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» Tiempo Argentino
Fecha: 29/12/2025 10:26
San Martín cruzó Los Andes ocho veces, vivió en diecisiete ciudades de siete países, tocaba la guitarra y pintaba acuarelas, se quedó viudo a los 45 años, esquivó la sangrienta guerra civil entre unitarios y federales y siempre luchó por la causa sudamericana. ¿Cuántos datos y hechos del Libertador falta recordar? Un puente hacia ellos está en el libro San Martín en persona (Planeta), del periodista Daniel Miguez. Antes que una nueva biografía, aquí busca mostrar al gran político y militar en su faz humana: en su vasta riqueza más allá del bronce. Luego de dos años de investigación y de tres meses de escritura, Daniel Miguez editó San Martín en persona a fines de noviembre y renovó la fascinación por el libertador de Argentina y de Chile e impulsor de la independencia del Perú. Pero San Martín en persona esquiva el pedestal: en 34 episodios refleja al ícono entre Argentina, el resto de América del Sur y Europa: expone su pensamiento, su humor y sus rasgos cotidianos como genio militar, demócrata, líder, esposo y amigo. Los hechos conocidos y los olvidados: sus esfuerzos y su entrega sin par. Pelo negro, nariz aguileña, cejas gruesas y tupidas, patillas no muy largas, entre 1,70 y 1,80 metros de altura y cuerpo armonioso, escribe Daniel Miguez en Irresistible, el décimo episodio del libro, en el que retrata rasgos clave de José de San Martín (1778-1850) como su liderazgo, su franqueza y su cordialidad. Lo más satisfactorio fue descubrir cosas que no sabía de él -cuenta Miguez-. Por ejemplo, que era muy carismático y tenía una personalidad irresistible. Lo más arduo fue hallar estas 34 historias: resultó un trabajo de hormiga. Así, San Martín en persona combina la biografía (su infancia entre Yapeyú y Buenos Aires; su formación militar en España; su pasión por las ideas de la Ilustración; su vuelta a Buenos Aires en 1912; su casamiento con Remedios de Escalada, de 14 años; sus campañas; sus luchas por la independencia, etc.) con los detalles reveladores: afrontó enfermedades, tuvo como gran rival a Bernardino Rivadavia -quien lo acosó y acusó sin descanso-, forjó una leal amistad con Manuel Belgrano y sufrió el exilio europeo con grandes problemas económicos, pero luego recibió el legado monetario de su amigo español Alejandro Aguado. Aunque las historias del libro se centran en la vida personal de San Martín -apunta Miguez-, están atravesadas por la política y por su vida militar. También indagué en cómo fue construyendo su ideología, y me quedó claro que fue un hijo de las ideas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Y cuando tomó contacto con los ingleses creyó en la monarquía constitucional, pero siempre con un perfil democrático y en contra del absolutismo de España: justo el imperio para el que había combatido durante veintidós años. De esa contradicción surgió el afán del líder por la independencia en Sudamérica. Y, además, San Martín quería que la gente postergada tuviera acceso a la educación y a la cultura. Por eso donó dinero para crear una biblioteca en Chile y fundó la Biblioteca Nacional del Perú. Para San Martín la cultura debía ser un bien colectivo, expone Miguez. Y detalla: Al llegar a América y al conocer las luchas internas y a los caudillos locales, San Martín se fue decepcionando un poco, aunque siguió luchando por un gobierno central fuerte en Argentina. Y, aunque veía que la región aún no estaba preparada para las repúblicas, defendía la democracia y la libertad americana más allá de todas las formas de gobierno. San Martín, su visión política Pero no todos compartían su visión política. Muchos directamente no lo valoraban -observa Miguez-. Por ejemplo, cuando Juan Martín de Pueyrredón, o luego José Rondeau, le ordenaron que trajera el Ejército de los Andes para luchar contra los federales, contra José Gervasio Artigas o contra Estanislao López, San Martín desobedeció: eso le ganó el odio de los unitarios. Y Rivadavia no le envió fondos para terminar la Campaña del Perú: a los unitarios, una vez garantizada la seguridad de Buenos Aires, no les interesaba poner dinero para que se consolidara la independencia del resto de América. Una pelea afín tuvo con Carlos María de Alvear. Aunque al principio compartían los mismos ideales desde la Logia Lautaro, y aquél encabezó con San Martín la revolución de 1812 para reemplazar al Primer Triunvirato por el Segundo y llamar a la Asamblea del año XIII, al tomar el poder Alvear dijo me hago fuerte en Buenos Aires y que los demás se arreglen. Esa fue la causa principal de su pelea política con San Martín, explica Miguez. Luego los unitarios lo ninguneaban: en los diarios que manejaba Rivadavia se conmemoraban las batallas de Maipú y Chacabuco y no mencionaban el rol central que tuvo San Martín. ¿Y qué pasó con Juan Manuel de Rosas? De alguna manera, el Libertador lo reivindicó y se cruzaron cartas durante muchos años -dice Miguez-. Aunque no le cerraba que hubiera violencia en el gobierno de Rosas, valoraba la defensa de la soberanía y el orden, porque San Martín quería un país ordenado y sin guerra civil. Y el punto cúlmine fue la Batalla de la Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845, cuando la Confederación Argentina de Rosas enfrentó a la flota anglo-francesa que quería establecer la libre navegación de los ríos. De hecho, en su testamento, San Martín le regaló a Rosas su famoso sable corvo. En el exilio, repasa Miguez, aquél recibió a Juan Bautista Alberdi, a Domingo Faustino Sarmiento y a Florencio Varela, y ellos se mostraron descorazonados por aquel regalo, ya que eran antirrosistas, y lo atribuyeron a que San Martín estaba senil y a que no entendía lo que pasaba en la Argentina. Recién Bartolomé Mitre editó la biografía Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana en 1887, treinta y siete años después de que había muerto. Luego las distintas corrientes historiográficas armaron su propio San Martín, y de esa síntesis tenemos al héroe de todos. Hoy quedan muchos grises y espacios velados en la vida militar, política y personal de San Martín. Por eso Daniel Miguez también buscó apuntar a ellos: Él era muy prudente y discreto, y yo creo que hay muchísimas cosas que se guardó -razona-. De hecho, San Martín no hizo una autobiografía. Lo más parecido fueron las memorias de su amigo, el general inglés William Miller, sobre su experiencia en la lucha americana. Pero, por ejemplo, Miller le pidió que hablara sobre las logias secretas que integraba y San Martín guardó silencio. Como ése, hay muchos más aspectos por revelar. En el libro San Martín en persona, Miguez registra cómo muchos actores políticos y militares del Río de La Plata acusaron al prócer de trabajar en forma entreguista para los ingleses (quienes, a su vez, lo espiaban). ¿Cuál era el real sentido del vínculo de San Martín con Inglaterra? Yo lo defino como de mutualismo y de interés mutuo -dice Miguez-. San Martín necesitaba el apoyo logístico de algún país que tuviera intereses comerciales en contra de España. Y, de hecho, San Martín consiguió mucho apoyo de Inglaterra. Eso es indudable. Pero hay dos cosas que refutan que él fuera un agente inglés -continúa Miguez-. Una es la Declaración de la Independencia Argentina: San Martín fue uno de los que apuró al Congreso de Tucumán a través de sus operadores políticos. Como la declaración decía que el país se independizaba de España, San Martín dijo que agregaran y de cualquier potencia extranjera. Yo creo que pensaba en Gran Bretaña y en Portugal. Y cuando consiguió que el Rey de Inglaterra reconociera en 1825 la independencia de Argentina y de otros países de Sudamérica, dijo: La tarea está terminada. Pero, además, cuando Inglaterra y Francia atacaron a Argentina por la libre navegación de los ríos y el comercio con las ciudades del interior, San Martín defendió a rajatabla la política de defensa de Rosas -cuenta Miguez-, enfrentándose a Inglaterra y a Francia, justo que era donde él estaba viviendo. Es más: San Martín les escribió a esos países y les dijo que combatir a la Argentina no les iba producir ningún beneficio. En vez de una arenga patriotera inútil, fue muy hábil y diplomático. No habría hecho eso si hubiera sido pro-inglés. ¿Cómo le surgió a Daniel Miguez el deseo de escribir San Martín en persona? Yo estaba muy tentado de escribir algún libro de historia, porque antes había escrito libros de política como Kirchner íntimo, de 2011, y Diez años. Una década de gobierno kirchnerista, de 2013. Así que empecé a buscar otras formas de encarar a San Martín y se me ocurrió explorar los episodios poco recordados de su vida. ¿Y que halló Miguez? Que fue un personaje riquísimo, por ejemplo, en el vínculo con sus hijos, sus hermanos, sus amigos y sus subordinados. Bajar del bronce a San Martín fue engrandecerlo aún más.
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