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» El Litoral
Fecha: 29/12/2025 12:37
Por qué se comen 12 uvas en Año Nuevo y qué significa cada una Cada fin de diciembre, un gesto simple concentra expectativas, creencias y deseos para el ciclo que comienza, en una práctica heredada que combina tradición, simbolismo y la esperanza de un futuro mejor. El momento previo a la medianoche reúne miradas atentas y deseos silenciosos alrededor de la mesa. El ritual de las 12 uvas es una de las tradiciones más populares y extendidas para recibir el Año Nuevo en distintos países de habla hispana. Cada 31 de diciembre, cuando el reloj marca la medianoche, miles de personas repiten este gesto cargado de simbolismo con la esperanza de atraer buenos augurios, detrás de cada una se esconden creencias, deseos y una historia que atraviesa generaciones. Este rito, que combina celebración y expectativa, se mantiene vigente pese al paso del tiempo y se adapta a nuevas formas de festejar, sin perder su esencia: empezar el año con intención y optimismo. El origen de lacostumbre El ritual de comer 12 uvas al compás de las campanadas tiene su origen en España, a comienzos del siglo XX. Si bien existen distintas versiones sobre su nacimiento, una de las más difundidas señala que la tradición se popularizó a partir de un excedente de producción de uvas, que los productores promovieron como un gesto de buena suerte para despedir el año. Un gesto cargado de simbolismo que atraviesa generaciones y se mantiene vigente. Con el tiempo, la costumbre se consolidó y comenzó a replicarse en otros países, especialmente en América Latina, donde fue adoptada y resignificada. Hoy forma parte del imaginario colectivo de las celebraciones de Año Nuevo en hogares, reuniones familiares y encuentros con amigos. Más allá de su procedencia, el ritual se sostiene por su fuerte carga simbólica: cada uva representa un mes del año que comienza, y comerlas en orden es una forma de proyectar deseos y expectativas para el futuro cercano. Qué simbolizacada uva La práctica consiste en comer una uva por cada campanada que marca la medianoche. Tradicionalmente, se cree que cada una corresponde a un mes del año y que, al ingerirlas, se pide un deseo o se visualiza una intención positiva. Aunque no existe una única manera correcta de hacerlo, muchas personas se preparan unos minutos antes, separando las uvas y mentalizando aquello que desean atraer: salud, trabajo, amor, bienestar o estabilidad emocional. En algunos casos, el ritual se acompaña con otros gestos simbólicos, como brindar con una copa, usar prendas de determinado color o anotar deseos en papel. Sin embargo, las uvas siguen siendo el centro de la escena, como un acto sencillo que invita a detenerse un instante y conectar con las propias expectativas. Creencias populares asociadas al ritual A lo largo de los años, alrededor de las 12 uvas se construyeron múltiples creencias que enriquecen la tradición y le aportan matices personales. Entre las más conocidas se destacan: Comer las uvas sin atragantarse simboliza un año sin obstáculos Si alguna uva resulta amarga, se asocia a un mes con desafíos Pedir deseos en silencio potencia su cumplimiento Compartir el ritual en grupo refuerza la energía positiva Preparar las uvas con anticipación ayuda a vivir el momento con calma Estas interpretaciones varían según la región y las creencias familiares, pero todas coinciden en una idea central: el ritual funciona como un acto de intención y esperanza. Una tradición que se adapta a los nuevos tiempos En la actualidad, el ritual de las 12 uvas convive con nuevas formas de celebración. Algunas personas lo adaptan a horarios distintos, utilizan uvas sin semillas o incluso reemplazan la fruta por versiones simbólicas cuando no es posible conseguirlas. Lo importante no es la exactitud del gesto, sino el significado que cada uno le otorga. Un ritual sencillo que invita a reflexionar sobre lo vivido y proyectar nuevos objetivos. En un contexto donde los ritmos acelerados suelen dominar la vida cotidiana, esta tradición invita a frenar por unos segundos, reflexionar sobre lo vivido y proyectar lo que vendrá. Es un pequeño acto cargado de emoción que conecta el pasado con el futuro en un instante compartido. Así, año tras año, las 12 uvas siguen presentes en la mesa de fin de año, recordando que, más allá de las supersticiones, el verdadero valor del ritual está en la intención de empezar de nuevo con esperanza.
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