudó en despedirla con honores: Brigitte Bardot encarnaba una vida de libertad. Existencia francesa, brillo universal. Ella nos conmovía. Lloramos a una leyenda del siglo. Condenada cinco veces por incitación al odio racial, Brigitte Bardot fue durante treinta años una excepción en la cultura francesa, la única celebridad que defendió abiertamente la extrême droite. En la década de 1990, tras retirarse de los sets de rodaje, la estrella abrazó a un hombre y su ideología, Bernard dOrmale, un asesor de Jean-Marie Le Pen quien fue su esposo hasta el final de su vida. En su hostilidad hacia la inmigración y su nostalgia por una Francia que consideraba perdida, se alineó con Alain Delon, otra encarnación de una época dorada del cine francés. La diferencia residía en que Bardot hacía frecuentes comentarios islamófobos. Personificación de la libertad femenina, su rechazo a las convenciones sociales la llevó, tras su carrera como actriz, a traspasar los límites de la corrección política, a medio camino entre el gusto por la provocación y el racismo más descarado. A su lado, Marilyn Monroe parecía una camarera, la celebró en sus memorias el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, al relatar su primer encuentro con Bardot a finales de la década de 1950. Su hija Marine Le Pen, ante la noticia de su muerte, no quiso ser menos. En su cuenta de X escribió: La partida de Brigitte es una tristeza inmensa. Francia pierde a una mujer excepcional, por su talento, su coraje, su franqueza, su belleza. Una mujer que decidió romper con una carrera increíble para dedicarse a los animales, a los que defendió hasta su último aliento con una energía y un amor inagotables. Era increíblemente francesa: libre, indomable, completa. La vamos a extrañar enormemente. La potencia de su irrupción en las pantallas de todo el mundo hace más de siete décadas, cuando todavía era una adolescente, puede medirse por el hecho de que nunca fue olvidada a pesar de que se retiró en la plenitud de su carrera, en 1973, cuando todavía no había cumplido 40 años. Algo de eso intuyó nada menos que Simone de Beauvoir cuando hacia 1965 le dedicó un pequeño ensayo titulado Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita, en el que celebraba el feminismo espontáneo y silvestre de su personaje cinematográfico, que fue siempre un poco el mismo, por más que variaran los títulos y los realizadores. BB no es ni perversa ni rebelde, ni inmoral, y por esto es que la moralidad no tiene ninguna posibilidad de ganarla. El bien y el mal son parte de convenciones ante las cuales ella no pensaría siquiera en inclinarse () Ella sigue sus inclinaciones. Come cuando tiene hambre y hace el amor con la misma sencillez exenta de ceremonias. El deseo y el placer parecen atraerla más que las reglas y las convenciones. La autora de El segundo sexo y ¿Hay que quemar a Sade? veía en Bardot una extraña fuerza de la naturaleza: Una mujer libre es exactamente lo contrario de una mujer frívola. En su papel de hembra confundida, de pequeña vagabunda desamparada, BB parece ser accesible a todos. Y sin embargo, y paradójicamente, intimida () Su carne no posee la abundancia que en otras simboliza la pasividad. Sus ropas no son fetiches y cuando se desviste no está revelando un misterio. Está mostrando su cuerpo, nada más ni nada menos. Y ese cuerpo rara vez permanece en estado de inmovilidad. Camina, baila, se mueve sin cesar. Su erotismo no es mágico, sino agresivo. En la cacería del amor, ella es tanto presa como predadora. Eso supo ver quien está considerado su descubridor, el realizador francés, Roger Vadim, que fue el primer amante de BB cuando ella todavía era menor de edad y que hizo para ella la película que la lanzaría al mundo, Et Dieu créa la femme, en 1956, con la cual Bardot comenzó a competir en popularidad nada menos que con su admirada Marilyn Monroe, al vender más de 16 millones de entradas en la taquilla de los Estados Unidos. No fue, sin embargo, la primera película de BB, que ya había tenido papeles de cierta importancia desde unos años antes, en películas de Sacha Guitry (Si Versalles contara, 1953), Marc Allégret (Futures Vedettes, 1954) y René Clair (Las grandes maniobras, 1955). Pero fue Vadim quien se enamoró de ella apenas ver su foto como mannequin en las páginas de la revista Elle, quien como guionista la recomendó a su amigo Allégret y luego como cineasta la hizo primero su esposa, cuando BB tenía apenas 18 años, y luego protagonista de una película en la que ella no enloquecía de pasión a un solo hombre sino a tres, empezando por el personaje interpretado por un jovencísimo Jean-Louis Trintignant, quien luego de verla bailar libremente un febril cha-cha-cha casi la mata a tiros de puros celos. Para entonces, Trintignant ya había desplazado a Vadim en la vida personal de Bardot, pero la película seguía abriéndose camino. En las páginas de los Cahiers du Cinéma, un crítico llamado François Truffaut escribía: Y Dios creó a la mujer, del que se podía temer cualquier cosa después de la campaña publicitaria gratuita que hizo la censura, es una película sensible e inteligente en la que no encontramos una sola vulgaridad. Es un film típico de nuestra generación, porque es amoral (rechaza la moral corriente y no propone ninguna otra) y puritano (consciente de esa amoralidad y preocupado por ello). No es un film libertino sino lúcido y de enorme franqueza. Y continuaba Truffaut: Brigitte Bardot está magnífica, por primera vez es totalmente ella misma; hay que ver sus labios temblando con violencia después de cuatro bofetadas que le asesta Trintignant; está dirigida con amor, como un pequeño animal, como en su momento Jean Renoir dirigió a Catherine Hessling en Nana. En los Estados Unidos, donde se estrenó en octubre de 1957, la película desencadenó una intensa campaña por parte de las iglesias: En Filadelfia, la sexta ciudad más grande del país, los inspectores allanaron los cines para confiscar copias en nombre de una ley que prohibía los espectáculos obscenos, recordaba el periódico Le Monde. El arzobispo de Lake Placid intentó comprar todas las entradas para que nadie pudiera ver la película. Ante la negativa del dueño del Teatro Palace, el sacerdote predicó a sus feligreses y a los de la Iglesia protestante el boicot a este cine. Los films posteriores de Bardot, sin embargo, por más que fueron casi siempre exitosos, fueron menos famosos y notorios que sus maridos y amantes, entre quienes se cuenta a Serge Gainsbourg, quien antes de componer para Jane Birkin escribió para BB el hit LAppareil à sous, en 1963. Entre las películas, se sostienen en el tiempo La verdad (1960, de Henri-Georges Clouzot), El amor es un asunto privado (1962, junto a Marcello Mastroianni, dirigidos por Louis Malle) y particularmente El desprecio (1963, con Michel Piccoli), donde Jean-Luc Godard filma el cuerpo desnudo de Bardot en CinemaScope, pero es ella quien dirige el juego erótico de la escena más famosa del film, cuando le pide a su amante que le vaya describiendo paso a paso todo lo que él es capaz de ver en ella. Con su mentor Vadim, BB volvió a filmar en otras tres ocasiones: Armas de mujer (1958, rodada en España), El reposo del guerrero (1962) y Si Don Juan fuera mujer (1973). Con Louis Malle reincidió en ¡Viva María! (1965, junto a Jeanne Moreau) y en el episodio William Wilson del largo Historias extraordinarias, donde compartió cartel con Alain Delon. Desde su retiro del cine, vivió siempre en su villa en Saint-Tropez, donde no dejó de difundir los comentarios más racistas e injuriosos que pudieran concebirse. Dijo en 2003: Mientras que entre los animales la raza alcanza picos de extrema vigilancia, siendo los mestizos considerados residuos, que no sirven para nada más que para pudrirse en perreras o morir sin compasión alguna, nosotros nos vemos reducidos a enorgullecernos políticamente correctos de mezclar, de combinar nuestros genes, de jurar lealtad a nuestros linajes para permitir que nuestros descendientes sean cruzados para siempre por predominios seculares o religiosos surgidos fanáticamente de nuestros antagonismos más viscerales. Es extremadamente lamentable. Aun así, el presidente de Francia, Emanuel Macron, no dudó en despedirla con honores: Brigitte Bardot encarnaba una vida de libertad. Existencia francesa, brillo universal. Ella nos conmovía. Lloramos a una leyenda del siglo.
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