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» Diario Cordoba
Fecha: 28/12/2025 10:39
Quim Casas Fuera decisión del director Roger Vadim o de los productores de la película, escoger como título Y Dios creo a la mujer (1956) fue un hallazgo absoluto. Sobre todo para la carrera de su protagonista femenina, Brigitte Bardot, y para el comienzo de su trayectoria como la estrella popular y el mito erótico más poderoso del cine europeo de finales de los 50 y la década siguiente. Bardot, la segunda B.B. más importante según Jean-Luc Godard, quien la dirigió en El desprecio la otra B.B. era, para el cineasta francés, Bertold Brecht, no era precisamente una recién llegada cuando protagonizó Y Dios creó a la mujer. Nacida en París en 1934, había debutado en el cine en 1952 e intervenido en casi una veintena de películas francesas, algunas importantes como Si Versalles pudiera hablar y Las maniobras del amor, y en uno de los peplums producidos por Hollywood en Europa, Helena de Troya, en la que encarnó a una esclava de la protagonista. Pero en 1956 todo cambió para ella, para su marido y director, Vadim, y para una forma de expresar el erotismo (pequeñoburgués) en la gran pantalla. La percepción internacional que se tenía de Bardot ya era importante: un filme rodado el mismo año en el que interpreta a una chica de campo convertida en top model, La mariée est trop belle (La novia es demasiado guapa), pasó a titularse en España La pequeña B.B.. Sus siglas eran un reclamo. A partir de entonces sería una estrella cinematográfica y musical, un icono de la moda y un símbolo sexual a la altura de lo que había representado, según la perspectiva masculina, Marilyn Monroe en el cine estadounidense. Con el tiempo abrazaría ideas más propias de la ultraderecha, sería multada por sus comentarios racistas e islamofóbicas, y militaría también en la causa de los derechos de los animales. Había contraído matrimonio con Roger Vadim en 1952; después se casaría con el productor y actor Jacques Charrier con quien tuvo su único hijo, con el empresario, astrólogo, fotógrafo y playboy Gunter Sachs, y con un asesor del Frente Nacional, Bernard dOrmale, además de mantener relaciones con Jean-Louis Trintignant, Alain Delon o Serge Gainsbourg. Vadim nunca fue un buen director, pero su capacidad innata para seducir y potenciar talentos femeninos era indiscutible: estuvo casado con Bardot, la danesa Annette Vadim, la estadounidense Jane Fonda y la francesa Marie-Christine Barrault, y fue pareja de Catherine Deneuve antes de contraer matrimonio con Fonda en 1965. A todas les dio lujosos papeles en su cine: Fonda en Barbarella, Annette en Las relaciones peligrosas y Bardot en Y Dios creó a la mujer y en tres filmes de menor repercusión, Les bijoutiers de claire de lune, A rienda suelta y El descanso del guerrero. En este último realizó Bardot una de sus interpretaciones características de joven hermosa e inocente. Menos ingenua y sexualmente nada precoz fue en la película en la que la creó Dios, una huérfana de Saint Tropez codiciada por un hombre acaudalado y maduro y que se debate entre el chico al que ama y el hermano de este, con el que termina casándose. Clichés melodramáticos elevados por la sulfurosa presencia de una actriz que nunca le tuvo miedo a la cámara, al escándalo y a preconizar unas libertades sexuales que luego no casaron demasiado con su orientación ideológica. Su carrera como actriz se extiende de 1952 a 1973. Intervino en poco más de 40 películas, las suficientes para instaurar su reinado y establecer relaciones tan previsibles como inesperadas. Entre lo segundo, que aceptara protagonizar El desprecio (1963), adaptación libre de un texto de Alberto Moravia a cargo de un Godard a quien le iban los duelos contra natura en el plató de rodaje. El filme, excelente reflexión sobre el propio cine y el éxito, originó ríos de tinta y unos cuantos documentales sobre la presencia masiva de paparazzi en Capri, donde se rodó el filme, para conseguir instantáneas que documentasen aquel encuentro entre la Bella y la Bestia del cine francés. Bardot protagonizó otra reflexión sobre la fama, Una vida privada (1962), junto con Marcello Mastroianni y a las órdenes de Louis Malle. En esta película cantó el tema principal, Sidonie, pistoletazo de salida para su también prolífica carrera musical. En cuanto a relaciones artísticas esperadas, la que mantuvo con Serge Gainsbourg. Su encuentro a finales de los 60 era el de dos de los más grandes mitos de la cultura popular francesa, libérrimos e iconoclastas, provocadores natos. La primera versión de la célebre y caliente Je taime moi non plus la grabaron B.B. y Serge en 1968, pero el entonces esposo de la actriz, Gunter Sachs, impidió que el disco sencillo se publicara, editándose finalmente en 1969 la versión que el músico hizo con su pareja, Jane Birkin. Esa es la versión oficiosa, ya que parece ser que fue Bardot quien le pidió a Gainsbourg que no publicara la canción para no despertar más sospechas en cuanto a la relación sentimental que estaban manteniendo. Afortunadamente hubo otros encuentros musicales entre Gainsbourg y Bardot, caso de Bonnie and Clyde, tan buena como Je taime moi non plus, y Comic strip. Para entonces, ella ya se había consolidado como una más de las actrices dedicadas a la chanson. En 1963 publicó su primer elepé, aunque siempre fue más de sencillos que de álbumes, con hitos como Harley Davidson y Bubble gum: fascinación por la cultura americana reflejada con bastante ironía. También grabó pastiches como Ay, que viva la sangría y, en 1973, la acaramelada Tu es le soleil de ma vie a dúo con Sacha Distel, la versión light de su incandescente encuentro con Gainsbourg. Un CD triple recopila lo más significativo de su discografía con el título de Initiales B.B. (1993). ¡Viva María! (1965), mano a mano con Jeanne Moreau en la revolución mexicana, y el western Shalako (1968), con Sean Connery, fueron otros de sus títulos cinematográficos importantes. La femme et le pantin (1959), en el papel de la devoradora de hombres que antes había encarnado Marlene Dietrich y después interpretaría Angela Molina en la versión de Buñuel de la misma historia (Ese oscuro objeto del deseo), la definió en el punto alto de ebullición de su estrellato. Destacó especialmente en el episodio de Historias extraordinarias (1968) centrado en la historia del doble según Edgar Allan Poe, con peluca negra y Alain Delon de pareja. A partir de los 70 trabajó en coproducciones menos interesantes como Las petroleras (1970), alimentada publicitariamente por suponer el encuentro con otro mito europeo de la época, Claudia Cardinale, y La profesional y la debutante (1970), donde encarnó a un monja que deja los hábitos para conocer mundo. Se despidió del cine en 1973 con una película que parece el cierre perfecto a su círculo cinematográfico: Si Don Juan fuera mujer, una variación del mito de Don Juan en clave femenina, que no feminista, dirigida por Vadim y con Jane Birkin en el reparto. 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