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    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 28/12/2025 14:41

    Cuando el presente aprieta, la memoria orienta Un cierre de año atravesado por la incertidumbre global y las crisis locales invita a recuperar la memoria histórica y las voces de Perón, Alfonsín y Evita para pensar, desde el compromiso individual y colectivo, un proyecto de país basado en la autodeterminación, la justicia social y la participación popular. Nuestro principal adversario es el desánimo, la resignación, el desinterés y la desmovilización Axel Kicillof Cerrar el año suele ser tiempo de revisión, análisis y reflexión. También las fiestas invitan al replanteo vital: algo pasa. Algunos intentan sostener relaciones que hace tiempo se han roto, otros reconstruirlas; algunos toman decisiones trascendentales y se proponen nuevos objetivos, muchos sueñan con un futuro más próspero y relajado, aunque la realidad pinte diferente. Son días donde se intenta ver un horizonte menos oscuro, más luminoso tal la utopía del amanecer. Dicen por ahí que es tiempo de escribir las metas y proyectos para el nuevo año, que cada trimestre hay que revisar lo escrito y redireccionar si no se camina en relación a los propósitos del inicio. Pero lo que casi siempre sucede es que se siente una extraña nostalgia: no es tristeza, es la profunda necesidad de recuperar un recuerdo lejano, algo que se sabe que existe pero que poco a poco se ha desdibujado, se ha perdido en la vorágine de la cotidianeidad, donde avanza el tiempo y se termina actuando como estímulo-respuesta, a merced de la provocación habitual del devenir. Las fiestas invitan a detenerse, aunque desde el consumismo salvaje se presente más brutalmente que en otros momentos la vorágine de las compras; aun así, se siente ese íntimo y a veces oculto espacio de búsqueda de sentido. Como seres sociales también se tienen esas sensaciones: la guerra de Ucrania y Rusia, el genocidio en Gaza, las amenazas de invasión de Estados Unidos a Venezuela muestran un mundo convulsionado; el medio ambiente envía señales de destrucción inminente; los negocios globales ponen en peligro la más elemental subsistencia el agua y el aire; las reformas que se proponen no muestran interés en cuidar y proteger a la humanidad y menos al pueblo argentino. Ante esta realidad, en las fiestas se intenta recuperar voces que ayuden a dibujar otras metas y propósitos. No es esta la única época histórica atravesada por las dudas; hubo otras tan convulsionadas y revoltosas como esta. Allí hay memoria y hay caminos alternativos. Cuando pienso en los acontecimientos cruciales de la historia del país, encuentro en ellos las huellas profundas de una toma de conciencia verdaderamente nacional. Esto escribía Perón en su legado El modelo argentino, el último texto de Perón ya anciano, en los 70, escrito en los peores momentos de la Guerra Fría: la guerra de Vietnam, el Mayo Francés, la Revolución Cubana, los primeros estudios de contaminación ambiental, la bipolaridad económica entre comunismo y capitalismo, las reformas de la Iglesia con el Concilio Vaticano II, el nacimiento de la Teología de la Liberación. ¡Vaya si eran tiempos convulsionados y revoltosos! Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología. Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país proviene de la adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de ideologías directamente o adecuándolas se alimenta un vicio de origen y es insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro Pueblo y del país como unidad jurídicamente constituida () la comunidad a la que aspiramos es aquella donde la libertad, la justicia y la responsabilidad son fundamentos de una alegría de ser, basada en la certeza de la propia dignidad. En tal comunidad el individuo posee realmente algo que ofrecer e integrar al bien general, y no solo su presencia muda y temerosa. Perón proponía una construcción comunitaria, desde las bases mismas de la población, desde pensar que solo conociendo y comprometiendo al pueblo se puede lograr un proyecto que integre los intereses propios de la nación. Los líderes de los grandes movimientos populares que surgieron a lo largo del siglo XX dejaron líneas de pensamiento y caminos posibles. La Argentina afronta la necesidad de construir un futuro capaz de sacarla de largos años de decadencia y de frustraciones. Como sociedad se encuentra en una de las más serias encrucijadas de su historia en las vísperas del siglo XXI y en medio de una mutación civilizatoria a escala mundial; deberá decidir si ingresará a ese proceso como protagonista o como furgón de cola de las grandes potencias hegemónicas. La lógica del poder en el mundo del futuro no perdonará a quienes abdiquen de la voluntad de autodeterminarse. La dependencia traerá consigo los males que afectan a los marginados de la Tierra: el hambre, la ignorancia, el autoritarismo. Sin aspirar ilusoriamente a constituirse en una potencia mundial, la Argentina, como sociedad dotada de riquezas naturales y humanas considerables, puede y debe aspirar a desempeñar un papel significativo en este profundo proceso de transición que vive la humanidad, tan crucial y dramático como lo fueron hace dos siglos la revolución industrial y la revolución democrática, que abrieron nuevos horizontes para la historia de Occidente y de la humanidad toda. ¿Cómo hacerlo? ¿Sobre cuáles bases definir nuestro posible futuro? ¿En qué marco colocar nuestra voluntad de transformación? Acometer una empresa colectiva no es tarea simple. Implica una movilización de energías que abarca no solo la dirección política de la sociedad al Estado y al sistema político sino también a los grupos y a los individuos para que, sin renunciar a la defensa de sus intereses legítimos, sean capaces de articularlos en una fórmula de solidaridad. El futuro es siempre deudor de voluntades, de actores, de entusiasmo y de inteligencia colectiva. No hay empresa nacional sin pueblo y no hay pueblo sin personas conscientes de que su vida cotidiana forma parte de la vida de la comunidad, expresaba Raúl Alfonsín en el discurso de Parque Norte, el 1 de diciembre de 1985. ¿En qué contexto hablaba Raúl Alfonsín? Mijaíl Gorbachov iniciaba la perestroika, es decir, la gran reforma que iba a poner fin a la Guerra Fría; Francia hundía barcos de Greenpeace y aparecía Windows 1.0 (fue el primer sistema operativo con interfaz gráfica de usuario para PC) como el gran avance tecnológico que iba a revolucionar la circulación de la información; España y Portugal firman el acuerdo que va a ser uno de los puntales para la constitución del bloque de la Unión Europea; el mundo da cuenta de la hambruna y explotación de África y se organizan grandes y masivos recitales a beneficio; América Latina estaba en pleno proceso de salidas democráticas de las dictaduras que la azotaron en las décadas anteriores. Si había un contexto revoltoso y confuso, eran los años 80. Alfonsín proponía pensar una Argentina para el siglo XXI, y donde lo que no era opción era la abdicación de la autodeterminación del pueblo argentino. Debemos convencernos definitivamente de una sola cosa: de que el gobierno debe ser del pueblo y nadie sino el pueblo puede ocuparlo porque, si no no será tampoco para el pueblo. La hora de los pueblos no será alcanzada por nuestro siglo si no exigimos participación activa en el gobierno de las naciones, decía Eva Duarte en sus últimos días, cuando dicta una serie de mensajes cortos que expresaban su pensamiento ante la inminencia de la muerte. El sentimiento religioso debe ser defendido por los pueblos y por eso todas sus deformaciones reclaman una condenación imperdonable. Yo creo que tanto mal han hecho a la humanidad los que creen que la religión es una simple colección de formalidades exteriores como aquellos que no ven otra cosa que principios de absoluta rigidez. La religión es para el hombre y no del hombre para la religión, y por eso la religión ha de ser profundamente humana ¡profundamente popular! Y para que la religión sea así, profundamente popular, ha de ser como antes Ha de volver a hablar en el lenguaje del corazón, que es el lenguaje del pueblo, olvidándose de los ritos excesivos y de las complicaciones teológicas también excesivas. Cuando al pueblo se le habla con sencillez y con amor el pueblo acepta la verdad que se le ofrece. Y con más fe todavía si se le predica con el ejemplo. Manifiesta Evita, en su Mensaje, leído parcialmente en la Plaza luego de su fallecimiento y desaparecido posteriormente por 32 años, hasta que fue recuperado y publicado íntegramente por el historiador entrerriano Fermín Chávez. Transcurrían los años 50: había terminado la Segunda Guerra Mundial, nacía la ONU y se firmaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos; en ese marco, Eva deja sus últimos pensamientos para el pueblo argentino y especialmente para el pueblo militante. Recuperar las voces de quienes pudieron pensar la realidad argentina en su coyuntura, pero también pensarla en un futuro de construcción más justa e igualitaria, sirve para mirar en perspectiva de cara al año que próximamente se inicia. Es verdad que hay diversidad de responsabilidades y distintos grados de intereses entre quienes llevaron a la nación al estado de hoy. Cada quien tendrá la tarea de buscar la información adecuada y tomar las decisiones acordes a su ideario, pero lo que atraviesan estos mensajes es que nada se podrá lograr sin el compromiso individual, pero a la vez comunitario, de toda la sociedad. En ella recae el mayor peso del país que queremos para nosotros y para nuestros herederos, siempre recordando que serán ellos quienes nos preguntarán dónde estuvimos y qué hicimos para cuidar y proteger la identidad que decimos reconocer. [1] J.D.Perón. El Modelo Argentino. (2025) Ed. Gráficas del Centáuro [2] Eva Perón. Mi Mensaje. (2028) Ed. Instituto Superior Arturo Jaureche.

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