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Parana » AnalisisDigital
Fecha: 28/12/2025 13:47
Sergio Rubin Mientras el Presidente se acerca a los evangélicos y no recibe a los obispos, la vicepresidente tiene gestos con los católicos como la creación de un oratorio en el Senado. El riesgo de que dañen la convivencia interreligiosa en el país. A riesgo de ser redundantes hay que decir una vez más que la Argentina constituye un ejemplo de convivencia interreligiosa. Es cierto que a lo largo de su historia esta realidad no fue perfecta, ni mucho menos. Durante la llamada Semana Trágica de 1919, fuerzas policiales y organizaciones nacionalistas masacraron a inmigrantes judíos, a quienes acusaban erróneamente de ser agitadores comunistas. Un antisemitismo que volvió a manifestarse -aunque sin sangre- en el acto nazi de 1938 en el Luna Park. Con todo, la educación pública fue un gran integrador entre las diversas colectividades con sus creencias que llegaban en gran número al país. Los vientos de cambios que soplaron con el Concilio Vaticano II, en la década del 60, que acabó con falsas concepciones respecto del pueblo judío (como que era el culpable de la muerte de Jesús), significaron que los encuentros entre obispos y rabinos dejaran de ser aquí clandestinos y se avanzara en la fraternidad. Aquella magna asamblea del catolicismo generó un clima ecuménico e interreligioso que también tuvo un impacto positivo en el vínculo de católicos y evangélicos. En el país comenzaban a quedar atrás décadas de una mezcla de desconfianza y hasta rechazo de los primeros hacia los segundos. Rechazo que en algunos casos llegaba a la agresión como cuando católicos muy reaccionarios apedreaban las concentraciones públicas de pastores. En los primeros años del nuevo milenio, católicos y evangélicos comenzaron a tener encuentros conjuntos de oración organizados por la Comunión Renovada de los Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo (CRECES). Es particularmente recordado como paradigmático uno de esos encuentros en el que el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, se arrodilló y les pidió a los pastores que lo bendijeran. No obstante, el clima de convivencia entre las religiones en el país -que no sólo se expresa en encuentros, sino también en declaraciones y acciones conjuntas- debe ser cuidado. Factores con voltaje político como el conflicto en Medio Oriente pueden provocar tensiones -y de hecho las provoca- en el vínculo entre judíos y musulmanes. Además de generar expresiones de antisemitismo e islamofobia en sectores de la sociedad. En el caso de la relación entre los católicos y evangélicos, estos últimos no se cansan de decir que en la Argentina hay libertad de culto, pero no totalmente igualdad de culto. Por eso, ante lo que consideran un privilegio para la Iglesia católica, lo denuncian como discriminatorio. Así, celebran el fin de anacronismos como el requisito de ser católico para acceder a la presidencia o el sostenimiento (era ciertamente muy acotado) del culto católico. En ese delicado contexto irrumpió en los últimos tiempos el presidente Javier Milei dándole un espacio más relevante a las iglesias evangélicas en detrimento de la Iglesia católica. Evidentemente, encuentra con los evangélicos una mayor sintonía ideológica y casi ausencia de críticas, a diferencia de los obispos con quienes las coincidencias son menos férreas y los cuestionamientos de estos, frecuentes y a veces severos. Lo concreto es que el año pasado los obispos le pidieron a Milei una audiencia para cumplir con la tradición de presentarle los saludos navideños al presidente de turno, pero el libertario nunca les contestó. Este año optaron por enviarle la salutación por carta en la que de modo cordial le pidieron asegurar la paz social y el mandatario les respondió con igual cordialidad diciendo que avanzaba en esa línea. A los obispos no se les pasó por alto que Milei no tuvo problema a lo largo del año en recibir a pastores evangélicos. Incluso del exterior como al principal predicador de Donald Trump, Franklin Graham. Como tampoco a rabinos, entre ellos al Gran Rabino Sefardí de Israel. Aunque -todo debe ser dicho- permitió la instalación de un pesebre junto a la Casa de Gobierno y su bendición. También en esta materia hay diferencias con su vicepresidenta. Como presidenta del Senado, Victoria Villarruel dispuso que en el despacho que ocupaba el senador Edgardo Kueider -que fue detenido en Paraguay cuando intentaba ingresar 200 mil dólares y luego expulsado de la cámara- se instalara un oratorio católico. De inmediato, el reconocido pastor Norberto Saracco calificó la iniciativa como discriminatoria. Como a los pocos días apareció una faja en la puerta del despacho y la leyenda consultar con el departamento de seguridad se pensó que se había desactivado la idea ante la crítica de Saracco. Para colmo, no había información oficial sobre su apertura y eventual cierre. Pero en la víspera del día de Nochebuena se anunció su inauguración y se reveló su nombre. Mama Antula, o sea, el de la primera santa argentina. A la ceremonia en la que fue bendecido asistió el Nuncio Apostólico (embajador de la Santa Sede), monseñor Miroslaw Adamczyk, y el vicario general del arzobispado de Buenos Aires, el obispo Pedro Cannavó. Además, se anunció que se van a colocar allí las imágenes de las advocaciones marianas (Vírgenes) más populares de las distintas provincias luego de acordarlo con los senadores. Hay que tener en cuenta que la Iglesia católica precede la Nación argentina, fue clave en su formación y el ser respetuosos de todos los cultos no implica dejar de reconocer a la principal tradición religiosa en un ámbito que representa a las provincias, en muchas de las cuales su presencia católica es abrumadora, explicaron cerca de la vicepresidenta. Así las cosas, también en materia religiosa, Milei y Villarruel tienen sus diferencias. El problema es que no se trata de una cuestión meramente personal. No sólo por la responsabilidad institucional que ostentan, sino porque con sus actitudes pueden dañar la convivencia entre católicos y evangélicos, al atizar cuestiones sensibles. En las últimas décadas, muchas cosas que eran motivo de orgullo en la Argentina como la educación se deterioraron. Otras como la convivencia ecuménica e interreligiosa se desarrollaron fantásticamente. Esperemos que nuestros principales gobernantes sean responsables en relación con un ámbito tan delicado y no la afecten. Por el contrario, si algo necesitan imperiosamente nuestros dirigentes por el bien del país es empaparse del espíritu fraterno que hoy comparten las religiones. (*) Esta columna de Opinión de Sergio Rubin fue publicada originalmente en el portal de la señal de TN.
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