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» Lavozdelpueblo
Fecha: 28/12/2025 15:33
A Pirro se lo recuerda por la victoria pírrica, cuando venció a los romanos pero a un costo enorme para su ejército. Quedó como ejemplo de un triunfo que genera más perjuicios que ventajas para el ganador. Alejandro Magno es uno de los personajes más importantes de la historia. Al conquistar Persia y otros territorios cambió el mundo con su helenización. Pero eso pudo no ocurrir cuando en su primera batalla en territorio persa (vera del río Gránico) estuvo a punto de morir. Lo salvó uno de sus generales: Clito. Años después, -en una fiesta donde todos estaban borrachos-, Alejandro Magno asesinó a Clito porque lo criticó en público. Este año en la política argentina dos personajes referenciaron a esos tres de siglos antes de Cristo. Axel Kicillof fue Pirro en la interna peronista y Clito en la política nacional. Javier Milei terminó siendo Alejandro Magno, beneficiado por las dos versiones que el gobernador bonaerense encarnó y que provocó con un solo hecho: al desdoblar la elección provincial de la nacional. El número clave es el 7 (el "revólver" para los cabuleros). El 7 de abril Kicillof anunció que el comicio bonaerense sería el 7 de septiembre. Separándolo 7 semanas de la elección nacional a fines de octubre. Cristina, -que siempre la ve antes-, lo objetó. Públicamente la postura de la presidenta del PJ nacional para que los comicios sean concurrentes (el mismo día en provincia y nación) se basó en cuestiones de gasto doble y de molestia para los bonaerenses que tendrían que ir a las urnas dos veces. Por abajo, advertía que si desdoblamos y nos va bien en la provincial, eso alertará a los que en septiembre no irán a votar de que podemos volver. En octubre votarán y perderemos en la nacional. El pronóstico de Cristina se cumplió a la perfección (como las predicciones de aquellas infalibles pitonisas del oráculo de Delfos). Aunque ganó batallas, el gobernador Kicillof es un condenado por sí mismo a perder la guerra porque no hizo lo que tenía que hacer en el momento que debía hacerlo. Cuando a fines de 2023 el peronismo nacional, -cuya líder era Cristina aunque al partido lo presidía Alberto Fernández-, perdió la presidencial contra Milei pero Kicillof retuvo el poder ejecutivo en la provincia de Buenos Aires, era la ocasión para que el gobernador cortara con el cristi-camporismo y encabezara el peronismo poskirchnerista. Lo que desperdició Kicillof es increíble (debe ser complicado encontrar algo parecido en el mundo). Al lograr la reelección en la provincia donde está casi el 40 % del electorado del país, el gobernador bonaerense se constituyó en la única figura de contraste a Javier Milei. Siendo Axel el peronista ganador en el mismo momento que la derrota presidencial provocaba el cuestionamiento al liderazgo de Cristina; liquidaba a un titular del partido (Alberto) tras el castigo en las urnas a su gestión en la Casa Rosada y el otro integrante del triángulo de poder en ese ejecutivo central (Sergio Massa) quedaba disminuido tras ser vencido electoralmente por Milei, era el contexto ideal para tomar el control del PJ. Pero Kicillof no se animó. Un año después, Cristina asumió la presidencia del Partido Justicialista nacional. El miedo excesivo, siempre es impotente (Esquilo). Tras desperdiciar esa oportunidad única, -y con Cristina otra vez de jefa-, Kicillof buscó (o lo alentaron a buscar) posicionarse en la interna partidaria con artimañas solapadas. En esa hoja de ruta creyó (o le hicieron creer) que para lograrlo precisaba tener su elección (la provincial), ganarla, y crear con ese resultado un efecto gatillo que catapultara a la conducción de Cristina a una derrota en la nacional de octubre. Por eso el gobierno de la provincia y los intendentes del movimiento "kicillofista" (el MDF) en septiembre hicieron campaña y en octubre durmieron la siesta. En siete semanas "Él" ganador y una Cristina otra vez perdedora (como en 2023), le aseguraría que el peronismo lo proclamaría su líder. Eso imaginó Axel (o lo llevaron a imaginar). Lo que Kicillof, -o quienes lo aconsejaron-, no tuvieron en cuenta en esa estrategia fue el dato de la realidad que mostraban los comicios anteriores: que la gente iba cada vez menos a votar. Siete semanas entre la elección provincial y la nacional son 49 días. En Argentina en 49 minutos puede pasar lo mismo que en un país normal sucede en 49 meses. Imaginen lo que puede acontecer en 49 días. Y en ese lapso pasó lo que Cristina anticipó que ocurriría. Los anti K que no fueron a votar en septiembre se encontraron con un resultado que abría la posibilidad de que el kirchnerismo vuelva y el 26 de octubre fueron y votaron por Milei, haciéndolo ganar con amplitud. El 7 de septiembre Kicillof logró la victoria provincial y esa noche tuvo su foto cómo líder peronista, pero eso despertó a una masa electoral hasta ahí indiferente dándole al gobierno libertario nacional la chance de reformular su estrategia; de que aliados le restituyeran el apoyo y de que intervenga Trump, poniendo miles de millones de dólares para frenar la corrida cambiaria e "instando" a votar por Milei (porque si perdía EE.UU no ayudaría más a la Argentina). Si Kicillof no desdoblaba, -y el mismo día se votaba en provincia y nación-, el presidente Milei hubiera llegado al 26 de octubre con la misma zozobra cambiaria que tenía a principios de septiembre (o aún peor), sin los dólares del Tío Sam y cada vez más huérfano de la apoyatura política por parte de aliados enojados por su destrato. Su resultado electoral no hubiera sido satisfactorio y hoy el país estaría inmerso en una inestabilidad e incertidumbre desesperantes. Con Milei, Kicillof fue Clito. Y en la interna peronista Axel fue Pirro, porque si bien desdoblar provocó la derrota de Cristina y los suyos, igual el "cristi-camporismo" consiguió más legisladores nacionales que el kicillofismo (porque la lista la armó Cristina). La separación de la elección que hizo Kicillof por cuestiones partidarias terminó salvando al país. Pero eso de poco (o nada) le sirve a él, porque la memoria colectiva solo registra a los que se atreven a ir por su lugar en la historia, no a los que se quedan en el amague (y, por ende, sin historia). Axel cometió tres errores en su decisión menos pensada. Otra cuestión complica a Kicillof. Para aprobar el presupuesto bonaerense 2026, la suba de impuestos y el endeudamiento, el gobernador tuvo que aplicar la metodología de la casta: dar cargos a cambio de votos. El plan canje político pagado con el dinero del pueblo es la forma de gestión pública que la gran mayoría de la gente ya no tolera. Lo expresaron en las urnas en 2023 y lo ratificaron el 26 de octubre pasado. En poco menos de dos años, el gobernador bonaerense terminará su mandato y ese será su final político. Porque, equivocado o mal asesorado (o ambas), le entregó todo a Milei. Hay situaciones imaginables. Estoy seguro que el 7 de abril, -mientras veía a Kicillof anunciar el desdoblamiento de la elección provincial de la nacional-, Cristina recordó el aforismo de Porchia, que dice: Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas. Feliz 2026.
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