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  • Excombatiente cumplió su sueño y recibió el diploma de contador

    » Diario Epoca

    Fecha: 27/12/2025 20:57

    En el aula magna "Raúl Ricardo Alfonsín", del Campus Universitario de Resistencia, algo especial vibraba en la atmósfera al caer la tarde. No era una ceremonia más de fin de año: en ese espacio colmado de familiares, docentes y estudiantes, la emoción circulaba entre abrazos, aplausos contenidos y miradas que buscaban encontrarse. Allí, en medio de los 59 flamantes profesionales que recibían sus títulos de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), un nombre condensaba una historia de perseverancia, memoria y tiempo: Andrés Saúl Antoniazzi. Correntino, nacido en Goya y criado en Santa Lucía, Antoniazzi conoció temprano el esfuerzo. De niño recorrió kilómetros a caballo para ir a la escuela; de joven soñó con estudiar Contador Público; de muy joven también, la historia lo llevó a un destino inesperado: como conscripto en el Batallón de Infantería de Marina (BIM) N°5 de la Armada, combatió en las Malvinas en 1982. La guerra interrumpió su proyecto, y más tarde, la enfermedad de su padre postergó por décadas el retorno al aula; pero el deseo quedó intacto, como una promesa privada. Ese deseo fue el que volvió a encenderse cuando, después de treinta años, Antoniazzi decidió regresar a la universidad. Fue recibido con aliento y respeto por las nuevas generaciones. Rindió equivalencias, retomó apuntes y cuadernos, enfrentó exámenes y dudas, y el 5 de marzo de 2025 logró aquello que había guardado como deuda íntima: se recibió de contador público, el mismo día en que se regaló, como dijo, "el mejor cumpleaños" de su vida. La ceremonia de graduación del pasado 19 de diciembre fue el momento en que ese logro se volvió colectivo. No solo por el diploma, sino porque su historia se abrazó con un presente cargado de sentidos para la universidad pública: un cierre de año intenso, en palabras de la decana Moira Carrió, en el que el compromiso académico y social se afirmó como respuesta frente a desafíos y tensiones del tiempo que atraviesa al sistema educativo argentino. Momento especial La tarde comenzó con los nombres leídos en voz alta, uno a uno, como una constelación diversa de trayectorias. Contadores públicos, licenciados en Administración, Economía y Relaciones Laborales subieron al escenario entre aplausos. La decana Carrió recordó que ese acto no era solo una ceremonia de títulos, sino también una afirmación institucional: "Cuando hoy reciben su diploma dijo- se llevan una identidad construida en un momento histórico particular, en el que la universidad pública está siendo puesta a prueba. Nuestra respuesta fue más universidad, más compromiso y más proyecto colectivo". En medio de ese clima, el reconocimiento a Andrés Antoniazzi adquirió una dimensión única. Su nombre fue acompañado por un aplauso largo, profundo, que no solo saludó un mérito académico tardío, sino una biografía atravesada por la guerra, la espera y la resiliencia. Él se acercó con una sonrisa serena, el diploma en la mano derecha, y un gesto que parecía reunir pasado y presente en un mismo instante. La guerra y posguerra La historia de Antoniazzi comenzó en una escuela rural, siguió entre caballos y cuadernos, y se bifurcó cuando el servicio militar obligatorio lo llevó a Malvinas. Volvió con silencios y marcas, como tantos excombatientes, y construyó su vida entre trabajo, familia y responsabilidades. En 1990, cuando su padre enfermó, puso otra vez en pausa los estudios: "Ya vas a tener tiempo de seguir", le dijo él, antes de partir. Ese tiempo, sin embargo, tardó décadas en llegar. Cuando finalmente regresó a la facultad, encontró puertas abiertas. En la Secretaría de Bienestar Estudiantil lo alentaron a continuar; él, a los 60 y tantos, volvió a estudiar. Cada materia aprobada fue un tramo más de una travesía personal. "Era un dolor muy grande en el alma no haber terminado mis estudios confesó-. Haberme recibido significa cerrar una etapa, descargar una mochila". Su próxima meta, contó, era volver a Malvinas, como otra forma de sanar. Y así lo hizo en abril pasado, integrando la comitiva de 20 excombatientes de Corrientes que regresó a las islas y a la que acompañó quien suscribe esta nota. Su relato dialogó con las palabras de la egresada Agustina Daniela Rossetti Jurkiewicz, quien definió a la facultad como "una verdadera escuela de vida": un espacio donde no solo se aprenden contenidos, sino también la resiliencia, la capacidad de caerse y levantarse. La historia de Antoniazzi parecía encarnar, con otra escala y otra temporalidad, ese mismo aprendizaje. Educación pública Hacia el final del acto, las autoridades destacaron el valor de la educación pública y gratuita como herramienta de movilidad, justicia y comunidad. Hubo agradecimientos a docentes y familias, y un reconocimiento a los egresados que, como Antoniazzi, simbolizan la potencia de los proyectos que no renuncian a sí mismos. La decana Carrió subrayó que "el futuro se consolida con más democracia, más educación y más República", y la frase pareció abrazar, también, el camino del excombatiente correntino que volvió al aula para honrar un sueño. Memoria, esfuerzo y esperanza La ceremonia cerró con fotos, abrazos y promesas nuevas. Entre ellas, la de un hombre que, a los 63 años, demostró que el tiempo no siempre clausura caminos: a veces los vuelve más hondos. El diploma de Andrés Saúl Antoniazzi no fue solo el final de una carrera interrumpida; fue también una afirmación de memoria, esfuerzo y esperanza.

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