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» Diario Norte
Fecha: 28/12/2025 04:32
Durante décadas, la dirigencia política perdió de vista su razón de ser. Se vació de contenido, se alejó de la sociedad y convirtió la actividad pública en un fin en sí mismo. Hoy, bajo el liderazgo de Javier Milei, ese sistema empieza a resquebrajarse. La pregunta central que deberíamos volver a hacernos es simple y, al mismo tiempo, incómoda: ¿para qué alguien se involucra en política? Esa pregunta, que debería estar en el corazón de cualquier dirigente, fue desplazada por otra mucho más mezquina: ¿qué cargo me toca?, ¿qué lugar ocupo?, ¿qué beneficio obtengo? La política dejó de ser un medio para transformar la realidad y pasó a ser un mecanismo de ascenso personal, de supervivencia económica y de acumulación de poder. La dirigencia tradicional ambicionó históricamente el posicionamiento dentro de algún espacio gubernamental como objetivo principal. No como consecuencia del trabajo o del compromiso, sino como meta en sí misma. El cargo se volvió el premio, y no la herramienta. Ese desvío produjo una dirigencia prebendaria, acostumbrada a simplificar la pertenencia política al otorgamiento de una posición, de un sueldo, de un privilegio. Incluso nos pasó y sería deshonesto no decirlo que muchas personas se acercaron a la política con un único interés: ocupar un cargo. No transformar, no construir, no servir, sino "llegar". Es como poner el carro delante del caballo. Cuando el objetivo es el cargo, todo lo demás se distorsiona: el discurso, las convicciones y, finalmente, las decisiones. Ese modelo generó una lógica profundamente dañina: la prosperidad personal y de los propios, nunca la prosperidad de la sociedad. El bien común se transformó en una consigna vacía, en una mentira repetida hasta el cansancio. Y como toda mentira sostenida en el tiempo, terminó chocando contra la realidad. Los resultados están a la vista: más del 50% de pobreza, niveles alarmantes de indigencia, destrucción del aparato productivo y millones de argentinos viviendo al límite. La política no es un partido de fútbol Esto no es un fallo abstracto de la democracia; es un acto fallido provocado por una dirigencia que se desconectó de las consecuencias reales de sus decisiones. Porque la política no es un juego, no es un partido de fútbol, no es una competencia de slogans. En política se decide sobre la vida de las personas. El derecho número uno en cualquier sociedad es el derecho a la vida, y las malas políticas terminan atentando directamente contra ese derecho. Si uno analizara a la Argentina como si fuera una empresa, el diagnóstico sería contundente: la fundieron una y otra vez. La llevaron a la quiebra reiteradas veces, mientras quienes la administraban nunca pagaron el costo de sus errores. Al contrario, siguieron escalando, reciclando cargos, acumulando poder, como si nada hubiera pasado. Esa falta de responsabilidad explica buena parte del deterioro social que vivimos. Javier Milei irrumpe en este escenario generando una ruptura real. No simbólica, no discursiva, sino concreta. No se trata de idolatrar a una persona por una cuestión ideológica, sino de reconocer hechos objetivos: las reformas que impulsó no las hizo ningún otro presidente. Y, sobre todo, cumplió lo que dijo en campaña. En un país acostumbrado a que la dirigencia diga una cosa y haga exactamente lo contrario, eso no es menor: es revolucionario. Durante años nos cocinaron a fuego lento, como a la rana en la olla. La sociedad fue perdiendo capacidad de reacción, se fue acostumbrando al deterioro, al ajuste permanente sobre los mismos de siempre, a la resignación. Hoy, al sacarnos de ese fuego, empezamos a reaccionar. Empezamos a caminar de nuevo. Empezamos a recuperar el valor del progreso, del esfuerzo, del estar bien, cosas que nos habían hecho creer que eran imposibles o inmorales. Se terminó la impunidad Ese despertar social obliga, quiera o no, a un replanteo dirigencial profundo. La vara subió. Después de un presidente que cumple lo que promete, ningún político puede volver a mentir con la misma impunidad. Por eso vemos a tantos dirigentes en silencio, con bajo perfil, incómodos. No es casualidad. El escenario cambió y muchos no saben cómo pararse frente a una sociedad que ya no compra relatos, sino que evalúa resultados. Las cientos de desregulaciones, los avances en orden macroeconómico, la reinserción internacional y el impulso a sectores productivos muestran que el accionar político ahora está condicionado por los hechos. Se terminó la política del verso permanente. La elección del 26 de octubre marcó un punto de inflexión: la sociedad empezó a dirimir no por lo que se dice, sino por lo que se hace. Este proceso no es indoloro. Las internas, las traiciones, las puñaladas por la espalda existen porque se está rompiendo un sistema que llevaba décadas enquistado. Cuando se toca un entramado de privilegios, la reacción es inevitable. Pero ese conflicto también es una señal de que algo está cambiando en serio. Lo que pregonamos Desde La Libertad Avanza creemos que esta transformación necesita sostenerse en el tiempo. No alcanza con una persona ni con un mandato. Se necesita una nueva dirigencia, formada con otros valores, dispuesta a asumir responsabilidades sin buscar refugio eterno en el Estado. Dirigentes que vengan a hacer lo mejor posible su tarea pública y luego vuelvan a su actividad privada. Eso es lo que pregonamos y lo que intentamos construir. Argentina es un país vivible. Tiene recursos, talento, cultura del trabajo y capacidad productiva. Lo que faltó fue una dirigencia a la altura. Hoy se abre una oportunidad histórica para cambiar eso. No será fácil, no será rápido, pero es el camino que eligió la sociedad. Y cuando una sociedad decide cambiar, ninguna estructura puede detenerla. El presente y el futuro de la Argentina dependen de que entendamos, de una vez por todas, que la política no es un fin personal, sino una responsabilidad enorme. Que el poder no es un privilegio, sino una carga. Y que gobernar es servir, no servirse. Ese es el desafío de esta etapa. Y ese es el compromiso que asumimos. (El autor es presidente de La Libertad Avanza Chaco) Presidente de La Libertad Avanza Chaco.
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