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Fecha: 29/12/2025 06:10
Durante más de cinco décadas, la historia siempre fue la misma. George Carroll salió de su casa en un suburbio tranquilo de Long Island y nunca volvió. No hubo gritos, ni una escena violenta, ni una denuncia policial. Solo una ausencia prolongada y una explicación repetida durante años dentro de la familia: él los había abandonado. Recién en 2018, cuando uno de sus hijos rompió el piso del sótano de la casa familiar y encontró restos humanos enterrados, esa versión se desmoronó por completo. Lo que durante décadas fue una desaparición sin respuestas pasó a ser un homicidio. Leé también: La masacre navideña de Covina: se disfrazó de Papá Noel, fue a la casa de su exmujer y mató a toda la familia Una desaparición sin preguntas George Carroll tenía poco más de 30 años cuando desapareció a comienzos de los años 60. Era veterano de la guerra de Corea, estaba casado con Dorothy Carroll y vivían juntos con sus cuatro hijos en Lake Grove, una localidad residencial del estado de Nueva York. El día que salió de su casa, supuestamente a comprar cigarrillos, nunca volvió: nadie lo vio irse con valijas, todas sus pertenencias estaban en su lugar, ni hubo registros de un viaje planificado. Tampoco se conocieron conflictos recientes del matrimonio que explicaran una partida de manera repentina. Sin embargo, su esposa nunca denunció la desaparición y a sus hijos les dijo que su padre se había ido y que no volvería. Con el tiempo, esa explicación quedó fijada como un hecho y nadie hizo preguntas. Michael Carroll, el hijo menor, tenía apenas ocho meses cuando su padre fue visto por última vez sin dejar rastro. Sus hermanos eran chicos y crecieron aceptando esa versión incompleta, que quedó marcada por el silencio y la falta de respuestas. Con el paso de los años, el tema dejó de hablarse. George no figuraba como persona buscada, no había una investigación abierta y su nombre poco a poco fue quedando en el olvido. Las dudas que nunca se fueron A pesar de la versión que se sostuvo durante décadas, dentro del entorno familiar siempre existieron dudas. Algunos parientes señalaban contradicciones con el relato de la esposa y recordaban que, poco tiempo después de la desaparición, empezó una relación con Richard Darress, un hombre que había trabajado en la casa de los Carroll. Años más tarde, se casaron. Los hijos mayores recordaban que durante ese tiempo había tensiones en la casa y aseguraban que la relación entre su padre y Darress nunca había sido buena. Sin embargo, nada de eso había terminado en una denuncia. Décadas después, una conversación volvió a poner todo en duda. Una de las hermanas consultó a una médium, que aseguró que el cuerpo de George Carroll estaba enterrado debajo de la casa donde había vivido con su familia. Si bien la afirmación parecía poco creíble, la hipótesis de que el padre nunca había salido de la casa empezó a tomar forma. Michael Carroll, el menor de los hijos, fue quien tomó la iniciativa de avanzar en esta versión. A diferencia de sus hermanos, él no tenía recuerdos de su papá y había crecido con muchas preguntas. Por este motivo, convencido de que la historia oficial no cerraba, comenzó a investigar por su cuenta. Así fue cómo empezó a revisar viejos relatos familiares, habló con conocidos y volvió sobre las versiones que durante años se habían minimizado. Así tomó la decisión que cambiaría todo: excavar el sótano de la casa familiar. Con la ayuda de sus hijos y de un radar de penetración terrestre, empezó a buscar bajo el piso. El 30 de octubre de 2018, a poca profundidad, encontraron restos óseos humanos enterrados. Alertaron a la Policía y el lugar quedó bajo custodia, ya que era la escena de un posible crimen. De una desaparición a un crimen brutal Los estudios antropológicos y de ADN confirmaron los temores de la familia: los restos pertenecían a George Carroll, quien había estado enterrado durante más de 50 años bajo el sótano de su propia casa. La autopsia reveló un dato clave para la causa judicial, ya que se conoció que el cráneo presentaba una fractura compatible con un fuerte golpe contundente. De esta manera, la muerte fue clasificada oficialmente como un homicidio. No se trató de un accidente ni de causas naturales. Con el resultado, la Policía del condado de Suffolk reabrió el caso como una investigación por asesinato. Con el crimen confirmado, las miradas se dirigieron de inmediato al círculo íntimo. Dorothy Carroll, la esposa de George, ya había fallecido cuando ocurrió el hallazgo. Richard Darress, su segundo marido y señalado por la familia como una figura conflictiva, también murió poco antes de que los restos fueran encontrados. Para los investigadores, el contexto familiar resultó determinante: la falta de denuncia, el entierro del cuerpo dentro de la propiedad y la reconstrucción de los vínculos posteriores a la desaparición de George generaron fuertes sospechas. Sin embargo, la muerte de los principales sospechosos dejó a la causa sin imputados directos. Algunos hermanos declararon que Darress había sido violento y que su padre nunca volvió a ser visto luego de que él comenzara a frecuentar la casa. Estos testimonios forman parte del expediente, pero no alcanzan para una acusación penal concreta. Leé también: Un delivery de pizzas, el robo a un banco y una bomba: el macabro plan que terminó con la muerte de un hombre A más de seis décadas del crimen, la Justicia estadounidense considera que George Carroll fue asesinado, pero no logró identificar formalmente a un responsable. El caso se hizo conocido a partir del documental Los secretos que enterramos, que reconstruye la investigación y el impacto del hallazgo en la familia.
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