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La Paz » Politica con vos
Fecha: 29/12/2025 14:14
La política nacional se piensa y se decide desde un puñado de cuadras en Buenos Aires. Mientras el Congreso y la Plaza de Mayo concentran discursos, urgencias y disputas, el interior del país diverso, complejo y profundamente desigual queda relegado a una agenda que no siempre lo contempla ni lo comprende. Por Roberto García La escena se repite. Desde la vereda del Congreso Nacional o desde la histórica Plaza de Mayo, la realidad parece ordenarse en consignas claras, debates intensos y decisiones que se anuncian como universales. Sin embargo, esa mirada centralizada rara vez alcanza para entender lo que ocurre más allá de la General Paz. Allí donde la política se vive sin cámaras, sin micrófonos y sin épica. El centralismo no es solo una cuestión geográfica; es, sobre todo, una forma de construir poder. Las discusiones que se cocinan en el entorno del Presidente responden a lógicas que priorizan el impacto inmediato, la batalla discursiva y la agenda mediática porteña. El interior aparece, en el mejor de los casos, como una variable secundaria; en el peor, como un obstáculo. Mientras en Buenos Aires se debate en clave ideológica, en las provincias se gobierna en clave de supervivencia. Los municipios administran escasez, las economías regionales enfrentan costos crecientes y las decisiones nacionales llegan tarde o incompletas. El federalismo, proclamado en los discursos, se diluye en la práctica cotidiana. No se trata de idealizar al interior ni de desconocer sus propias responsabilidades. Las provincias son heterogéneas, con realidades, intereses y tensiones distintas. Pero justamente por eso, la política nacional no puede seguir tratándolas como un bloque uniforme ni como un telón de fondo del debate central. El problema se agrava cuando el diálogo se reemplaza por la imposición. Cuando las decisiones se anuncian desde Buenos Aires sin construir consensos, el federalismo deja de ser un principio constitucional para convertirse en una palabra vacía. Y lo que queda es una relación asimétrica, donde el centro decide y la periferia se adapta o resiste como puede. Desde la Plaza de Mayo se habla de sacrificios necesarios. Desde el interior se pregunta quién decide esos sacrificios y para quiénes son necesarios. Esa distancia no es solo política: es cultural, económica y simbólica. Y cuando se profundiza, erosiona la idea de un proyecto nacional compartido. El desafío no es elegir entre centralismo o federalismo como consignas opuestas. El desafío es construir una política que vuelva a mirar el país completo, que entienda que gobernar no es administrar una ciudad ampliada, sino articular territorios diversos con necesidades concretas. Porque mientras la política siga mirándose desde el centro, el interior seguirá sintiendo que el país se decide lejos. Y ninguna democracia se fortalece cuando una parte significativa de su territorio se reconoce solo como espectadora de decisiones ajenas. (Imagen elegida para esta primera entrega: Sin pan y sin trabajo de Ernesto de la Cárcova 1894. Una obra argentina, crítica y social que muestra, entre otras cosas, el impacto del modelo centralista en la vida cotidiana).
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