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» La Opinion Austral
Fecha: 28/12/2025 09:27
Your browser doesnt support HTML5 audio Durante más de veinte años, los océanos esperaron una respuesta común frente al deterioro de sus ecosistemas. Esa respuesta acaba de llegar. Tras alcanzar las sesenta ratificaciones necesarias, el Acuerdo sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica Marina de las Zonas situadas fuera de la Jurisdicción Nacional -conocido como Tratado BBNJ o Tratado de Alta Mar entrará en vigor en enero de 2026. Se trata del primer pacto global en décadas destinado a proteger las aguas internacionales, una franja inmensa que representa más del sesenta por ciento del océano mundial y que, hasta hoy, carecía de una protección ambiental efectiva. El hito fue posible gracias a la resolución 78/272 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, adoptada en abril de 2024, que creó una Comisión Preparatoria encargada de organizar la entrada en vigor del tratado y sentar las bases para la primera Conferencia de las Partes. Los compromisos Hasta ahora, las llamadas zonas de alta mar eran un espacio sin dueño, donde solo se aplicaban acuerdos parciales sobrepesca o transporte marítimo. El Tratado BBNJ busca revertir esa situación. Bajo su marco, la comunidad internacional se compromete a conservar la biodiversidad marina más allá de las fronteras nacionales y a garantizar un uso sostenible de los recursos. En palabras simples, el océano dejará de ser una extensión sin reglas para convertirse en un ámbito de responsabilidad compartida. Entre sus efectos más concretos está la posibilidad de crear áreas marinas protegidas fuera de las jurisdicciones nacionales. El acuerdo se estructura en torno a cuatro pilares que delinean un cambio de paradigma. El primero aborda los recursos genéticos marinos y la necesidad de que su aprovechamiento se traduzca en beneficios equitativos entre países. El segundo establece mecanismos de gestión basados en áreas, como la creación de zonas marinas protegidas en alta mar, algo que hasta ahora era imposible. El tercero obliga a realizar evaluaciones de impacto ambiental antes de autorizar actividades en aguas internacionales, desde la instalación de plataformas hasta la exploración de minerales. El cuarto promueve la creación de capacidad y la transferencia de tecnología marina, de modo que todas las naciones, sin importar su nivel de desarrollo, puedan participar activamente en la conservación. La aprobación del Tratado BBNJ marca un punto de inflexión en la gobernanza oceánica. Hasta la fecha, ningún marco internacional ofrecía una herramienta tan amplia para abordar la degradación de los ecosistemas marinos. Su implementación se apoya en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR), considerada la constitución de los océanos. El BBNJ es su tercer acuerdo de aplicación, junto con los relativos a los recursos minerales de los fondos marinos y a la conservación de las poblaciones de peces altamente migratorios. La novedad reside en su carácter transversal y en su vocación de equidad. Todos los Estados y organizaciones regionales de integración económica podrán adherirse, incluso aquellos que no son parte de la Convención original. Triple crisis La importancia del tratado radica también en su contribución a la lucha contra la triple crisis planetaria: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Los océanos absorben buena parte del dióxido de carbono que genera la actividad humana y actúan como reguladores del clima, pero su degradación amenaza con desbordar esa capacidad. Entre sus efectos más concretos está la posibilidad de crear áreas marinas protegidas fuera de las jurisdicciones nacionales. En ellas podrán establecerse restricciones a la pesca, la exploración de minerales o la investigación científica cuando se determine que dichas actividades ponen en riesgo ecosistemas frágiles. Por primera vez, las decisiones sobre la conservación de la alta mar se adoptarán de manera colectiva, en un marco multilateral en el que participarán todos los países firmantes. El tratado también prevé mecanismos para estudiar los impactos de las actividades humanas en el medio marino, una medida que apunta a prevenir daños irreversibles antes de que ocurran. El componente de justicia ocupa un lugar central. El acuerdo busca equilibrar las capacidades desiguales entre naciones desarrolladas y en desarrollo mediante la cooperación científica y la transferencia tecnológica. Hasta ahora, el acceso a los recursos genéticos marinos -con aplicaciones en la industria farmacéutica, alimentaria o cosmética- estaba concentrado en un grupo reducido de países con tecnología avanzada. El BBNJ propone un sistema de beneficios compartidos que garantice que la exploración y el conocimiento de la biodiversidad marina redunden en favor de toda la humanidad. Más allá de lo ambiental El texto también incorpora enfoques sociales y de equidad que lo acercan al espíritu de la responsabilidad social. Reconoce los conocimientos tradicionales de pueblos indígenas y comunidades locales, promueve la participación equitativa de las mujeres y establece criterios de representación geográfica equilibrada en los órganos de decisión. Esa dimensión inclusive convierte al tratado en un instrumento que va más allá de la conservación ambiental: se erige como una herramienta de justicia global. En su visión, el tratado ofrece a la comunidad internacional una herramienta real para alcanzar la meta global del 30×30, que busca proteger el treinta por ciento de las áreas terrestres y marinas del mundo antes de 2030. Sin un mecanismo que permita la creación de áreas protegidas en alta mar, ese objetivo sería imposible de cumplir. Pese al entusiasmo, los desafíos son enormes. Supervisar un territorio tan vasto requerirá tecnología avanzada, cooperación constante y recursos financieros suficientes. A esto se suma la necesidad de coordinar el tratado con otros regímenes internacionales ya existentes, como los que regulan la pesca o la minería submarina, para evitar solapamientos y conflictos normativos. Además, algunos países clave, entre ellos China y Rusia, aún no han ratificado el texto, lo que podría limitar su alcance inicial. Ver comentarios
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